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China provoca la desaceleración de la economía mundial
El impacto es particularmente llamativo en América Latina, ya que el país asiático es el principal comprador de las materias primas que ofrece esta región
La economía mundial lleva meses mutando: las economías que estaban en recesión o estancadas (las occidentales desarrolladas como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania…) comienzan a crecer o a abandonar territorios negativos mientras que las que más estaban creciendo (las “emergentes”, como China, Brasil, Rusia…) han entrado en recesión o han empezado a desacelerar. Lo que ocurre es que el impulso de las primeras no compensa en absoluto el freno de las segundas, y de ahí que la economía mundial se esté contrayendo notablemente al mismo tiempo que presenta un panorama repleto de riesgos e incertidumbres.
Este punto de inflexión en la economía mundial viene explicado fundamentalmente por tres factores de especial relevancia que además están interconectados entre sí: el anunciado incremento de los tipos de interés estadounidenses, la caída de los precios del petróleo, y la desaceleración china.
El anunciado incremento de los tipos de interés estadounidenses. El tipo de interés de una economía es básicamente el precio del dinero. Los gobiernos suelen reducir el tipo de interés para intentar estimular el crecimiento económico (con dinero barato es más fácil endeudarse para invertir y para consumir), y suelen aumentarlo para lograr el efecto inverso: enfriar la actividad económica (con dinero caro es más difícil endeudarse para invertir y para consumir). Con la irrupción de la crisis financiera del año 2008 originada en Estados Unidos, el tipo de interés de las economías occidentales desarrolladas fue reducido a mínimos con la intención de contrarrestar la caída de la actividad económica. Ello tuvo como consecuencia que enormes cantidades de capitales abandonaran estas economías, pues el dinero busca siempre tipos de interés elevados porque de esta forma se revaloriza más. Estos capitales acabaron en economías que tenían tipos de interés más elevados, fundamentalmente en las “emergentes”. Ni que decir tiene que esta entrada de dinero contribuyó a mejorar la actividad económica en esos países.
Pero unos seis años más tarde, en el primer semestre de 2014, la economía estadounidense empezó a mostrar destacados signos de mejora y de crecimiento, de forma que la institución que controla el tipo de interés –la Reserva Federal– señaló la posibilidad de incrementarlo. Debido a este anuncio, muchos inversionistas comenzaron a retirar sus capitales de los países emergentes y a volver a colocarlos en posiciones estadounidenses. Este fenómeno se fue incrementando con el paso del tiempo a medida que se acercaba la subida de tipos de interés en EEUU. En los últimos 13 meses las 19 mayores economías emergentes han registrado salidas netas de capital por valor de 940.200 millones de dólares, lo que equivale a más del 80% del PIB español. EEUU todavía no ha aumentado los tipos de interés, pero la Reserva Federal ha anunciado que si todo va bien lo hará antes de 2016. Si ello ocurre, evidentemente la huida de capitales de los países emergentes será mayor y con ella los problemas económicos de estos países.
La caída de los precios del petróleo. También en el primer semestre de 2014 los precios del petróleo cayeron súbitamente desde uno de sus niveles más altos (110 dólares por barril de Brent) a uno de sus niveles más bajos (50 dólares por barril de Brent). Muchos analistas vieron en este movimiento la mano evidente de Estados Unidos y su país aliado Arabia Saudita al forzar la caída de los precios y así provocar un duro golpe económico a sus rivales geopolíticos (Rusia, Irán y Venezuela, fundamentalmente) puesto que sus economías dependen fuertemente de las ventas de crudo (con un precio tan reducido, los ingresos por ventas también lo son). Al mismo tiempo que a estas economías “emergentes” la caída del precio del petróleo les está provocando enormes quebraderos de cabeza, a las economías occidentales importadoras de petróleo les está viniendo de perlas (sus facturas son ahora mucho más livianas).
La desaceleración china. De nuevo fue el primer semestre de 2014 el periodo que marcó un punto de inflexión en China, pues su economía comenzó a perder tracción. Para contrarrestar este freno, el gobierno estimuló directamente las bolsas chinas, pero con el fatídico desenlace del surgimiento de una enorme burbuja bursátil e inmobiliaria que estalló el pasado junio. Pero el mercado de valores no es el único afectado: la producción también ha quedado muy tocada. Ayer conocimos que el indicador PMI de las manufacturas chinas (Caixin-Market) ha caído hasta su menor valor en seis años y medio. El gobierno chino es totalmente consciente de la situación y por eso ha devaluado en varias ocasiones su moneda, con la intención de fomentar sus exportaciones. Todos los indicadores apuntan a que China está resfriada; aunque aún es pronto para saber cuánto lo está y si sus movimientos provocarán una auténtica guerra de divisas (todos los países devaluando sus monedas para ganar competitividad vía precio; como ya ha ocurrido en Kazajstán, Malasia, Turquía, Nigeria, Vietnam, Indonesia…).
Lo que sí está claro es el impacto que ha tenido ya esta desaceleración. Téngase en cuenta que China es la segunda mayor economía del mundo y el país que ha actuado como locomotora del planeta durante los últimos años comprando y vendiendo en cantidades mastodónticas. Al dejar de crecer a tanta velocidad, y al disminuir el volumen de compras a otros países (las importaciones chinas cayeron en julio un 8,3% y en junio un 6,1%), las ventas de esos países se han visto notablemente afectadas. El impacto es particularmente llamativo en América Latina, ya que China es el principal comprador de las materias primas que ofrece esta región (tan sólo cuatro productos primarios –hierro, soja, petróleo y cobre- suponen el 75% de todo lo que compra China allí). De ahí que el precio de las materias primas lleve tiempo descendiendo: para no ver muy mermadas las ventas las empresas exportadoras de estos productos están reduciendo los precios. Esta misma semana el índice que aúna las cotizaciones de las materias primas se ha desplomado hasta niveles de hace 16 años. Ni que decir tiene que el futuro no es esperanzador: la devaluación de la moneda china (que se prevé que continúe hasta caer un 10% su valor) provocará que a las empresas chinas les salga más caro comprar productos en el extranjero, de forma que el efecto recesivo sobre el resto de países se seguirá haciendo notar. Eso sí, el impacto en Europa será menor porque, exceptuando el caso de Alemania, las ventas europeas no dependen tanto de China.