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Crónica del primer día de la Valencia post Partido Popular

La conformación de la Mesa de les Corts propulsa el pacto de izquierdas en la Generalitat Valenciana

SERGI TARÍN // A las 10.00 de la mañana, media hora antes de la conformacion de las nuevas Corts, todo está en el aire y en ebullición. Mónica Oltra fuerza a Ximo Puig a una conversación de última hora. El día anterior, el socialista la había dejado plantada a las 16.00 horas a la puerta del teatro Micalet para irse a negociar con Ciudadanos, prioridad del lermismo, la omnímoda familia derechona del PSPV y con una gran influencia sobre Puig. Pero como el diálogo con Carolina Punset no cuajó, los socialistas recogieron y buscaron, ya entrada la madrugada del jueves, reconducir el pacto con Compromís. La charla entre Oltra y Puig pretende serenar el debate y enterrar desafecciones. El PSPV acabará la mañana entre dos aguas: votando a Compromís y a Ciudadanos para la Mesa de les Corts en detrimento de Podemos, la tercera pata del pacto. Hay sonido ambiental y todo transcurre sobre un finísimo alambre. Mientras tanto, un fragmento del aparato socialista, hecho con tecnología de los ochenta, Ciprià Ciscar y José Luis Ábalos,desayuna café con leche en un bar cercano a Blanquerías. Lluismi Campos, negociador de Compromís, saluda en Twitter: “Good morning Vietnam”.

Pero dentro del hemiciclo todo son amabilidades y adulaciones. Mireia Mollà (Compromís) y Clara Tirado (PSPV-PSOE) llegan juntas en franca alianza contra la corrupción. Son las dos diputadas que denunciaron  Rafael Blasco por el saqueo de los fondos de Cooperación y el lunes lo verán entrar en prisión. Cerca, Enric Morera inyecta aceite entre bancadas y escaños para hacer más dóciles los vasos comunicantes. De hecho es el primer diputado de Compromís en saludar públicamente a Ximo Puig. ¿Y yo qué?, le dice Mónica Oltra al líder socialista cuando éste hace el gesto de pasar de largo. “Pero Mónica…”. Y es el abrazo más mediático de la mañana.

La sesión se inaugura con el discurso del diputado socialista, locutor y escritor, Fernando Delgado. Es el más mayor de la cámara y le corresponde iniciar la legislatura. Lo hace con un alegato de unos veinte minutos centrado en la fortaleza, la necesidad y la proximidad de la palabra. Es un texto lleno de alusiones a autores valencianos: Blasco Ibáñez, Rafael Brines, Manuel Vicent… Y sobre todo Vicent Andrés Estellés y Joan Fuster. Estas referencias provocan gestos de civilizada repugnancia dentro de la menguada bancada del Partido Popular. Por ejemplo, Rita Barberá tiene muestras de indomable animadversión transformada en coreografía de sonrisas burlescas, suspiros al techo y percusión impaciente de dedos sobre la taula.

Poco a poco, la urna va destilando los nombres de la Mesa. La presidencia es para Francesc Colomer, el expresidente del PSPV en la Diputació de Castelló que amargó los últimos años del cargo público del presidiario Carlos Fabra. El nuevo jefe de la cámara reivindica la política como «última trinchera de la gente humilde». Y en un gesto que quiere indicar un giro hacia nuevos tiempos, ordena enviar los canapés de la recepción institucional a un comedor social. Posteriormente, Puig elogia al compañero de formación: «es bueno que el insultado sea presidente y quien insulta esté en la cárcel». Nuevamente la referencia a Carlos Fabra, quien llegó a tachar a Colomer de «hijo de puta». Pero Puig no solo se dedica a los reconocimientos, también al diagnóstico de los controvertidos pactos de izquierda: «se ha suspendido, pero no se ha roto [la conversación con Compromís]. Se reanudará».

Dicho y hecho, a las cinco de la tarde hay una nueva cita para firmar el pacto del qué: los cinco puntos de los contenidos programáticos medulares. Es el Acuerdo del Botánico, el jardín de las conversaciones. La foto deja a Oltra entre Montiel y Puig avanzando por el pasillo principal del parque. «Las mujeres primero», ironiza Oltra. Hay alegria prudente y tensión, mucha, acumulada de días. «He perdido cinco kilos», reconoce Montiel. Y Oltra ha vuelto a fumar, aunque todavía no compra tabaco (sólo lo pide) en un síntoma de fumadora reconducible.

Ya después de la firma, ante algunos representantes de la sociedad civil y los sindicatos, los líderes hablan bien llenos de paciencia. «¿Se le ha pasado el enfado?, le preguntan a Montiel por la espantada matutina del PSPV. «Un poco», reconoce. Y el mismo Puig elogia el espacio de verdes y de alturas como símbolo de «serenidad». Finalmente, Oltra se desvincula como «protagonista o antagonista de una película de Disney dode no he sido precisamente la hada buena». Ella cree que los medios de comunicación le han sido hostiles durante las últimas jornadas de titubeos y de incógnitas.

Ya a solas, sin el protocolo de los micros, Oltra y Puig se citan para el día siguiente [hoy viernes] para empezar a hablar del quién. Quedan a las cinco. «Con puntualidad alemana», pide Oltra, que es nacida en ese país, en Neuss. «Tu parte alemana me gusta». «Ya te gustarán más partes!». Y Puig se ruboriza de arriba a abajo: «Bueno, bueno, me voy a Alicante…», pronuncia con el tono de quien dice que marcha a las Antípodas o al África profunda, allá donde los avestruces clavan la cabeza bajo tierra.

[Artículo publicado originalmente en La Veu del País Valencià]

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