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¿Hay vida después de la universidad?

"Nos llaman la generación de jóvenes más preparada, y a la vez la generación perdida", recuerda el autor

Juan Alberto Guirao García // ¿Hay vida después de la universidad? O dicho de otra forma, ¿hay posibilidades de futuro después de la universidad? Esa es la nueva pregunta que nos hacemos los jóvenes cuando terminamos la carrera universitaria, y nos enfrentamos a la realidad: la realidad de buscar un trabajo, de independizarse, y de comenzar un proyecto de vida.

Nos llaman la generación de jóvenes más preparada, y a la vez la generación perdida. Dedicamos años y esfuerzo a formarnos profesionalmente para conseguir un futuro y nos topamos con un presente que nos da la espalda, en otras palabras: sobrecualificación, precarización y dificultades para encontrar un trabajo.

Esta vez vuelvo a hablar desde mi experiencia personal. Después de abandonar un Máster en Investigación Social para tener que trabajar en un Mc´Donalds por no poder pagar la matrícula, me encuentro con que emprender una vida laboral tampoco es algo que esté al alcance de cualquiera. Tengo casi 25 años y aún no he podido dedicarme profesionalmente a lo que realmente quiero y para lo que me he preparado, ser trabajador social.

«No terminéis nunca la universidad, es una trampa», escribía un día en Twitter, cuando entendí la realidad a la que me enfrentaba.  Con casi cinco millones de parados y una elevada tasa de paro juvenil, una de las opciones que te queda cuando acabas la universidad es la de seguir formándote con cursos o másteres, siempre y cuando puedas pagar las elevadas tasas de matrículas, aun siendo en universidades públicas.

Así que si eres de los tantos que como yo, perteneces a esa parte de la población a la que no se le da la oportunidad de estudiar un máster porque no lo puedes costear, decides buscar un trabajo, (que para eso has dedicado años de tu vida). ¡Pero eh! no vayas tan rápido, joven aventurero lleno de expectativas, que acabas de terminar la Universidad y quieres comerte el mundo, que los requisitos mínimos que te van a  pedir en cualquier trabajo son:

-Ser mayor de edad
-Título universitario
-«150 años de experiencia en el sector»

Hasta que no llevas más de tres meses buscando trabajo, no te das cuenta de que conseguir un primer empleo es casi imposible: a las pocas plazas que se ofertan, súmale los años de experiencia que te exigen, que ya me gustaría a mí tenerla, pero recién salido de la universidad, dime tú de dónde puedo sacarla.

¡Ah sí! ¡De trabajar como voluntario y sin cobrar! Pero tus ganas de trabajar, de ser autosuficiente y de poder independizarte son más grandes que todos esos obstáculos y te aferras al primer trabajo que se te presenta: no es raro que la persona que te sirve una hamburguesa en un restaurante de comida rápida sea ingeniero, profesor, arquitecto o trabajador social, es decir jóvenes sobrecualificados para el puesto de trabajo en el que están. Y no es por desprestigiar ningún trabajo, pero llega un momento en tu vida en el que quieres alcanzar tus objetivos, y ser esa persona que siempre quisiste ser, necesitas avanzar.

Hemos llegado al punto en el que consideramos una gran suerte conseguir un trabajo temporal, mal pagado y en condiciones precarias. Nos hemos incluso llegado a convencer de que esto es así, que “es lo que hay”, «o lo quieres o lo dejas». La precarización del trabajo se encuentra en auge desde la última reforma laboral: trabajos inestables y contratos temporales en alza.

Ese es el caso de «Soraya» (nombre ficticio), una joven de 24 años, licenciada en Fisioterapia y un Máster en Osteopatía de dos años en la Universidad de Murcia: «En un solo año, ya he tenido tres trabajos diferentes en tres clínicas diferentes», me cuenta mientras hablamos de lo difícil que es conseguir un trabajo estable. «En el primer trabajo que conseguí, mi contrato acababa a los seis meses, y no me renovaron porque me dijeron que si lo hacían estaban obligados a hacerme fija, así que me echaron y contrataron personal nuevo».

Su segundo trabajo, en una clínica y ciudad diferente, fue de cuatro meses sustituyendo una baja por vacaciones. Y finalmente, en su actual trabajo, se encuentra con un contrato de prácticas a tiempo parcial y un sueldo de becario, «He pasado de tener un contrato como fisioterapeuta profesional a tener un contrato de prácticas, sabía que era injusto pero si quería trabajar era lo que había».

Estos son solo algunos ejemplos de la situación actual por la que pasa la mayoría de los jóvenes. Terminar la universidad, intentar conseguir un trabajo, encontrarte con condiciones precarias y sobrecualificación laboral. Otros en cambio optan, o mejor dicho, se ven obligados a salir del país en busca de las oportunidades que en el suyo propio no encuentran.

A consecuencia de todo esto, surgen los últimos datos ofrecidos por el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España donde se ven reflejadas las dificultades para independizarse, y el consecuente aumento de la edad con la que los jóvenes pueden optar a hacerlo.

Sin ir más lejos, según este estudio, en el último cuatrimestre del 2014, solo un 21,8% de menores de 30 años consiguió irse a vivir fuera de casa de sus padres. Y es que con las actuales condiciones de trabajo y los bajos salarios, conseguir una vivienda propia, o poder afrontar los gastos de alquiler y demás se convierte en una misión casi imposible.

Por ello, es más que evidente la necesidad de desarrollar una política centrada en fomentar la participación de los jóvenes en la vida laboral, facilitar la posibilidad de un primer empleo, y promover el acceso y la movilidad de los jóvenes para poder independizarse, ya que cuando salimos de la universidad nos encontramos con que todo son obstáculos y dificultades: paro juvenil, precarización laboral y dificultad para independizarse.

Estoy seguro de que como yo, miles de jóvenes se ven limitados a la hora de emprender sus objetivos y de comenzar una vida siendo autosuficiente. La precariedad laboral a la que nos enfrentamos nos manda a trabajos inestables, en la mayoría de los casos sobrecualificados para ellos, y con unas condiciones que siempre favorecen a la empresa, nunca al trabajador. Contratos temporales, de corta duración y recortes en los derechos de los trabajadores, que nos mantienen en una constante búsqueda de empleo, en muchos casos frustrante, y que hace plantearse la posibilidad de salir fuera de España en busca de oportunidades, lo que en mi opinión considero desperdiciar el capital invertido en educación, mandando fuera una generación de jóvenes muy cualificados a los que no se les ofrece la oportunidad de poder realizarse en su propio país.

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