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Las mareas ensayan en Galicia un tsunami ciudadano

El ascenso municipal de las nuevas formaciones ofrece muchas claves de cómo pueden progresar las bases de la nueva política

A CORUÑA // Desde hace semanas, en las calles de A Coruña, Santiago de Compostela y Ferrol, convertidas desde las elecciones municipales del 24 de mayo en una cornisa revolucionaria al abrigo del Atlántico, las conversaciones giran en torno a los gobiernos locales recién elegidos. Al principio, eran muchas las voces que miraban con recelo a los nuevos regidores, pero sus pequeños gestos y su cercanía han terminado por granjearles la simpatía de sus vecinos, al menos en estos primeros pasos.

Los alcaldes de las mareas ciudadanas -los conglomerados en los que se diluyeron las marcas de Esquerda Unida, Anova, Podemos, Equo, Espazo Ecosocialista y Compromiso por Galicia para los comicios del 24-M-, han querido marcar diferencias desde el primer día con una forma de gobernar, la del bipartidismo, de la que reniegan. La primera gran polémica llegó con su decisión de no acudir a la tradicional Ofrenda del Antiguo Reino de Galicia al Santísimo Señor Sacramentado, una misa y procesión católicas en la que desde el año 1669 cargos políticos gallegos proclaman su devoción a esta figura religiosa. Una ausencia que no ocurría desde tiempos de la II República. Los alcaldes de PSOE y PP que sí asistieron al acto, presidido por el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, censuraron la actuación de sus colegas.  «Hoy el alcalde de A Coruña está donde tenía que estar, homenajeando a la ciencia y el conocimiento, y recordando a una de las coruñesas más ilustres», replicó el regidor coruñés, Xulio Ferreiro. El edil participó esa misma mañana en un homenaje a la matemática María Wonenburger, la primera española que logró una beca Fullbright para doctorarse en EEUU.

La irrupción de las mareas fue un movimiento inesperado en el anquilosado régimen político gallego, aunque hacía años que se venía gestando. Su germen se remonta a noviembre de 2002, cuando el petrolero Prestige se hundió frente a la costa de Fisterra, provocando uno de los mayores desastres ecológicos de la historia de España. «Ahí se produjo un cisma entre la sociedad civil y los gestores de las administraciones», opina Víctor Sampedro, catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política.
En los comicios del 24-M, el mapa político gallego cambió radicalmente. El sorpasso dejó al PSOE como la tercera fuerza en la cornisa atlántica, mientras el PP de Alberto Núñez Feijóo perdió 184.000 apoyos en la comunidad. «Las mareas canalizaron en Galicia el movimiento 15-M», apunta el doctor en Sociología de la Universidad de A Coruña (UdC) José Antonio López Rey.  Al voto de cabreo y descontento del movimiento indignado, macerado durante años al grito del Nunca Máis, se unió la ilusión generada a base de encuentros y asambleas abiertas inspiradas en el modelo de la Alternativa Galega de Esquerdas (AGE), el movimiento ideado por Xosé Manuel Beiras, Yolanda Díaz y el propio Pablo Iglesias en las elecciones autonómicas de 2012 que sirvió de laboratorio para la creación de Podemos.

Pablo Leira fue uno de estos jóvenes que decidió dar un paso desde el activismo medioambiental a las mareas. «Estábamos ante una oportunidad de organizarnos desde la ciudadanía, de confluir, para hacer frente al poder del 78», subraya este ingeniero informático de 31 años. La movilización social pronto se transformó en una corriente que traspasó barrios y fronteras ideológicas. Con un mensaje fresco, a pie de calle, «99 propuestas para el 99%», las mareas conquistaron los vientos de las nuevas políticas.
Alcanzadas las alcaldías, las mareas se enfrentan ahora al reto de no traicionar a sus votantes. De cumplir sus promesas electorales. En apenas una semana han dado muestras simbólicas de lo que pretenden: han sacado las investiduras a la calle, prescindido de los coches oficiales y los trajes, anunciado reducciones de sueldo -de 65.000 a 40.000 euros en el caso del alcalde de A Coruña- y paralizado desahucios. Pero queda mucho por hacer: impulsar la transparencia en las instituciones, auditar cuentas, priorizar los programas sociales, rescatar servicios privatizados y, sobre todo, generar empleo. Por ahora, los gobiernos de las mareas han paralizado ya la creación del Museo de la Automoción, impulsado por la Fundación Jorge Jove, en uno de los parques más emblemáticos de A Coruña y han dado los primeros pasos para remunicipalizar la gestión de algunos servicios, como el del agua en Santiago de Compostela. «Más allá del cambio de nombre de las calles o de la paralización del Museo del Automóvil, lo primero son las personas que lo están pasando mal», afirma el concejal socialista en el ayuntamiento de la capital coruñesa Fito Ferreiro. El PSOE apoyó la investidura de la Marea Atlántica, pero Ferreiro admite que «ahora hay que empezar a hablar». «No dimos los votos para que hicieran lo que quisieran», advierte.

En las próximas semanas, los nuevos Ejecutivos deberán confirmar que su intención transformadora va más allá de hacer cumplir la Ley de Memoria Histórica o retirar las subvenciones a los toros. Las voces críticas auguran que cuando empiecen a tomar decisiones sobre temas controvertidos, como el derribo ordenado por la Justicia de un edificio de viviendas en el centro de A Coruña, se conocerá la verdadera pasta de la que están hechos los nuevos alcaldes. «No se puede gobernar a base de símbolos», apunta el joven militante nacionalista Rubén Neira.

El PSOE arrasa en Vigo

En los bautizados como «comicios del cambio», en Vigo, la ciudad más poblada de Galicia, el alcalde  más votado fue un exministro de Felipe González cuya trayectoria política se remonta a 1982. Abel Caballero conquistó para el PSOE su única gran victoria en la comunidad con un espectacular resultado (17 de 27 escaños) que le permitió superar ampliamente al PP, y presumiblemente controlar la Diputación de Pontevedra. Su política del «agravio» de la Xunta contra Vigo ha calado en la sociedad mimetizándose en un movimiento, «el viguesismo», que no existía antes de su llegada, señala López Rey. «Habrá que ver lo que ocurre cuando Caballero no esté», se pregunta el sociólogo. El adalid de la «nueva política» del 78 ya ha anunciado que se presentará a la reelección y, si gana, también lo hará en los siguientes comicios. Los socialistas también han podido retener Lugo, aunque para ello hayan tenido que sacrificar por exigencia de Lugonovo (la marea de la localidad) a uno de sus líderes más emblemáticos, Xosé López Orozco, imputado por cohecho en la operación Pokemon.

En el otro lado del tablero se sitúa el PP, que tras las elecciones de 2011 dominaba casi en exclusiva el poder local en Galicia. Los conservadores insisten en que han sido el partido más votado, pero la única gran alcaldía que controlan es la de Ourense, en coalición con Democracia Ourensana.

Los nacionalistas han sido la otra gran víctima del auge de las mareas. Fuera de las corporaciones de Vigo y Ourense, y con una representación residual en A Coruña, el BNG concentra todo su poder local en la alcaldía de Pontevedra, donde Miguel Anxo Fernández Lores logró conservar por quinta legislatura el bastón de mando convirtiéndose, además, en la lista más votada. «Cuando el BNG es capaz de llevar adelante su programa puede convencer a la gente», remarca López Rey. «El problema –continúa el sociólogo de la UdC– es que, en buena parte de Galicia, los nacionalistas no están pillando onda y sus siglas son un lastre».

Es cierto que el partido ya «no genera la ilusión que generaba», reconoce Rubén Neira, quien achaca el desapego a los errores cometidos en sus distintas responsabilidades de gobierno y a la campaña de desprestigio de algunos medios de comunicación. «La marca BNG trae errores detrás», lamenta.
En los últimos días, el portavoz nacional del BNG, Xavier Vence, ha lanzado la idea de «conformar una candidatura gallega de unidad» para los comicios estatales, una marea gallega de la que los nacionalistas no quieren quedarse al margen. «Las mareas no son sólo Podemos, en ellas hay parte del discurso del BNG», recuerda Neira, quien insiste en la necesidad de alcanzar un «programa de mínimos» en el que se reconozca a «Galicia como un sujeto político con identidad propia». Precisamente, la heterogeneidad de las mareas ciudadanas se advierte como su principal debilidad: demasiadas sensibilidades para ponerse de acuerdo en un programa de gobierno más allá de enfrentarse a un enemigo común, el PP.

Son muchos los padrinos que han surgido para pilotar esta marea galega, aunque por ahora ninguno renuncia a llevar la voz cantante. A la oferta del BNG ya ha dicho no el alcalde de A Coruña, quien aboga por un «liderazgo ciudadano». «Nadie la debe capitalizar, hay que dar el liderazgo a la ciudadanía», asegura Ferreiro. Paralelamente, Podemos e Izquierda Unida mantienen en Galicia un juego de seducción para atraer a las mareas. El partido de Pablo Iglesias, consciente de la idiosincrasia propia «del ecosistema político gallego», ha abierto la mano a una candidatura de confluencia, aunque se mantiene en su idea de amparar la lista bajo el paraguas de Podemos. Por su parte, el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, viajó el pasado mes de julio a Galicia para reunirse con los alcaldes y establecer las bases de una «candidatura de unidad popular». Pese a las discrepancias, «la marea gallega es viable ya que hay una confluencia en la base electoral», sentencia López Rey.

«Pero un adelanto electoral alteraría muchísimo las posibilidades de consolidación de esta plataforma», tercia en este punto Víctor Sampedro, quien se muestra «pesimista» a la hora de fijar los plazos, los calendarios y los recursos para llevarla a cabo. No obstante, este experto coincide en que sí  existe «una base común» para configurar una marea galega. «Galicia es un banco de pruebas, un laboratorio político que antecede y da muchas claves de cómo pueden desarrollarse los hilos de la nueva política», sostiene.

El diálogo político de los próximos meses marcará el futuro de esta alternativa a la que deberá enfrentarse el PP. Tras la debacle del 24-M, Núñez Feijóo ha encargado al ex alcalde de Ferrol, José Manuel Rey Varela, una ponencia para reactualizar los postulados políticos de la formación conservadora. El tiempo del cambio ha llegado para todos.

[Este artículo forma parte del reportaje sobre las mareas atlánticas publicado en el número especial de verano de la revista La Marea, todavía a la venta en quioscos y aquí]

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