Opinión

‘Los demonios andan sueltos’

La novela transcurre en el año 1994, cuando comenzaba en México una de las más hermosas revoluciones contemporáneas

Se ha gritado mucho en las calles de España, y en las ciudades de otras supuestas democracias, que “lo llaman democracia y no lo es”. Hay mucho de cierto en ese lema. No existe la capacidad de participar en la vida política si no es a través exclusivamente del voto cada cuatro años. Los medios de comunicación masivos, y gran parte de los no tan masivos, están en las mismas manos económicas e ideológicas, consiguiendo constreñir la libertad de expresión a lo que piensan ellos. No existe la igualdad de oportunidades, etc.

En otros países, además, existe la cotidiana figura del fraude.

En esta novela se da una vuelta de tuerca más a la falacia de la democracia que conocemos y se aventura una terrible hipótesis que pudo ser cierta, y que de alguna manera nos podría permitir conjeturar nuevas formas de fraude que pudieran estarse utilizando.

El año 1994 comenzaba en México, con la bella rebelión de los zapatistas que hizo famoso al subcomandante Marcos, una de las más hermosas revoluciones contemporáneas. Aquel primer día del año entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre México, Estados Unidos y Canadá, por el que, al igual que ahora tratan de hacer con Europa, toda la vida política y social quedaba sometida a los designios de las grandes empresas multinacionales.

Unos meses después, en agosto, se celebraban las primeras elecciones presidenciales limpias tras varias convocatorias con evidente fraude, como lo constataron todos los observadores internacionales. Todo ello en medio de un salvaje clima de asesinatos que evidenciaban, entre otras causas, una grave división interna en el partido gobernante, el PRI, que temía perder el poder.

Pues bien, lo que se narra en esta novela, Los demonios andan sueltos, nace de lo que me contó a finales de ese mismo año uno de los observadores por uno de los partidos que concurrieron a las elecciones: la posibilidad cierta de que se hubiera dado un fraude desconocido, de nuevo cuño, por el que ya no hacía falta recurrir al estilo tradicional de violencia burda.

México es un país que quiero como mi segundo país. Por sus colores, por su energía, por su historia, por sus gentes y porque es la nación que acogió a una gran parte del exilio republicano, entre ellos a parte de mi familia. Quería escribir en homenaje a México, y siendo un escritor que busca contar historias que hagan pensar, además de historias que hagan sentir, la que descubrí me espeluznó hasta el punto de hacérseme irresistible construir un relato que recogiera lo que supe sobre lo que pudo pasar. Y lo que imaginé.

Con un personaje central, el doctor Barrantes, a sueldo en la Oficina para el Desarrollo de las Democracias, oficina de la ONU, es en realidad una novela coral en la que intervienen personajes de la ternura del abuelo Emiliano y su bisnieta Ana María, la crueldad del mapache Alejandro Posadas (se llamaban mapaches a los que intervenían en el fraude tradicional), la ilusión de Flavio, el hijo de Barrantes y algunos otros, incluidos muchos personajes reales en ocasiones incorporados a la trama como personajes, tal es el caso del hermanísimo del presidente, Raúl Salinas de Gortari, o de la amante española del mismísimo Carlos Salinas de Gortari, además del propio EZLN y hasta de la Guadalupana, la virgen mexicana siempre presente.

El editor lo ha catalogado de thriller político. Y eso me parece. Una obra rápida, con mucho ritmo, muy mexicana, sobre el México de un cierto momento histórico, pero al mismo tiempo, por sus implicaciones internacionales, su desarrollo, etc. Una novela que a mi parece que nos interesa a todos y cuya intención, además de hacer pasar buenos ratos de lectura es, esencialmente, la de hacer pensar. Que nos demos cuenta de lo que pueden llegar a ser capaces de hacer los que mandan por mantener el poder.

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