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Cuenta atrás para paliar el cambio climático

Expertos y ecologistas exigen que la próxima cumbre de París adopte medidas efectivas contra el calentamiento global

Se imaginan el País Valenciano sin naranjos, Galicia sin percebes o Andalucía convertida en un secarral en el que no encuentran cobijo ni olivos ni almendros? Este futuro no está tan lejano y son las consecuencias que tendrá en nuestro país en pocas décadas el cambio climático, un problema que tendemos a asociar con lejanos osos polares pero que está muy cerca de nosotros.

La escritora canadiense Naomi Klein, referente internacional de la causa ecologista, lo subraya con el título de su último libro: Esto lo cambia todo. Aunque hace tiempo que se habla de los efectos nocivos del cambio climático, en los últimos años la crisis económica ha relegado el tema a un discreto segundo plano. Pero ella advierte de que ha llegado el momento decisivo de hacer algo ya y de gran calado, antes de que la situación del planeta sea irremediable. A partir de informes del Banco Mundial y de universidades norteamericanas, Klein afirma que un calentamiento global de cuatro grados podría significar un aumento del nivel de agua de los océanos de uno o dos metros. Sus consecuencias serían catastróficas, con inundaciones e incluso desaparición de islas. Lo más grave es que estos hipotéticos cuatro grados ni siquiera son el escenario más pesimista.

Klein no es la única voz que ha dado la voz de alarma. La escritora ha encontrado un aliado insospechado en el papa Francisco. En un tono duro, el pontífice exigió medidas y condenó el “uso desproporcionado de los recursos naturales” en su última encíclica, Laudatio si (Alabado seas). Bergoglio va más allá y señala al culpable, el capitalismo depredador. “El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares. Y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos”, escribió.

Las críticas del papa demuestran que la lucha para salvar el planeta ya no es una causa exclusiva de ecologistas y grupos de izquierda. En Holanda, los tribunales dictaron una sentencia que obliga al Gobierno de ese país a reducir los gases de efecto invernadero un 25%, en lugar del 16% que tenía previsto para antes de 2020. La movilización social para exigir medidas drásticas contra el cambio climático va cogiendo fuerza. En septiembre de 2014 hubo manifestaciones en 160 países para denunciar y concienciar al mundo. La más numerosa congregó en Nueva York a 300.000 personas, incluidos el exvicepresidente Al Gore, el alcalde Bill de Blasio o el actor Leonardo di Caprio.

La vinculación causal entre el sistema capitalista actual y la degradación del medio ambiente también está en el centro de la crítica de los movimientos sociales que protestan contra el Acuerdo de Libre Comercio (TTIP, en sus siglas en inglés) que están negociando la Unión Europea y EEUU. La presión de la calle, encabezada por grupos ecologistas y los verdes europeos, ya ha dado algunos frutos: la Comisión Europea y varios partidos han cambiado su actitud respecto al controvertido contrato. Bajo el lema de “Parar el TTIP-Combatir la Pobreza-Salvar el Clima”, unas 40.000 personas se manifestaron contra la cumbre del G-7 a principio de junio en Múnich (Alemania). Los líderes mundiales acordaron unos objetivos para limitar la subida de la temperatura a dos grados en este siglo, una meta insuficiente en opinión de expertos y ecologistas.

Estos dos grados también son la meta que se marcan los participantes en la próxima Conferencia sobre el Clima de Naciones Unidas, que arranca el próximo 30 de noviembre en París. Vistos los escasos o casi nulos resultados de los últimos encuentros de este tipo, el escepticismo está más que justificado. También al mirar la lista de patrocinadores privados de la reunión en la capital francesa. Renault-Nissan, Air France, Michelin, Suez Environnement, BNP Paribas o Ikea son algunas de las empresas que patrocinan este encuentro. Poco importa que las instalaciones de Renault o Michelin en Valladolid hayan contribuido a que esta ciudad sobrepase 60 días al año los niveles de ozono recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) o que, según un informe de Amigos de la Tierra, BNP haya concedido la mitad de los más de 30.000 millones de euros con los que los bancos franceses han financiado la contaminante industria del carbón entre 2005 y 2014.

La participación de estas multinacionales como mecenas en la cita francesa demuestra que el calentamiento global está en la agenda política y social. Los directivos de los grandes negocios quieren jugar un papel en la lucha contra el cambio climático, pero parece que lo que pretenden es más bien frenar los avances. El presidente de Repsol, Antoni Brufau, en un artículo en el diario El País, explicaba en junio la posición ante la cumbre del European Round Table of Industrialists (ERT), un grupo de presión que agrupa a las 50 principales empresas industriales: “Estas recomendaciones defienden un nuevo modelo en el que crecimiento y competitividad no están reñidos con la reducción de emisiones. Renunciar al crecimiento no es una opción”.

Pero una gran parte de los expertos, como Klein, considera que efectivamente habrá que renunciar al crecimiento, por lo menos tal y como lo conocemos hoy en día, basado en el uso de energías fósiles y el consumo masivo. Para Alejandro González, biólogo y miembro de Amigos de la Tierra, el cambio de mentalidad a la hora de poner el debate sobre el cambio climático en la agenda se debe a que antes se veía como un problema generacional, pero ahora se pueden apreciar ya algunos impactos. “En España estamos viendo un aumento de los periodos de sequía, de olas de calor, de impactos sobre la vegetación…”. González asegura que en el campo se ven esos efectos con “una mayor mortalidad de las encinas, con árboles que no tienen frutos cuando toca o con floraciones que se adelantan”. “Y eso que estamos al principio”, advierte.

¿A qué se deben estas situaciones? Los científicos del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU) afirman que los causantes de este cambio climático son los gases de origen antropogénico (es decir, a causa de la actividad humana) que se han ido vertiendo sobre la atmósfera especialmente en la segunda mitad del siglo XX. Desde 1850 hasta ahora se ha puesto en la atmósfera el 80% del dióxido de carbono (CO2) del total que se ha emitido históricamente. Para Samuel Martín-Sosa, doctor en biología y miembro de Ecologistas en Acción y coordinador del curso de posgrado sobre cambio climático que esta organización celebra en Madrid, la causa del calentamiento global es el tipo de modelo energético adoptado por la sociedad, totalmente dependiente del petróleo. “Durante el siglo XX hemos tenido acceso a una energía barata y muy contaminante que nos ha permitido un desarrollo económico y que nos ha llevado a la situación que tenemos ahora, con un sistema que está al límite”, lamenta.

Toda esta acumulación de gases nocivos está provocando cambios sustanciales en el planeta que afectan a nuestra salud. El climatólogo Jonathan Gómez Cantero alerta sobre uno de los episodios que, por culpa del calentamiento global, es más fuerte cada verano: la isla de calor urbano. “Está constatado que durante el verano, sobre todo por las noches, hará más calor en las ciudades. Esta situación hará que se produzca una deshidratación continua. Si no hay buenos sistemas de refrigeración, el cuerpo no descansará durante la noche y empezarán a producirse fallos orgánicos, de tipo nervioso y cerebral. Ocurrirá, por ejemplo, cuando un cuerpo deshidratado no se dé cuenta de que tiene sed. Está comprobado que a los tres días de una ola de calor empiezan a dispararse las muertes, y esto va a empezar a ocurrir dentro de nuestras ciudades”, explica.

La llegada de parásitos de aguas cálidas a los océanos que han visto aumentar su temperatura es otro de los efectos constatables del cambio climático. En Galicia, una vez al año aproximadamente se produce el fenómeno de la marea roja. El aumento de la temperatura del agua dispara el número de bacterias y de toxinas, lo que obliga a prohibir el marisqueo durante semanas. Los científicos ya han anunciado que, si continúa todo igual, las mareas rojas serán cada vez mayores y más intensas, con lo que ello supondrá para el sector. De hecho, algunos países como Noruega, recuerda Gómez Cantero, están sufriendo un serio problema de parásitos en sus aguas que ha golpeado al sector de la pesca y a la oferta de salmón, que ha caído en picado.

Para intentar evitar estas situaciones, en 1997 se firmó el protocolo de Kyoto, que obligaba a 35 países industrializados a reducir un 5,2% sus emisiones de CO2, teniendo como referencia las de 1990. Este acuerdo, sin embargo, no incluía a potencias contaminantes como EEUU, China, India, Brasil o México. No es el único de los incumplimientos. La Comisión Europea ha mostrado a nueve países, entre ellos España, su inquietud por la deficiencia en el cumplimiento de la implantación de energías renovables. El objetivo era que en 2020 el 20% del consumo energético procediese de fuentes limpias. En el caso de España, este porcentaje se sitúa hoy en el 15,4%, un ratio muy alejado de las aspiraciones de la UE. Además, los expertos califican esta cifra como inflada, ya que se asocia a la disminución de la actividad económica a causa de la crisis. En su reciente informe Perspectivas de la energía en el mundo, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) también ha instado a que los países sean más ambiciosos en sus objetivos de reducción de emisiones.

La Cumbre de París

Todas estas voces apuntan a una fecha: el 30 de noviembre de 2015, fecha de inicio de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la Cumbre de París. De hecho, las últimas reuniones no han servido de mucho, según admiten los expertos, ya que todas las decisiones se posponen para el encuentro en Francia. La cumbre nace con el objetivo de que a finales de siglo la temperatura de la Tierra no sobrepase los dos grados de calentamiento. Alejandro González afirma que con ese escenario “los impactos ya son brutales”. “Quizás el único umbral que podamos asumir es el de 1,5 grados y no más de eso”, advierte. “El riesgo es que, como pasó en Copenhague, los grandes países contaminantes como China, EEUU, Canadá, la Unión Europea o Japón decidan implantar sus propias medidas y que cada uno haga lo que quiera”, critica el ecologista.

La propuesta conjunta que los países de la Unión Europea presentarán en París se basa en reducir, respecto a las que había en 1990, un 40% las emisiones de CO2 en los próximos 15 años. En España, sin implementar nuevas medidas, se han disminuido la emisión de gases un 20% en menos de una década. ¿El motivo? La crisis económica. Pero quizás ni con esa reducción se alcanzaría el objetivo mínimo. Para algunos partidos como Equo, la propuesta de la UE es “poco ambiciosa” e “insuficiente” ya que, a su juicio, los países miembros “no tienen en cuenta la gravedad del problema”. Para el partido ecologista, esa reducción debería ser del 55%.

Según los algoritmos que propone el IPCC con el modelo actual y con la reducción prevista, la temperatura de la Tierra en 2100 subiría tres grados más. “Si ahora mismo dejáramos de emitir CO2”, explica González, “la inercia del sistema atmosférico nos llevaría a sufrir 1,3 o 1,4 grados más a final de siglo”.

España no ha elaborado ninguna propuesta propia para París, y se va a adherir a las que presente la UE. El Gobierno español, a través de la Oficina del Cambio Climático dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, no ha respondido a La Marea sobre cuáles son las propuestas del Ejecutivo para reducir los gases contaminantes ni quién encabezará la expedición española.

Los expertos interpretan este silencio como una prueba más de la posición del Gobierno sobre el cambio climático. “No ha hecho nada. Ha permitido el fracking, continúa con el modelo energético de los años 70 y su pensamiento respecto al clima está vinculado con la derecha más rancia”, denuncia Gómez Cantero. El propio Ministerio de Industria, Energía y Turismo aprobó a finales de 2013 un impuesto para la instalación de placas fotovoltaicas que penaliza la producción individual de electricidad y el autoconsumo con energía renovable.

En paralelo a la cumbre de París, las grandes multinacionales están desarrollando posibles soluciones para minimizar los efectos de la contaminación. Atrás han quedado los tiempos en los que el mensaje de los negacionistas calaba con fuerza. Muchos dirigentes del PP mostraron en público su rechazo a la existencia del cambio climático. Uno de ellos fue el hoy presidente español Mariano Rajoy, quien en 2007 pronunció unas palabras que desataron la polémica. “Mi primo me dijo: he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años? No lo sé. Es un asunto al que hay que estar muy atentos, pero tampoco lo podemos convertir en el gran problema mundial”. Un año más tarde, la Fundación Faes, publicó un libro en el que calificaba de “mito” el cambio climático y denunciaba el “alarmismo” generado en torno al tema.

Estas posiciones negacionistas han ido perdiendo fuelle y en los últimos tiempos han dejado espacio a soluciones que se venden como finales. Se trata de proyectos de geoingeniería que buscan fórmulas para eliminar el rastro de CO2 como el bombardeo de nubes, fertilización oceánica de los mares para captar el dióxido de carbono, toldos para reflejar la luz solar. Posibles soluciones de las que aún no se conocen qué consecuencias pueden tener para el planeta y que han convertido la lucha contra el cambio climático un incipiente negocio al que están atentos grandes empresas y multinacionales.

Desde el mundo ecologista se defiende el decrecimiento como la única solución válida para mantener la temperatura de la Tierra por debajo de los dos grados, y evitar nuevas y peores consecuencias del calentamiento global. “Ahora mismo no se entiende nuestra vida sin petróleo”, afirma Samuel Martín-Sosa, “pero éste ha sido el motor de la crisis planetaria y climática que tenemos hoy en día”. “Hemos estado en una espiral de crecimiento que no puede parar, y esa filosofía de huida hacia adelante ignora dos cosas: que tiene una base material y que hay un límite físico que ya estamos empezando a tocar”, afirma.

Aunque los partidarios del cambio de modelo social son conscientes de que hablar de austeridad no es algo demasiado popular, valoran esta opción como la única posible ante el panorama que ya se presenta. “No vas a transformar el paradigma si no tienes un cambio cultural y de valores”, defienden desde Ecologistas en Acción. Pero avisan que “la presión de la industria va a ser muy fuerte para que no se produzca ese cambio”. En el lado contrario de la balanza se sitúan las soluciones que, desde acciones individuales, apuntan a la creación de una gran masa social crítica. Eso pasa por ir más allá de París, un encuentro que para muchos nace ya muerto. Tras la cita parisina, Senegal acogerá la siguiente cumbre sobre el clima. Será en 2016. Para entonces, quizás ya sea demasiado tarde.

[Dossier sobre Cambio Climático publicado en el número especial de verano de La Marea a la venta aquí]

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Comentarios
  1. Programas de geoingenieria clandestina es la explicacion plaudible psra refutar la hipotesis del calientamiento global que expresaba,mayor temperatura,mayor evaporacion,mayor humedad troposferica y consecuente mayor precipitacion. Pero hay mas sequía?
    Metanse en la web de las fuerzas armadas estadounidenses y busquen «owning the weather for the 2025″, ahi esta la explicacion»

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