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Euforia en las calles de Atenas tras el “no” de Grecia a la propuesta de la UE
Los jóvenes en la plaza de Syntagma coreaban: “Ahora son los ricos los que tienen miedo”. Tras el triunfo del "No", el pueblo griego confía en un cambio en sus relaciones con la Unión Europea
ATENAS // “Estamos haciendo historia”. Yannis, joven de 23 años y estudiante, ondeaba una bandera de Syriza en la plaza Syntagma, abarrotada desde antes de que se conociesen los resultados finales del referéndum que dio la victoria al “No” por un abrumador 61%. En la calle sí que existía la sensación de que las tesis defendidas por Syiriza podían imponerse. Sin embargo, la brutal descompensación con los mensajes que llegaban desde los medios hacía que nadie se atreviese a un vaticinio seguro. Al final, Alexis Tsipras, primer ministro, pudo presentarse como triunfador de la noche y lanzar un mensaje a Bruselas: volverá a negociar pero bajo unos límites. Hacer frente al problema de la deuda y solventar la estabilidad de la banca griega serán sus dos objetivos, según anunció en un discurso televisado. Para entonces, la mítica plaza ateniense escenario de tantas batallas era un festival. Tenían una noche para celebrar antes de que hoy se reanuden las conversaciones con las instituciones (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo).
“Confío en un acuerdo rápido. Tsipras va a decir en Bruselas que no puede ignorar la palabra del pueblo y seguir con las políticas de austeridad”. Thomas Tsoupos dejaba claro que la verdadera partida llega ahora. Que lo que el primer ministro griego ha obtenido es un aval para seguir peleando en Europa. Como él, miles de personas abarrotaban Syntagma, donde podían verse algunas banderas republicanas y uno de los gritos más coreados era “Syriza, Podemos, venceremos”. Si algo dejan claro los defensores de las tesis del Ejecutivo es que, desde que Tsipras llegó al poder, la soledad en Europa ha sido absoluta. Por eso confían en victorias de Podemos en España y del Sinn Fein en Irlanda como el inicio de un nuevo eje en la unión.
La euforia noctura fue el colofón de una jornada muy tranquila. Se cumplió el tópico que dice que en los barrios pudientes había más apoyo a las políticas de austeridad por el efecto del discurso del miedo, mientras que, en las zonas más populares, se impone la lógica de “no tengo nada que perder”. “Nos queremos quedar en Europa. E incluso si vencen los rivales, estoy seguro de que habrá otro memorándum y terminaremos pagándolo más caro”, argumentaba Nikos, un hombre que hacía cola en un cajero de Kolonaki, una de las zonas más acaudaladas de Atenas. El control de capitales cumple hoy una semana así que la gente está harta de ser fotografiada mientras guarda su turno.
En los lugares donde no hay trabajo, por el contrario, lo de las instituciones se ve como algo más lejano. Claro que tiene importancia las decisiones que se imponen, pero las urgencias son otras, aunque tengan relación. Es el caso de Eftigia Vasca, que ejercía de matriarca en el barrio de Neos Kosmos, cerca de la Acrópolis, y que señalaba que votaba “por mis hijas, que todas han estudiado y ninguna tiene trabajo”. Aquí era difícil encontrar a alguien que abogase por la austeridad. Cuando el ajuste ahoga nadie puede defender que le aprieten todavía más.
Al final, aunque la prensa hubiese vendido un empate técnico, era evidente después de hacer un recorrido por los colegios electorales que el “no” tenía ventaja. Sin embargo, nadie se atrevió a vaticinar tanta holgura. Hay que tener en cuenta que Syriza tuvo un 36% de apoyos por lo que el aval recibido sobrepasa al apoyo del partido. Ahora Tsipras tendrá que saber gestionarlo y, sobre todo, negociar con una Troika que no tiene interés en dar marcha atrás. Especiamente, teneniendo en cuenta que una de las claves que explica la falta de flexibilidad de las instituciones es el miedo a un efecto contagio que pudiese cambiar la correlación de fuerzas en Europa. Por decirlo claramente: Angela Merkel teme una victoria de Podemos en Madrid y otra del Sinn Fein en Dublin ya que éstas podrían suponer el principio del fin de las políticas de austeridad.
“No podemos seguir así. Llevamos ya cinco años”, remarcaba Konstantinos Millonis, miembro de Syriza y que montaba guardia, bajo un calor abrasador, en el barrio de Peristeri. “Somos pobres, estamos votando por la dignidad”, afirmaba. En zonas como ésta era difícil encontrar a alguien que fuese a votar “sí”. Aunque lo verdaderamente complicado era hallar a algún vecino con trabajo, lo que deja claro el nivel de la urgencia social. En paro está Dimitris, que dejó de trabajar hace tres años y medio en una empresa dedicada al mármol. Incluso colaboraba con una compañía de Donostia. “No es que la gente no quiera trabajar, es que han destruido todo”, afirmaba. Votó “no” y protestaba por el hecho de que “la gente ha pagado los errores de los políticos anteriores”.
En medio de la euforia los jóvenes en Syntagma cantaban “ahora son los ricos los que tienen miedo”. Este es un sector clave para la victoria del bloque antiausteridad. Por debajo de los 30 años el apoyo al “no” y el aval a Syriza se dispara. Tsipras tiene un gran reto: mantener todo ese plus de legitimidad.
No parece que los próximos días vayan a ser sencillos para el primer ministro griego. El ministro de Finanzas, Yannis Varoufakis, ha presentado la dimisión para facilitar el acuerdo. Habrá que ver si tiene efecto. Atenas tiene una urgencia: poner fin al control de capitales que lleva en marcha una semana y que ha obligado a mantener los bancos cerrados. A partir de ahí, Tsipras tratará de llegar a un pacto que sabe que no tiene por qué ser bueno pero que puede redefinir el modelo de Europa. El “no” a la austeridad fue tan sonoro que sería incomprensible que Bruselas no lo escuchase. La noche del gran no en Atenas fue larga. El siguiente movimiento será de los acreedores. Y saben que lo que se están jugando es la estructura de todo el continente.