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Los habitantes rurales, motor del cambio social en España
La percepción de que los pueblos constituyen las poblaciones más atrasadas del país se creó a finales del siglo XIX, con la consolidación del capitalismo
[Este texto forma parte del reportaje El medio rural busca el modo de sobrevivir, incluído en la revista Cercanías]
MADRID // Se suele considerar que el mundo rural es el sector más conservador de la sociedad, el que con más fuerza se resiste a los cambios, mantiene las tradiciones en su sentido más restrictivo y, por lo general, hace gala de una mentalidad menos democrática que los habitantes de las ciudades. Antonio Herrera, investigador y profesor de Historia Contemporánea en la universidad Pablo de Olavide (Sevilla), cree que este “tópico” no resiste una mínima investigación.
Él mismo, junto a otros compañeros, ha medido el comportamiento electoral desde finales del siglo XIX hasta la actualidad de pequeños y medianos municipios andaluces y sus conclusiones son contundentes: “La mayoría de los votos progresistas durante la Restauración no venía de las ciudades, sino precisamente de los municipios menores de 15.000 habitantes”.
Herrera destaca dos ejemplos del campesinado como motor de cambio. El primero, en la proclamación de la II República, que “no surge de la nada”. En los años anteriores, explica, hubo una movilización muy intensa en el ámbito rural. También se reflejó durante las ocupaciones masivas de tierras para reclamar la reforma agraria.
El segundo, durante la Transición, cuando la movilización social durante los años previos en los pequeños municipios fue clave, asegura, para el “desmontaje” de las estructuras de poder franquista y la consecución de la democracia. “Estos dos momentos coinciden con los dos momentos de éxito de la democracia del siglo XX”, remarca.
Entonces, ¿de dónde viene el tópico de que el mundo rural es más conservador? Herrera lo sitúa a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando “se buscan los males de la patria y se achacan a la agricultura, que se asocia al atraso, que también se asocia a un atraso político”.
Además, con el fortalecimiento del capitalismo, el desarrollismo -unilineal y uniparadigma- se presentó como sinónimo de democracia. “En el ámbito rural no se ve el sistema de mercado de una manera tan clara como en el urbano, así que se tiene la impresión de que está atrasado. Esto es algo que no es cierto y el discurso se está revisando”, profundiza. En este sentido, empoderar a las comunidades locales es solidificar la democracia.
Para Herrera es muy importante “romper los lazos de dependencia del sector rural” con instancias internacionales, esferas de poder lejanas “que controlan los mercados, que buscan el máximo beneficio a nivel macro independientemente de la igualdad o la equidad”. “Esto es un desastre para la consolidación de la democracia en el mundo rural, porque frecuentemente parece que ésta es algo muy alejado de ellos”, lamenta.
En el medio rural castellano y leonés…para qué voy a contar, mirad lo que se vota.
Tal vez la Andalucía rural está compuesta mayormente de jornaleros del campo; pero no es así en otras zonas rurales del Estado español mayormente compuestas por pequeños agricultores los cuales por rutina y porque alguien les metió en la cabeza que la izquierda les sacaría sus propiedades para repartirlas, acostumbran a votar a la derecha. Ni siquiera al PSOE.