Cultura | OTRAS NOTICIAS
La cultura, una forma de dar vida a la comunidad
Ante la crisis del sector cultural, muchos consistorios apoyan a iniciativas de los vecinos para que no baje el telón
Artículo publicado en el dossier sobre municipalismo del número de mayo de La Marea, a la venta en quioscos y en nuestra tienda virtual
«La relación entre poder y cultura ha dado lugar a una política repartidora discrecional de dinero para la compra de adhesiones y silencios, y a la imposición de un modelo cultural preestablecido”. Jordi Font, entonces Comisionado de Estudios y Relaciones Culturales de la Diputación de Barcelona, pronunció estas palabras en noviembre del 2000 durante unos cursos organizados por la Federación Española de Municipios y Provincias. Alertaba así de las dinámicas que se habían instalado en la política cultural de muchos municipios, que tuvieron su cima en los años más álgidos de la burbuja inmobiliaria.
Decenas de entidades locales se lanzaron a la desenfrenada construcción de grandes espacios: auditorios, teatros, palacios de congresos… infraestructuras que años después evidenciaron su falta de rendimiento y un presupuesto desmedido. Así sucedió con el Centro Niemeyer en Avilés, el Laboral Centro de Arte en Gijón, el Palacio de Congresos de Oviedo, los edificios levantados para la Expo del Agua de Zaragoza o las megalómanas obras de Valencia. La situación ha dado un giro de 180 grados por la caída espectacular de la inversión y un IVA cultural al 21% que ha supuesto la puntilla. Son dos caras de un área de actuación municipal que bien gestionada tiene una gran potencialidad como dinamizadora económica y, sobre todo, social.
Polo de atracción
Un teatro levantado por los vecinos con dinero público
Un buen ejemplo de estímulo de zonas con poca actividad lo encontramos en la Alpujarra granadina. En el pequeño municipio de Laroles, un proyecto de la Asociación Cultural El Dragón Mágico ha convertido las antiguas eras del pueblo en un teatro. Siguiendo técnicas de construcción artesanales han levantado el teatro en una localización excepcional al aire libre. La participación entusiasta de los vecinos y la utilización de piedra local redujeron considerablemente la factura, lo que permitió desarrollar el proyecto con 4.000 euros de micromecenazgo y una aportación de la Junta de Andalucía y del Ayuntamiento de Laroles.
Caída de la inversión
Esfuerzos para evitar el fin de festivales consolidados
Y es que las restricciones presupuestarias han supuesto un duro golpe a la cultura. Aunque en algunos municipios, puntualiza el gestor cultural Enrique Iznaola, más bien han servido de excusa: “Ha habido un desinterés por parte del Gobierno y de determinados ayuntamientos, a los que la crisis les ha venido bien para quitarse de en medio ciertas cosas y hacer el recorte a la carta que querían”. Con una dilatada experiencia en la organización de eventos, Iznaola subraya que también hay ejemplos de producciones que han sabido optimizar recursos e incluso crecer: “El festival de cine español de Málaga ha recortado el presupuesto, pero no sólo ha sabido eludir las deudas, sino que gracias a una buena gestión ha ido a más”.
Implicar a la ciudadanía
Financiar las propuestas que surgen desde las entidades
El modelo basado en «noches en blanco» y grandes eventos, con más juegos de artificio y objetivos comerciales que fondo, son objeto de crítica por quienes consideran que la cultura es un derecho fundamental de la ciudadanía. Sin embargo, este tipo de programación consigue atraer a grandes cantidades de público, argumenta la encargada de Cultura de la Diputación de Almería, María del Mar Vázquez (PP). En esta ciudad han acabado por escuchar algunas demandas que surgían desde las entidades, asegura Vázquez: «Por ejemplo, el Festival de Jazz lo montamos a partir de la propuesta de una asociación cultural de jazz”. Este tipo de eventos encuentra, en ocasiones, apoyo institucional. Misión casi imposible es conseguir que los ayuntamientos respalden las artes que se cultivan en centros y asociaciones que cuestionan las programaciones oficiales. Casi tanto como ganar uno de esos concursos literarios organizados con motivo de las fiestas patronales por quienes no tienen familiares en el consistorio.
Gestión pública o privada
Municipalización de salas de cine en los centros históricos
La recesión se ha cebado con los pequeños equipamientos culturales. Muchas salas de cine han tenido que cerrar. Algunas, sin embargo, han podido sobrevivir después de que los ayuntamientos asumieran su gestión: Vilanova i la Geltrú (Barcelona) municipalizó en 2009 el Cinema Bosc y así se ha podido mantener la única sala que queda en el centro histórico. Aunque en el sentido contrario, otros consistorios han optado por la privatización. Es el caso del Ayuntamiento de Madrid, que a través de la empresa municipal Madrid Destino ha abierto la puerta a la entrada de capital privado en catorce equipamientos de la capital.