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Golpe de Estado latente

El lunes en Subijana se inicia la acampada internacional contra el fracking, la Frackanpada.

Luis Karlos García* // A estas alturas huelga decir que hay un golpe de Estado global en marcha, una guerra muda con un eco atronador. La bomba unas veces se llama TIPP, otras TiSA, pero su explosión es siempre devastadora en términos de soberanía. Las alimañas desreguladoras resultan finalmente ser normativizadores bien diestros, eso sí, en la sombra. Por eso vamos a hablar de ello alto y claro en Subijana, a partir del lunes, en el marco de un acuerdo libre y sin comercio: la Frackanpada, Acampada Internacional contra el fracking.

Recordemos un caso epatante. Chubut, Argentina; una fotógrafa del movimiento contra la implantación de la minería capta una imagen estruendosa: muestra el celular de un diputado recibiendo un mensaje con órdenes precisas de una empresa minera sobre el articulado que debía modificarse en el texto legal a discusión en ese instante.

La política representativa se resiste, pero no deja de desangrarse. Hoy no se delibera en los foros que diseñó al efecto. Antes bien, se hace en dos sentidos: uno, en las plazas, en asambleas, pues, como dice María Galindo, “la calle es el único foro político real”; el otro luce en lujosas salas de juntas corporativas, lejos del teatro de operaciones… Pero, hablando de teatro, ¿qué tipo de obra es esta?

Golpe que complementa guerras

Esta obra es una tragedia. Y es que en este caso las guerras ya vienen de fábrica, como para preparar el golpe. Quizás sea por algo que apunta Marina Garcés: “El sistema no funciona, triunfa porque se impone. Por eso la actual crisis no es una disfunción o una excepción. Es la ofensiva de todo un sistema de poder que para afirmarse no puede dejar de combatirnos”. En ese sentido, por ejemplo, ¿qué es el fracking? ¿Cómo explicarse semejante despliegue agresivo, casi autodestructivo? Una respuesta sería que el capitalismo se ha visto en la necesidad de dar un paso más allá, porque ya es cuestión de supervivencia para él (y para nosotras). Por eso nos declara la guerra. Todo es una cadena: soldados y drones trituran sociedades periféricas, igual que los dictados neoliberales pulverizan economías productivas, igual que el extractivismo machaca áreas naturales en busca de recursos, etc.

Visitemos algunos frentes. Sobresale la figura del desplazado medioambiental, quien debe abandonar sus tierras a causa de enfrentamientos bélicos que no ocultan sino una pugna por bienes comunes. El territorio ocupa todo el ancho del punto de mira. Para muestra el botón que aporta Ana Esther Ceceña sobre México y sus 100.000 personas desparecidas: “México se ha convertido en cementerio de pobres y migrantes a los que se extorsiona, se secuestra para trabajo esclavo, se mata con tremendo salvajismo para amedrentar y disciplinar a los otros o se mata masivamente.  (…)  Lo que es evidente es el acaparamiento de tierras, de negocios, de recursos y de poder a que esto da lugar.  Cada vez hay más desplazados y más desposeídos (…)”.

El extractivismo es autorreferente. En Latinoamérica, por ejemplo, tiene una retórica que busca presentarse como gran valedor del progreso de los nadie. Mentira. Pablo Dávalos recordaba cómo en Ecuador se produjo una inversión de 43.000 millones de dólares entre el 2011 y el 2012, dinero que revierte en el extractivismo, pues las infraestructuras que se dicen implementar para el pueblo lo son para aquel: “Se construyeron carreteras, hidroeléctricas, pero estas no tenían que ver con las necesidades de la población sino con la geopolítica de los recursos naturales. Se construyeron carreteras para permitir que la minería exporte a los puertos de transferencia”.

Por lo demás, el gran asalto al medio natural que actualmente opera esta suerte de capitalización del territorio conlleva muchos destrozos, pero poco se remarca el hecho de que esté aniquilando también el gran reservorio de estrategias de vida que albergan pueblos y comunidades del mundo, probablemente la única llave para una supervivencia en medio de este caos provocado.

“La hora de los movimientos”

Esto es lo que hay. En el presente ciclo del capitalismo (acumulación por despojo), se acabó el tiempo de contemporizar. O hay confrontación y conflicto, o es que estamos muertos. En palabras de Raúl Zibechi, “las reformas que millones reclaman implican resistencias de los de arriba, intensificación de los conflictos. Es, otra vez, la hora de los movimientos”. Hay que seguir lo que pasa con atención. El combate contra el extractivismo que sobresale a nivel mundial (léase minería, fracking, transgénicos, etc.) ya marca un camino en las luchas de cuestionamiento del capitalismo.

No entender el estado del mundo actual es colaborar con su perpetuación. Lo ha descrito muy bien el periodista Chris Hedges: “Sólo quienes aceptan la posibilidad muy real de la distopía, del auge de un despiadado totalitarismo corporativo, reforzado por el aparato de seguridad y vigilancia más terrorífico en la historia humana, podrán llevar a cabo el autosacrificio necesario para la sublevación”.

Luis Karlos García es periodista y miembro del movimiento antifracking vasco.

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