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Quien esté libre de culpa que lea su primer tweet

"¿Qué hay de todos aquellos servidores políticos que han atacado impunemente a la ciudadanía con declaraciones intolerables en una democracia?", se pregunta el autor

En 1212, cuando España no era España, los incipientes españoles de bien despeñaron por los desfiladeros a los perros infieles que perdieron la batalla de Navas de Tolosa. Cuentan que un milagroso labrador, entonces llamado Isidro, a secas, indicó a los ejércitos cristianos el paso por dónde evitar las tropas almohades para ganar la batalla.

Desde entonces, la puerta de Andalucía sigue conociéndose, sin mayor problema, por el xenófobo y criminal nombre de Despeñaperros.

Parece que 800 años son suficientes para no reparar en sensibilidades.

Madrid, ciudad de San Isidro, acaba de saber de la dimisión de su concejal de Cultura, Guillermo Zapata, por unos lamentables tweets que escribió hace cuatro años. Se ha vuelto a escandalizar esa parte hipócrita del ser humano que recuerda a Caifás rasgándose las vestiduras. Presumo que miles de personas deberían dimitir como twitteros por la cantidad de sandeces que defecan con sus pulgares.

Zapata contó chistes impresentables, de esos que muchos hemos contado cuando éramos jóvenes sin pensar en el daño que podríamos hacer a amigos maricones que no salían del armario en los años 80 (además, era imposible imaginar que alguno de nuestros amigos pudiera ser gay) o estigmatizando a gitanos con gracietas recurrentes. Chistes machistas donde las mujeres solían ser objetos o como mucho putas. Sí, por suerte, por cultura y por justicia, hoy no está bien visto ese humor donde triunfaban cada Fin de Año en la televisión pública Martes y Trece. ¿Recuerdan?: “¡Mi marido me pega!”o “¡Soy maricón, maricón de España!”.

El neonato concejal ha dimitido en diferido por algo que hizo mal cuando no era cargo público. Se evidencia que la moral, la ética y la estética son suficientes para que nadie se aferre a un sillón sin necesidad de estar imputado o tener que esperar la condena de un juez.

Guillermo Zapata, culpable, sin excusas. Sin esclusas.

Entonces, con este mismo criterio, ¿qué hay de todos aquellos servidores políticos que han atacado impunemente a la ciudadanía con declaraciones intolerables en una democracia?

Pido el apoyo del Sanedrín mediático para despeñar de sus cargos públicos a:

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, por calificar, hace unos días, de “excéntricos y sectarios” a los representantes de más de la mitad de la ciudadanía que ha votado otras opciones políticas. No sólo ha ofendido a la población sino que ha puesto en duda unos pactos conforme a derecho, demostrando unos hilillos antidemocráticos.

Cristina Cifuentes, próxima presidenta de CCMM de Madrid, que en 2012, siendo delegada de Gobierno, arremetió contra los conciudadanos que rodeaban el Congreso relacionándolos con los nazis. O por, un año después, vincular a las personas que intentaban parar los desahucios con los etarras.

Esperanza Aguirre, concejala del ayuntamiento de la Villa y Corte, que en los días previos a las últimas elecciones locales insultó a los parados y a los becarios acusándoles de estar un año sabático en el sofá mientras cobraban del Estado.

Rafael Hernando, actual portavoz del PP en el Congreso, que en 2013 declaró: “Algunas víctimas del franquismo sólo se acuerdan de sus padres cuando hay subvenciones”. No hay más, su señoría.

Andrea Fabra, diputada por Castellón. Hace tres años repitió un improperio vergonzante en el templo de la representación popular, el enjaulado Congreso, cuando se aprobaron los recortes de la prestación por desempleo, deseando sexo a los parados. “¡¡Que se jodan. Que se jodan!!”.

Marina del Corral. En 2012, siendo secretaria general de Migración e Inmigración, se rió del dolor de las familias separadas al asegurar que es el “espíritu aventurero” lo que empuja a los jóvenes a buscar trabajo fuera de España.

Josep Antoni Duran i Lleida, actual diputado por Barcelona, que en 2011 realizó declaraciones xenófobas contra los andaluces afirmando que “están todo el día en el bar”.

Artur Mas, president de la Generalitat, por mofarse del dialecto andaluz y su cultura. “Los niños de Sevilla hablan castellano pero no se les entiende”. Por insultar y denigrar a menores de edad.

Que Santiago Matamoros nos coja confesados.

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