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Román de la Calle: “La dirección del IVAM no fue ajena a la censura de ‘Fragments'”

El exdirector del MuVIM recuerda los hechos que provocaron su dimisión del museo valenciano y apunta a Consuelo Císcar, directora del IVAM, como una de las responsables

VALENCIA // Román de Calle fue el director del Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM) durante su mejor período, del 2004 al 2010. El 8 de marzo de ese año dimitió tras recibir órdenes de la Diputación de Valencia, gobernada por Alfonso Rus, para que censurasen varias (diez) fotografías de la exposición ‘Fragments d’un any’, organizada por la Unió de Periodistes. En esas imágenes, todas ellas publicadas en nprensa, los fotoperiodistas valencianos hacían un repaso a los hechos más noticiosos de ese año. En muchas de ellas salían implicados en el casoGürtel, bomba informativa de 2009, algo que no gustó a algunos destacados miembros del PP. El catedrático de Estética y Teoría del Arte rechazó esa censura y dejó el cargo, lo que provocó una oleada de muestras de apoyo en la sociedad valenciana. Incluso llegó a tener, internacionalmente, más de seis millones de ítems hablando de él en las redes sociales. Cinco años después, ha presentado el libro Memoria y desmemoria del MuVIM. Política cultural, museo y patrimonio inmaterial, publicado por la Universitat de València y que ha sido el libro de ensayo en castellano más vendido de la reciente feria del Libro de Valencia.

¿Cómo recuerda aquellos días de la censura?

Hice lo que tenía que hacer. Fueron días muy duros y tensos. Luego me sorprendió que algunos colegas me sugirieran que debía haber negociado.

¿Negociar con quién?

La verdad es que yo llamé al secretario de Alfonso Rus, que era Emilio Llopis, pero ni se puso al teléfono. Llamé a terceras personas y nadie quiso entrar a dialogar. Un año más tarde, el propio Rus reconoció, en la prensa valenciana, que aquella intervención en el MuVIM había sido una equivocación.

¿Pudo dormir esos días?

Estuve dos días para redactar la carta de dimisión, como documento determinante de lo que iba a suceder. Sentía indignación, hostilidad y fuerza para participar en cuantos actos se pusieron en marcha. Yo pensé que no debía tolerar que aquello ocurriese. Era de locos, tras los reconocimientos y premios nacionales e internacionales recibidos por el museo en ese sexenio liberal. De hecho, hice lo que tenía que hacer. Dimití precisamente en la inauguración de un congreso internacional. Media hora después los espacios circundantes del MuVIM estaban llenos de gente, en manifestación. Sobre todo periodistas. Allí fue mi primer discurso improvisado, pero vivido e intenso, sobre la libertad de expresión y los museos.

Uno de esos arrebatos de protesta que hay en Valencia…

Así fue. En realidad, se vivieron cuatro o cinco manifestaciones sobrevenidas, en cosa de tres días. Yo pensaba que iba a suceder algo, de calado. Pero al final esas manifestaciones pasaron y cada mochuelo volvió su olivo. Las Fallas, desde el calendario del mes, fueron el aliado más idóneo del poder.

Volviendo a las fotografías censuradas, ¿tan graves eran?

Fue ridículo, producto de la animadversión del diputado Máximo Caturla, un hombre que ahora precisamente cae [está implicado en las grabaciones del caso Rus sobre supuesto caso de cobro de comisiones ilegales]. Mira, cuando oí esa noticia, hace unos días, recordé que, después de dimitir, dije en alguna intervención que guardaba una botella de cava para un momento especial, y en tal circunstancia (20 de abril) la abrimos mi mujer y yo y brindamos. Merecía la pena. Yo sabía que, tarde o temprano, algo iba a pasar, no podía ser que esta gente, prepotente y censora, se quedase así, sin más, con la mochila a sus espaldas… Este sujeto, Vicepresidente de la Diputación, no se había acercado nunca antes al museo, no sabía ni lo que allí hacíamos. Pero vino con una mala baba predeterminada, transformada en ceguera.

Hasta el día de la inauguración de Fragments d’un any, ¿no hubo ninguna injerencia política?

No intervenciones fuertes o irremediables. Hombre, indirectas sí las hubo. Te decían que querían una exposición de un artista en concreto, que no entraba en el programa. En algunos casos, aceptaron la justificación, en otros hubo determinadas tensiones. Por ejemplo, quería establecer en el hall un centro de proyectos audiovisuales y tenía incluso el equipo internacional contactado y buena parte del presupuesto conseguido, pero en la última reunión con la Diputación de Valencia me pusieron una condición y era que lo debía dirigir la esposa de un político de altos vuelos, a lo que me negué, y tal proyecto –la niña de mis ojos– no se hizo.

¿Cuántos políticos le han llamado para ir en alguna lista electoral ?

Pues algunos, hasta no hace muchas semanas. Pero yo siempre he tenido claro que se puede hacer incluso más estando fuera de las listas que en ellas. Evidentemente, en mi caso, quiero ser independiente, pero eso no supone indiferencia o distanciamiento hacia lo que hay en el entorno de nuestras existencia. Es cierto, de unos sectores u otros, de izquierdas, algunos partidos me han hecho y solicitado comentarios, sugerencias y opiniones, en torno a la cultura, a la educación, el arte, la universidad y los museos. Han sido 43 años de vida universitaria y de gestión a mis espaldas. Y algo de experiencia he acumulado en ese ejercicio.

¿Cuál era su relación con el IVAM?

Siempre fue buena, pero se convirtió en muy extraña, con la llegada de la anterior dirección al museo, que duró diez años. Piensa que yo había estado 21 años en el patronato del IVAM, desde antes incluso de que se inaugurara. Yo lo dejé, hastiado, por la intransigencia y presión de su directora, Consuelo Císcar, [pareja de Rafael Blasco, imputado en el caso que investiga el desvío de fondos destinados a ayudas en el tercer mundo], porque no se podía, en las reuniones del Patronato, opinar distendidamente sobre las propuestas presentadas sin que se produjeran tensiones de inmediato. Seguramente, sólo se quería que estuviéramos allí para decir sí a todo y “dar el cabezazo” pertinente. Algunos no estábamos dispuestos, ni estamos acostumbrados a eso.

¿Molestaba el éxito que tenía el MuVIM?

Claro, ¿por qué estaba en la “famosa” inauguración de la exposición Máximo Caturla y por primera vez? ¿Por puro azar? Mira, ya al año siguiente de inaugurar el MuVIM (2005) salen unas estadísticas en prensa que afirmaban que nuestro museo era el más visitado del País Valenciano y eso molestó y mucho a Consuelo Císcar. Alguien me dijo “cuidado que ese éxito te va a salir bien caro, a la larga”.

¿Y que tiene que ver Caturla en eso?

Te cuento. El día que estábamos terminando el montaje, alguien de mi equipo me dijo: “Ha estado una persona del IVAM visitando y tomando notas en la muestra de Fragments y no me hace ninguna gracia”. En ese momento no le di importancia, teníamos hasta el visto bueno de González Pons para que la Unió de Periodistes hiciese allí su muestra como en años anteriores. Un día antes de la inauguración, acudí a una exposición importante a la sala Parpalló y me encuentro allí extrañamente a Caturla y a Consuelo Císcar hablando. Su distanciamiento, al verme, fue total, ignorándome de forma extraña. Y ahí, sin duda, se estaba ya desencadenando todo.

¿La censura se fragua desde el IVAM?

Digamos que el IVAM –su dirección, concretamente– no fue nunca ajeno a los penosos sucesos del MuVIM, en aquella primavera del 2010.

¿Tanto poder tenía?

Sí. Hasta amigos de otras comunidades me avisaron de que Consuelo Ciscar “tenía muy mal perder» y que debería estar alerta, porque vendría por mí, en cuanto pudiese. Pero bueno, yo creo que hice lo que debía tanto dirigiendo el MuVIM, con sumo éxito y con el mejor equipo posible, del que nunca he dejado de estar orgulloso, como dimitiendo, cuando fue necesario, por dignidad personal y del propio grupo.

¿Cuánto tiempo hace que no va al IVAM?

Ahora, hace poco, he vuelto, ya que estoy comisariando una próxima exposición para ese museo, pero hacía siete años que no iba. Recuerdo, como índice de desafección, que ningún museo nos negó nunca piezas al MuVIM, a pesar de que nosotros no disponíamos de fondos propios para poder intercambiar obra. Sólo el IVAM lo hizo, como síntoma claro de esa animosidad indisimulada que existía con la dirección. En realidad, yo hubiera preferido que ambos museos, que compartían la misma calle de la misma ciudad y poco más, hubiesen colaborado. No quiero pensar lo que hubiésemos podido conseguir con ese tándem…

¿Qué piensa cuando escucha hablar de “libertad de expresión”?

Tengo en mi despacho la escultura que me dio la Unió de Periodistes, como premio y símbolo. Pienso que la cultura tiene que remar siempre, pero hoy más que nunca, entre dos ríos caudalosos, que se unen con fuerza, que son la economía y la política y, a menudo, uno intenta controlar al otro. La cultura, frente a tal escenografía vital, tiene que convertirse en ese afluente intermedio, que vigila las otras dos fuerzas, de las que no puede prescindir ni tampoco dejarse devorar por ellas. En caso límite, debe poder escaparse por la única compuerta posible que le queda… que es la libertad de expresión. Los intentos de control desde la propia política empiezan por la economía, si no tienes medios estás siempre supeditado y la manera más elegante de intervenirte y presionarte, para el censor, es cerrarte el grifo. Aunque a veces se desenmascara y pierde el control y la prudencia. Y eso lo hemos vivido, quedando a la vista la irracionalidad, además de la prepotencia y la intransigencia ciega del poder (que se considera) herido.

La Marea, Suscripción, Revista

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Comentarios
  1. Como Profesora Titular de Filosofía de la Universidad de Valencia que fui durante 39 años, me siento orgullosa de haber tenido al Profesor Román de la Calle como compañero de Departamento. El lo sabe. Una vez más, bravo, Román. Muchas personas tan honestas, valientes, independientes y coherentes como tú necesitaría nuestra Universidad.
    Un cordialísimo abrazo
    Amparo Ariño
    Dra. en Filosofía

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