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Un encuentro para aprender a vivir con las cicatrices de la violencia en el País Vasco

Víctimas de ETA y los GAL se reúnen en Madrid para tender puentes hacia la reconciliación que acaben con las heridas abiertas en el País Vasco

MADRID // Rosa Rodero, viuda de un ertzaina asesinado por ETA, acaricia el brazo de Asun Lasa, mientras ésta cuenta lo que es para ella la tortura. La hermana de José Lasa, asesinado por los GAL en 1983, relata: “son los golpes, la bañera, los gritos de otros detenidos, el aislamiento, el baño sin puerta, el odio que te tienen, la bombilla encendida, una cadena, una bolsa de plástico y, lo que es para mí lo peor, cuando no te tocan físicamente, pero sí te matan”. A escasos cinco metros escucha y observa la escena José Amedo, excomisario de policía condenado por ser miembro de los GAL.

Organizado por la parroquia madrileña de san Carlos Barromeo, Rosa, Amedo y Asun se han reunido en Madrid en la segunda edición del Encuentro por la paz y la convivencia en Euskal Herria. Un evento para el que el Congreso de los Diputados negó la sala Ernest Lluch gracias a los votos de PP y PSOE. Precisamente es la hija del político catalán asesinado por ETA, Rosa Lluch, quien a través de una carta inaugura el acto. En su escrito pide que se les dé voz a todos los que han sufrido. Pero su discurso va más allá. “Me cuesta entender que en ausencia de violencia se condene a los familiares, como tampoco entiendo el encarcelamiento de Arnaldo Otegi”, concluye. Sus palabras provocan el aplauso unánime de los asistentes. También de Amedo.

El encuentro promovido por la parroquia situada en Entrevías, en el barrio de Vallecas, es sólo uno de los múltiples espacios que se están creando para la reconciliación en el País Vasco. Karmen Galdeano recuerda a su padre asesinado hace 30 años, cuando trabajaba para el periódico Egin. “Los GAL empezaron en 1983 y desde entonces se acabaron los buenos momentos. Le decíamos que cambiase los horarios. El día que lo mataron, al llegar a casa ya sabíamos qué había pasado”, recuerda con un hilo de voz emocionada.

Junto a ella está Rosa Rodero. Esta víctima de ETA también sigue teniendo muy  presente a su marido: “Siempre nos decía que lo importante era vivir sin odio”. Su discurso lo recoge Asun Lasa, quien reivindica el reconocimiento de otro tipo de violencia, la de las torturas. Sobre el asesinato de su hermano señala que fue algo que pasó porque así “lo decidieron Galindo, Ángel Vaquero, Julen Elgorriaba, la Guardia Civil y el señor X”. Los nombra uno a uno, mientras Amedo une sus manos y las aprieta fuertemente. Fuentes de la organización confirman que fue el propio excomisario quien pidió acudir como oyente al encuentro. No toma la palabra, aunque aplaude cada intervención.

Lasa señala que para avanzar hacia la reconciliación “hay que ir poniendo palabras a todas las violencias, y con todo su contenido”. Además, reivindica que ahora ya ha llegado el momento “de poner todas las verdades sobre la mesa”, ya que hasta el momento “sólo se conocen algunas”.

Aunque no asiste al encuentro Lucía Carrero Blanco, nieta del expresidente del gobierno de España asesinado por ETA, también manda unas palabras donde lanza un aviso a los políticos: “Me repugna que la siniestra sombra del terrorismo se intente mantener para enfrentar a los pueblos o para ganar unas elecciones”.

Paz

Entre el público del encuentro también hay dos personas del mundo del cine. El director del documental De Echevarría a Etxebarría, Ander Iriarte y el actor Aitor Merino, responsable de Asier eta biok (Asier y yo). Ambos presentan por la tarde sus películas en el cine Metropol, una sala alternativa del centro de Madrid.

Al pase y posterior coloquio también acuden Asier Aranguren y Itziar Gallardi. Ambos fueron condenados por pertenecer a ETA. Asier asegura que pese a los avances él se encuentra como hace años: “Estoy en la calle, pero no soy libre”. Hace un año y medio fue detenido por “un trabajo político”, asegura. Se le acusa de formar parte de un grupo de enlace con presos de ETA. En este sentido, explica que su delito fue buscar puentes de entendimiento con agentes políticos vascos e internacionales para hallar soluciones a los problemas de los internos de la banda.

El director Ander Iriarte enfatiza que “ahora es el momento de hablar”. En su documental aparece el bosque de los gudaris, un lugar donde se rinde homenaje a los independentistas muertos. Hace un año el juez Ruz lo mandó desmantelar. Mientras Iriarte lamenta este tipo de decisiones, alguien del público recuerda las palabras que por la mañana ha pronunciado Javier Baeza, párroco de san Carlos Borromeo: “Podemos vivir con cicatrices, pero no con heridas abiertas que están sangrando continuamente”. A estas alturas, José Amedo tenía las manos rojas de tanto aplaudir.

La Marea, Suscripción, Revista

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