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Cibeles no es lugar para Mourinhos

El estilo político de Esperanza Aguirre es el mismo que el de Mourinho, sostiene el autor. Con el exentrenador del Madrid los jugadores solían acumular sanciones por la agresividad física y verbal.

Probablemente la penúltima vez que Esperanza Aguirre dijo una verdad fue cuando explicó que ella era “de Mourinho a muerte”. Mourinho apostaba por un tipo de juego que prescindía del balón, la diversión y la vistosidad y optaba por la agresividad y la máxima tensión que se pudiera alcanzar. Y trataba de eclipsar la rudeza de su juego (y cualquier mal resultado) con ruedas de prensa y filtraciones a periodistas afines obscenamente victimistas pero sobre todo crispadísimas, en un mundo, el del fútbol, que tan fácilmente convierte un juego para divertirse en una cuestión por la que vale la pena repartir palos. Eso es lo que defendía Esperanza Aguirre diciendo que “además de entrenar, comunica”.

El estilo político de Esperanza Aguirre ha sido el mismo. Con Mourinho los jugadores solían acumular sanciones por la agresividad física y verbal (lejos de suponer autocrítica eso era abono para su victimismo); como gobernar es algo más importante que entrenar a un equipo de fútbol, sus principales jugadores no descansan viendo el partido desde el palco (eso lo hacían cuando todo iba bien) sino desde la cárcel, que aún hay clases y no es lo mismo insultar a un árbitro que levantarte 500 millones de euros en la trama Púnica.

El mal juego diseñado por Esperanza Aguirre no suponía una hora y media de mal fútbol sino deterioro de servicios públicos fundamentales (a cambio de esos millones de euros que circulaban), vulneración de derechos, desarrollo de una red caciquil, de un sistema mediático servil… Algo más serio que el mourinhismo pero engrasado con la misma estrategia comunicativa: ese victimismo feroz y una crispación como forma de generar piña en defensa de lo indefendible. Sus fracasos son porque Madrid, España, la civilización cristiana y occidental, la democracia… están siendo acosados ya fuera por Montoro y Rajoy o por los soviets y la ETA madrileña, tanto da.

En ambos casos, por cierto, el modelo precisa de una prensa obscenamente servil. Cabe recordar aquel Marca dirigido por Inda (sí, Inda, este Inda) que sirvió, muchas veces rozando el ridículo más patético, a la campaña ordenada por Florentino Pérez para reemplazar al entrenador del Madrid por Mourinho, el sostén mediático que tuvo éste durante tiempo y cómo la desaparición de ese apoyo lo dejó desnudo. La red clientelar mediática que ha dispuesto Aguirre (mediante Telemadrid, el reparto de licencias de TDT y en casos como el de Libertad Digital, la financiación a través de Bárcenas) no merece mucha memoria porque la tienen presente incluso quienes no viven en Madrid.

Ambos generan una crispación en terrenos peligrosos, la política y el fútbol, en los que tan fácil es que prenda el odio y se transforme en violencia. No cabría otra forma. Nadie toleraría sus propuestas (deportiva y política) sin esa exigencia ciega de adhesión frente a un enemigo que es el culpable de sus desmanes. Ninguno supo perder y prefirió ganar con las trampas que fuera menester y en caso de no poder ponerlas en marcha no reconocieron la derrota: Aguirre disfrutó del tamayazo, financió la teoría de la conspiración del 11-M para deslegitimar las elecciones de 2004 y pronto dirá que le daría vergüenza gobernar como Carmena, igual que Mourinho habría sentido vergüenza de ganar como Guardiola, tan digno él.

A los dos les funcionó durante un tiempo. Pero ambos salieron de Madrid derrotados y con una opinión pública que al fin repudiaba mayoritariamente sus prepotencias y malos modos. Salvo, en ambos casos, el reducido pero ruidoso grupo de ultras, que son fieles y siempre lo son a cambio de algo.

La penúltima vez que Aguirre dijo la verdad fue cuando se declaró mourinhista. La última fue más reciente: en campaña aseguró que no usaría el despecho de la alcaldesa en Cibeles. Y lo cierto es que no lo va a usar. En eso también se parece a Mourinho: ambos se presentaron como los ganadores imparables y Mourinho, como Esperanza Aguirre, apenas pisó Cibeles.

                                                  Hugo Martínez Abarca es diputado autonómico madrileño por Podemos (miembro de Convocatoria por Madrid)

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