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Un (probable) decorado del 27-S (noche)
"En la noche del 27-S puede verse el decorado de una Cataluña hegemónicamente de derechas", asegura el autor
3 de septiembre, 8 de la mañana. La periodista Mònica Terribas, presentadora del magacín matinal de Catalunya Ràdio, radio pública de Cataluña, nos da los buenos días con un «Desperta Catalunya!» y lee con pasión el editorial. Hoy las portadas de los diarios europeos llevan la fotografía impactante de un niño sirio muerto en la orilla de una playa turca. Terribas critica la «Europa de los mercaderes» que no se reunirá hasta el 14 de septiembre para analizar la crisis migratoria y habla de justicia social. Hacia el final del editorial enlaza la crisis humanitaria con la comparecencia de Artur Mas la tarde anterior en el Parlament para explicar el porqué de la convocatoria electoral del 27-S y la actuación judicial y policial en la sede de Convergencia y de su fundación Catdem por un presunto caso de corrupción de comisiones del 3%. Terribas acaba su editorial con un deseo: una futura Catalunya justa.
Creo no equivocarme si digo que si analizáramos estos editoriales de Catalunya Ràdio, al menos desde la enorme manifestación de la Diada de 2012 hasta hoy mismo, en estos tres años la mayoría han tratado directa o indirectamente del proceso independentista. Ya se hablara del paro, de una victoria o derrota del Barça, de la falta de recursos de los museos en Cataluña, ya fuera cualquier tema posible, posiblemente se haya acabado editorializando sobre la independencia.
No voy a extenderme en el papel de muchos medios de comunicación públicos y privados en Cataluña en estos últimos años en el que el relato hegemónico ha sido el «procés» explicado desde la visión dualista de una Cataluña formada por dos bloques: independentista y unionista. Este último término, ya de uso normalizado entre periodistas y políticos catalanes, ha sido un préstamo lingüístico importado por el grupo de intelectuales orgánicos y spin-doctors (sociólogos, periodistas, economistas, entre otros) cercanos a Convergència y al presidente Mas.
Con intencionalidad, el canalla término «unionista» se importa del conflicto entre la comunidad católica y protestante en Irlanda del Norte para adaptarlo a la realidad catalana, que en nada tiene que ver con esa otra realidad. Pero eso, a esos «intelectuales», les da igual. Lo importante es construir este relato entre buenos y malos, entre un «nosotros» y un «ellos» que ya no sólo es Madrid y los españoles sino también todo catalán que no se úna a la ola independentista, a esa presunta mayoría social soberanista.
Para gente que, como yo, conoce algo el drama de Irlanda del Norte, esa realidad social de dos comunidades enfrentades, separadas y que se odian incluso dos décadas después del inicio del proceso de paz es el peor de los escenarios soñados para esta Cataluña que se está explicando en los últimos años de esa forma tan reduccionista.
En este clima, toda la enorme complejidad de la sociedad catalana queda reducida a un «nosotros» (independentista) y un «ellos» (los no independentistas que pasan directamente a ser unionistas). Esa complejidad que se ve paseando con mirada no sectaria por el conjunto de Catalunya, deja de existir en el relato construido.
En ese relato ya no existe la realidad que se observa en el Parlament donde tienen representación nueve partidos con ideologías muy diversas. En Cataluña hay gente de derechas, izquierdas, centro, postcomunistas, ecosocialistas, liberales, cristianosdemócratas, federalistas, confederalistas, autonomistas, centralistas, soberanistas…
En Cataluña hay catalanes que se sienten sólo catalanes, catalanes que se sienten más catalanes que españoles, catalanes que se sienten igual catalanes que españoles, catalanes que se sienten más españoles, catalanes que se sienten solo españoles… toda esa complejidad reducida dentro de Cataluña -ya no digamos desde el resto de España- a un escenario protagonizado por solo dos actores o protagonistas con dos únicos paisajes detrás de ellos que corresponden a los dos relatos , sesgados y excluyentes, construidos desde Barcelona y Madrid.
En los últimos años, toda la diversidad y el pluralismo de la Cataluña real ha quedado reducido desde la hegemonía política y mediática de Convergència -con su satélite ERC- a un conflicto entre «independentistas» y «unionistas» lo que resulta hiriente si vemos cómo y a quién ha apoyado CiU en Madrid y Barcelona durante 30 años. Pero todo valga para consolidar el relato que tiene como objetivo mantener esa hegemonía que los convergentes disponen desde la primera victoria de Jordi Pujol en las elecciones autonómicas de 1980 -hegemonía apuntalada por la ERC de Heribert Barrera- y que buscaba lo que Pujol expresó en una entrevista en 1979: evitar que en la nueva Cataluña democrática se consolidara la hegemonía política, social y cultural que el PSUC desde la clandestinidad había construido en durante el fraquismo.
¿Cuál es el escenario posible del 27-S? La mayoría absoluta de 68 diputados parece inimaginable -aunque muchos se lo crean- para la confluencia de Convergència y ERC («Junts pel Sí») e incluso sumando con la CUP. Un factor clave será la participación, aunque algunos otros pueden tener una influencia importante en el resultado final. Como indica el manual de estrategia política: el secreto es movilizar a los tuyos y desmovilizar a los otros.
Pero hay un escenario que creo que está casi asegurado, para desgracia de las izquierdas: la victoria en escaños de la suma de la derecha catalana (Junts pel Sí, es decir CDC y ERC+Unió) y española (PP y Ciudadanos). Estos dos bloques, que se han apoderado del escenario y que lo decoran según el gusto de los medios de comunicación afines, intelectuales, tertualianos y spin-doctors que orbitan, están llamados a ganar alrededor de 100 de los 135 escaños en el Parlament.
En la noche del 27-S, el decorado que quizá «deslumbrará» en el escenario catalán puede que no sea el de las «esteladas» de una Cataluña hacia la independencia, sino el de una Cataluña hegemónicamente de derechas; entonces, ya sí, se consolidará el conflicto ficticio entre una Cataluña independentista y una Cataluña unionista. Eso sí, bajo la hegemonía de los intereses de la derecha catalana y española.
Aunque, no todo son noticias malas para las izquierdas en Cataluña: las elecciones generales de diciembre pueden volver a trastocar todo el escenario, el de Madrid y el de Barcelona.
Jaume Risquete es periodista y analista en comunicación política.