Ciudades en las que no se puede respirar

[Este artículo pertenece a la revista Cercanías, editada por La Marea y Diagonal, que puedes comprar en tu quiosco o aquí]

Ter García y Gladys Martínez // Aún no es frecuente ver a gente por la calle con mascarillas, como en Japón o China. Sin embargo, un tercio de la población española respira aire con niveles de polución por encima de los límites marcados por la Unión Europea. Si la vara de medir para delimitar si el aire es más sucio de lo permitido es la que marca la Organización Mundial de la Salud (OMS), el porcentaje de población española que respira aire contaminado sube hasta el 95%.

A principios de enero saltaban las alarmas en Madrid. En sólo cuatro días, uno de sus barrios, el del Pilar, había sobrepasado el límite anual permitido de dióxido de nitrógeno. La capital lleva seis años incumpliendo la normativa europea sobre contaminación del aire, desde que acabó el plazo dado a los Estados miembros para acatarla. “Pero en realidad Madrid lleva incumpliendo los valores máximos recomendados desde que se vienen haciendo mediciones en los 80”, explica Juan Bárcena, especialista en contaminación atmosférica de Ecologistas en Acción.

Catalunya también empezó el año con preocupación por los niveles de polución. El Departamento de Territorio y Sostenibilidad activó el 9 de enero el protocolo de contaminación atmosférica en 40 municipios de Barcelona, lo que se traduce en la obligación de dar información, reducir la velocidad máxima en las vías rápidas, exhortar al uso del transporte público y poco más. Granada, Murcia, Palma, Sevilla y otras tantas ciudades tampoco escapan de la contaminación. La Comisión Europea está estudiando llevar a España ante el Tribunal de Luxemburgo por incumplir la legislación europea sobre calidad del aire. Prácticamente todo el territorio tiene niveles de polución superiores a los límites dictados por la OMS.

Como principal agente contaminante, el tráfico rodado. A distancia, pero con responsables mucho más delimitados, la industria y las centrales termoeléctricas de carbón y petróleo. Tan sólo diez de estas empresas emiten el 65% del dióxido de carbono en toda España, o lo que es lo mismo, 90 millones de toneladas anuales de este gas responsable del efecto invernadero, el principal causante del cambio climático. Asociadas a estas emisiones vienen las de otros agentes, mucho más dañinos para la salud, como el benceno, el azufre, el óxido de nitrógeno o las partículas PM10. Endesa se sitúa a la cabeza de las empresas más contaminantes. Le siguen Unión Fenosa-Gas Natural, Repsol e Iberdrola. Las poblaciones cercanas a industrias en Muskiz (Vizcaya), Aboño (Asturias) o As Pontes (A Coruña) sufren las consecuencias de la inadaptación de la industria a criterios de eficiencia y reducción de riesgos.

El problema del transporte

La Sociedad Española de Cardiología (SEC) ya alertaba en 2011 de que existían “claras evidencias que relacionan una mayor mortalidad cardiovascular tras varios días de polución excesiva”, algo que ocurrió a principios de enero en Barcelona y Madrid. Las personas más afectadas son los ancianos y aquellas que presentan otros factores de riesgo. “La polución es altamente nociva para la salud y en particular para nuestras arterias, considerándose ya como un nuevo factor de riesgo cardiovascular para el que no hay otra solución más que evitarla”, declara el doctor José A. Barrabés, presidente de la sección de Cardiología Isquémica y Unidades Coronarias de la SEC. Varios estudios afirman que la mortalidad en las ciudades con niveles elevados de polución es entre un 15% y un 20% superior a la de las más limpias.

Pocas son las acciones puestas en marcha para luchar contra la contaminación ambiental. El informe Soot Free Cities (“ciudades libres de hollín”), que evalúa el esfuerzo realizado por las administraciones para mejorar la calidad del aire, sitúa a Madrid como la cuarta ciudad peor valorada, de un total de 23 municipios de Europa, en cuanto a acciones emprendidas para poner solución a este problema, y señala el “escaso empeño” de las autoridades. “El transporte público, lejos de potenciarse, ha empeorado sustancialmente”, destaca el informe. Mientras, el uso de la bicicleta se va extendiendo a lo largo de la geografía. Según una encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), una de cada cinco personas afirma que la bicicleta es el medio de transporte que más usa. En Valencia, Vitoria y Zaragoza, la cifra sube hasta el 45% de la población. En Madrid y Bilbao, por su parte, apenas el 19% de los habitantes se deciden a coger la bicicleta debido al miedo a sufrir siniestros por la falta de carriles bici adecuados.

Más allá de potenciar el uso del transporte público y de la bicicleta, otros países han puesto ya en marcha acciones encaminadas a combatir la contaminación del aire. Todas pasan por restringir el paso de los vehículos a la ciudad. Son medidas como la circulación alterna entre coches con matrícula par e impar, la imposición de peajes o, incluso, la prohibición del paso de los vehículos diésel a la ciudad, como tiene planeado hacer París de cara al 2020. Medidas encaminadas a cambiar el modelo de ciudad, a construir urbes no para producir, sino para vivir.