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François Ralle Andreoli: “Necesitamos sacar a los griegos de su aislamiento”
Miembro de la dirección del Parti de Gauche francés y de la Asamblea por una Sexta República, Ralle Andreoli mantiene que “España podría ser el segundo polo del cambio”
BARCELONA // François Ralle Andreoli se unió en 2011 al Parti de Gauche (Partido de la Izquierda) francés, una de las fuerzas que se integraron en el Front de Gauche (Frente de Izquierdas) en 2009. Actualmente forma parte de la dirección del partido, así como de la Asamblea por una Sexta República, que trabaja por un nuevo proceso constituyente en Francia. Hace más de diez años que vive en España, donde ha seguido de cerca los procesos de unidad popular que han dado frutos en las últimas elecciones municipales. La construcción de un cambio a nivel europeo, defiende, debe partir de la colaboración con los movimientos ciudadanos y de una renovación profunda de las estructuras de los partidos de izquierda.
Hace apenas dos años le pedíamos a su compañera Martine Billard algún consejo sobre la experiencia del Front de Gauche (Frente de Izquierda) en Francia. Hoy, Ada Colau y Manuela Carmena pueden ser alcaldesas en Barcelona y Madrid. Parece que hemos avanzado muy de prisa…
Es la prueba de que a nivel internacional siempre debemos mirarnos los unos a los otros y apoyarnos, porque el que es pequeño en un momento, al día siguiente puede que encuentre la clave. Creo que hay tres modelos de éxito político para la izquierda europea: el modelo Syriza, la integración trabajada en una lenta maduración; el modelo de Podemos, que creo que ha renovado mucho la propuesta de la izquierda quitándole sus etiquetas, sus tradiciones lingüísticas, renovando el discurso y las formas; y el de unidad popular de las plataformas ciudadanas municipales en España, que es una fórmula que ha demostrado que suma muchísimo.
¿Es una experiencia a replicar en Francia?
Este modelo también se está poniendo en práctica en Francia: una fórmula de coalición que consiga integrar a los partidos organizados pero no como una suma de siglas, como hizo el Front de Gauche con su organización burocrática donde se pacta entre partidos, sino desde abajo, con primarias abiertas, financiación transparente, programa participativo… Hay una cosa esencial: la presión que se ejerce sobre Grecia y sobre la que tendría que ser la nueva alcaldesa de Barcelona; en cuanto ganan las fuerzas de la alternativa real, tienen que estar unidas, debe existir una colaboración internacional mucho más intensa que la que hay ahora.
Aunque en Francia la potencia de los movimientos sociales no es la misma que en España. ¿Cómo puede afectar eso al objetivo de crear plataformas de este tipo con opciones de ganar unas elecciones?
Los que trabajamos en política internacional tenemos un axioma, que es que nada se puede exportar, que cada contexto socioeconómico nacional es peculiar. Por ejemplo, los procesos de América Latina nos inspiraron mucho, pero el contexto europeo es diferente. En Francia tenemos un contexto muy distinto. No hay movimientos sociales, el discurso anti sistémico y rupturista está en cierta medida monopolizado por el Frente Nacional. Pero donde se pone en práctica esa fórmula muy exigente, que no es una coalición sino plataformas ciudadanas, nos damos cuenta de que despierta mucha ilusión en la ciudadanía.
Se vio en las últimas elecciones provinciales…
Sí, en aquellos lugares en que se juntaron partidos (los ecologistas, el Parti de Gauche, Nouvell Donne…) con la ciudadanía, desde abajo, con fórmulas abiertas, nada pre pactado, con un programa social y ecológico muy claro. Estas plataformas obtuvieron entre el 15% y el 25% de los votos, cuando el Front de Gauche partía de un 6,5% en las europeas. Esto prueba de que a pesar de un contexto nacional diferente, el ciudadano francés también está esperando una forma de política nueva, donde él se sienta participe, donde se le pregunte, donde pueda intervenir.
Tal vez lo que le falta al proceso francés es la figura carismática, porque nos engañaríamos si olvidamos que hay figuras nuevas, transversales, que salen de la sociedad civil, como pueden ser Manuela Carmena, Ada Colau, Pablo Iglesias… Pero puede que emerjan. Por lo menos la dinámica se está intentando instalar, y ahora se quiere hacer en las regionales.
¿También debe aprender algo Podemos de lo que ha sucedido estas municipales?
Tal vez que abriendo la puerta a más fuerzas, no bajo la fórmula de una suma de siglas, sino una nueva, se conseguiría sacar lo poco que falta para pasar por delante de la socialdemocracia. O del PP. Siendo tercera fuerza no hay cambio en España. Si no, volveremos a lo de siempre, a acompañar a los del sistema.
El Front de Gauche obtuvo un 11% de los votos en las últimas elecciones presidenciales francesas. ¿Ha podido incidir en las políticas del ejecutivo de Hollande?
No. La socialdemocracia francesa, que ya no es socialdemócrata –hasta el mismo primer ministro Manuel Valls dice que hay que inventar otro nombre que el ‘socialista’- está totalmente engañada porque quiere imitar la vía del New Labour de Tony Blair, del giro centrista de Schröder, equivocándose, porque por ese camino va a desaparecer. No tenía espacio de colaboración con las demás fuerzas de izquierda. Con el Front de Gauche está claro, pero el gobierno de Hollande hasta acabó aislándose de sus aliados ecologistas, porque estos se han dado cuenta de que la austeridad es anti-ecologista. El FdG acertó al no entrar en el gobierno, pero se dividió cuando en las municipales algunos de sus miembros decidieron olvidarse de la regla de la autonomía frente a la socialdemocracia. Por eso creo que la forma del FdG era útil en un momento histórico. Ahora, una forma nueva como son las plataformas ciudadanas que se están poniendo en marcha en Francia es mucho más interesante y puede que funcione.
¿Qué espacio tienen para crecer en Francia? ¿Pueden darle la vuelta al tablero electoral sin un caldo de cultivo de crisis económica profunda como sucede en Grecia o en España?
El modelo de bienestar francés, muy hostigado por el gobierno socialista, sigue resistiendo, aunque desde que Hollande preside Francia hay 600.000 parados más. Pero a pesar de eso, con la situación de Grecia, después de nueve planes de ajuste de la troika, o de España, con una pobreza infantil muy alta o un paro juvenil por encima del 50%, no es comparable. Eso tal vez hace que en Francia, a pesar de la decepción, se resista por el miedo. Hay muchísima decepción que se puede canalizar, pero hay que despertarla de otra manera que la del odio que propone el Frente Nacional. Ese es el gran reto de la izquierda real francesa.
¿Más allá de Francia, está preparada la izquierda europea para integrar a movimientos ciudadanos?
Esta es una cuestión fundamental. Lo estábamos hablando esta mañana con compañeros de Barcelona En Comú. Los instrumentos que existen hoy en la izquierda europea, como el Partido de la Izquierda Europea, el Grupo Parlamentario GUE… tienen que renovarse, modernizarse, para poder integrar esas nuevas formas. Y como han hecho estas campañas no hay que esperar a las estructuras organizadas para tirar hacia adelante. Hay que construir plataformas de apoyo mutuo entre los municipios de la alternativa. La ciudad de Grenoble, donde gobierna el Parti de Gauche con los ecologistas, tiene que trabajar de la mano con la nueva Barcelona, la nueva Madrid, o con Ática y los ayuntamientos gobernados por Syriza. Creo que Ada Colau y Manuela Carmena no son sólo el ejemplo de un éxito a nivel local, tienen un papel muy valioso, como modelo y como influencia, para poder ganar en otoño.
¿Es posible un cambio en la correlación de fuerzas a nivel europeo? Los resultados de las pasadas elecciones europeas no dejan demasiado margen…
El problema es el marco europeo. Porque hay muchos sitios en los que la izquierda europea está muy bien situada. En Grecia ha ganado, en Irlanda ha tenido un resultado muy bueno, España podría ser el segundo polo del cambio, pero el problema es ese inmenso continente que hemos abierto hacia Europa del Este, que no tiene una tradición política después de la caída del muro, donde todavía se está construyendo una tradición democrática… y donde no existen ese tipo de movimientos. Así que es muy difícil crear una correlación de fuerzas a nivel continental que pueda cambiar la del Parlamento Europeo. La solución va a ser de tipo Syriza, que desde el escalón nacional se pueda poner en jaque a Europa. Evidentemente no lo puede conseguir Grecia sola, necesitamos sacar a los griegos de su aislamiento, que se gane en España o en algún país más. Lo mejor hubiese sido Francia, porque es la segunda economía de Europa. Pero España es la cuarta. De momento hay que ser realistas, pero como hemos visto en España, las cosas pueden cambiar muy rápidamente.
¿Tanto como para llegar a frenar acuerdos de libre comercio que se están negociando en estos momentos como el TISA o el TTIP?
Pues creo que, otra vez más, se frenará desde lo nacional. Ha dicho la Grecia de Tsipras que vetará el TTIP, y creo que esa será la única manera. Porque vemos que la gran coalición Partido Popular Europeo y Partido Socialista Europeo ha votado conjuntamente, por ejemplo, el hecho de que se acepte los tribunales de arbitraje. Es una traición más de los que se pretenden todavía de izquierdas. La colaboración internacional de la izquierda europea es central, con instrumentos más eficientes, pero lo esencial va a ser, por ejemplo, ganar en otoño en España. Hacer todo lo posible para que se pueda, desde un segundo país, plantar cara a toda esta organización que ha escapado de las manos de los ciudadanos.