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La primera vez que una troika intentó someter a Grecia
La Grecia moderna nació hipotecada por la guerra de independencia contra el Imperio Otomano y un macropréstamo de las potencias protectoras
Artículo publicado en el número de julio-agosto de La Marea, a la venta en quioscos y en nuestra tienda online
La lucha por la independencia del pueblo griego ha sido condicionada por obligaciones financieras y la influencia de poderes extranjeros desde el mismo origen de este Estado moderno, en el siglo XIX. La guerra de independencia contra los otomanos fue financiada en buena parte desde el extranjero, con lo que el nuevo Estado ya nació endeudado. Después de haber liberado gran parte del territorio del dominio del Imperio Otomano y del asesinato del primer presidente griego, Ioannis Kapodistrias, en 1832, las tres potencias protectoras –Reino Unido, Francia y Rusia– impusieron una monarquía y eligieron a Otto I de Grecia, hijo del rey Luis de Baviera, para llevar la corona.
El joven monarca llegó al Mediterráneo acompañado por un ejército de funcionarios, técnicos y empresarios bávaros y una tropa de 3.500 mercenarios alemanes. Trasladó la capital de Nauplio a Atenas, donde levantó el palacio que hoy es sede del Parlamento griego. Otto tenía como objetivo construir un Estado moderno sobre la que era una antigua provincia otomana destruida por la guerra, siguiendo modelos alemanes para las escuelas y tribunales. Todos sus ministros eran alemanes, lo cual despertaba recelos en la población. El nuevo rey incluso introdujo la Ley de Pureza de la cerveza bávara.
Las potencias protectoras –la troika de británicos, franceses y rusos– concedieron a Grecia un macropréstamo de 60 millones de francos para ser pagado en tres tramos. El coste de montar la administración pública junto al pago de los intereses a los acreedores –entre ellos el banco Rothschild–obligó a Otto a subir los impuestos, lo cual no contribuyó a mejorar su popularidad. En 1843 una revuelta terminó con lo que llamaron «bavarocracia» y el rey tuvo que aceptar una Constitución, un Parlamento y un Consejo de Ministros con políticos griegos.
En cualquier caso, lo que más lastraba las maltrechas finanzas helenas eran las aventuras bélicas. Los miembros de la troika intentaron usar el país para sus fines geopolíticos, que además chocaban entre sí. Rusia animaba a Otto a atacar al Imperio Otomano y reconquistar los territorios e islas donde habitaba una mayoría griega para expandir el área de influencia rusa hasta el Mediterráneo. Pero el Reino Unido quería proteger al Imperio Otomano para frenar la ambición expansionista de los zares.
Cuando Otto quiso apoyar con tropas la campaña rusa contra los otomanos en Crimea, en 1853, la Armada británica lo evitó bloqueando el puerto de El Pireo. Esta muestra de debilidad fue otro golpe importante al prestigio del rey.
Por su parte, la troika decidió no ingresar el último tramo del préstamo de 60 millones de francos. Para evitar la bancarrota del país, Luis de Baviera ayudó a su hijo con un crédito. Tras la abdicación de Luis en 1848, el Parlamento bávaro solicitó la devolución de estas ayudas a Grecia y el ya ex rey de Baviera lo hizo recurriendo a su fortuna personal. La deuda pública se convirtió así en deuda privada.
Los griegos acabaron en 1862 con 30 años de reinado del impopular Otto, que se exilió y dejó en suspenso la deuda contraída con la familia real bávara. Los descendientes del rey Luis, sin embargo, no renunciaron a recuperar el crédito concedido y pidieron ayuda a otro Otto von Bismarck, el poderoso canciller de la recién unificada Alemania.
En 1880, el dirigente alemán consiguió un compromiso tras arduas negociaciones con Atenas. Los griegos pretendían extender el plazo de devolución hasta 20 años, pero finalmente aceptaron pagar 2,6 millones de francos a los bávaros de una vez. A cambio les fueron condonados los intereses acumulados a lo largo de los años.