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“Recibí una bala en el brazo con el que levantaba la tela blanca”

Un informe de Breaking the Silence recoge testimonios de soldados israelíes que sirvieron en la operación Margen Protector. En la Franja de Gaza, los supervivientes denuncian los crímenes

FRANJA DE GAZA // «El civil estaba tirado allí, retorciéndose de dolor. Estaba claro para todos que iba a suceder una de las dos cosas: o lo dejábamos morir lentamente, o lo sacábamos de su miseria. Finalmente, lo sacamos de su miseria y un D9 (bulldozer blindado) se acercó y tiró un montón de escombros sobre él, y ese fue el final.»

Este es uno de los 111 testimonios de soldados israelíes que sirvieron en la operación Margen Protector sobre la Franja de Gaza en julio y agosto de 2014. Han sido recogidos en un informe de la organización israelí Breaking the Silence, si bien, en algunos casos, la localización facilitada no corresponde con la real.

La confesión antes mencionada resulta sobrecogedora: un civil palestino retorciéndose de dolor y unos soldados israelíes terminando con su miseria echando kilos de escombros sobre él. Sin embargo, es todavía más sobrecogedor escuchar la versión íntegra de la historia contada por las propias víctimas.

Un anciano enterrado con escombros     

Rasmiyyeh Qdeih es la esposa del anciano que murió aplastado por los escombros. Sucedió en Khuza’a, en el sur de la Franja de Gaza. La pareja anciana había pasado dos días, junto a otras 60 personas, cobijándose de los intensos bombardeos israelíes en el sótano de una casa.

«Al tercer día, el jueves, bombardearon la casa alrededor de las 5 de la mañana y mi marido resultó herido. Entonces, entraron los soldados, lo sacaron y lo entregaron a unos chavales de Khuza’a que estaban fuera. A los dos muertos que hubo, los dejaron en el sótano», relata Rasmiyyeh.

Los jóvenes colocaron al anciano herido sobre una carreta junto a otro anciano que apenas podía caminar. No había ambulancias, tampoco animales, así que ellos los remolcaron.

Ambos jóvenes eran menores de 20 años, por lo que se libraron de ser retenidos por los soldados israelíes. Bara’ Annayar, de 16 años, fue uno de ellos:

«Vino un oficial israelí y nos dijo en un mal árabe que nos marcháramos. Les preguntamos si el camino era seguro y nos dijo que sí. Salimos y, a la entrada de Khuza’a, donde está la estación de gasolina y la mezquita de Tawhid, comenzaron a dispararnos. Gritamos que nos había dejado salir un oficial, pero siguieron disparando – cuenta Bara’.- Éramos 17 personas, yo levantaba una tela blanca, con nosotros había dos ancianos, los llevábamos en un carro».

A pesar de ondear claramente una bandera blanca, los soldados israelíes terminaron disipando el grupo con disparos.

«Yo recibí una bala en el brazo con el que levantaba la tela blanca -explica Bara’-. Uno de los ancianos cayó muerto. En ese momento, pensábamos que el otro anciano que habíamos recogido herido estaba muerto, pero no lo estaba. Así que dejamos a los dos ancianos en la calle y salimos corriendo. Al viejo que se quedó vivo, los israelíes lo enterraron con escombros unos días después».

Rasmiyyeh piensa que su marido perdió la conciencia porque, además de estar sangrando, era diabético. Ella logró escapar con otro grupo.

«Cuando mi marido despertó, tapó al otro anciano muerto y se fue como pudo hacia una casa. Los israelíes bombardearon cerca y después llegaron y lo enterraron con unos escombros».

Así lo cuenta Rasmiyyeh que, al igual que Bara’, prefiere no dar información sobre los palestinos que vieron este suceso, ya que son miembros de las milicias palestinas.

Bombardeos de casas con civiles

Mahmud Annayar, de 16 años, huyó con su familia de Khuza’a hacia Bani Suhela cuando vieron que los bombardeos se acercaban cada vez más. Alrededor de 20 personas se encontraban en la casa de su tía cuando fue bombardeada. En esos momentos, Mahmud estaba fuera.

«Había mucho polvo y no conseguía ver nada. Poco a poco comencé a ver pedazos de niños en la calle – detalla Mahmud con la voz temblorosa.- La casa estaba completamente derrumbada. Había partes de cuerpos humanos a más de 20 metros de la casa, en los árboles… Desde las 3.30 de la mañana hasta las 10 de la noche estuvimos sacando los cuerpos de los escombros. Murieron 19 personas, entre ellas, mi hermano y mi hermana. El resto de mi familia se había ido a otra casa».

En el informe de Breaking the Silence, uno de los soldados explica que en las áreas urbanas de Rafah y Khuza’a cada casa, sin importar la presencia de civiles, estaba «marcada como activa«. Los soldados tenían luz verde para bombardearlas.

Más crímenes de guerra…

Sin embargo, los testimonios de Breaking the Silence no cuentan todos y cada uno de los crímenes de guerra que ocurrieron durante los 50 días de agresión.

La historia de Shadi es la de un enfermero que fue atacado por el Ejército del Aire israelí mientras iba en una ambulancia.

«En medio de la guerra recibimos a un joven de 22 años herido en el bombardeo de una casa que necesitaba una neurocirugía urgente. – Relata Shadi.- Nos vimos obligados a enviarlo al hospital Europeo, que está a unos 10 km. El director nos dijo que no había coordinaciones, pero no podíamos dejar morir al joven.»

Las coordinaciones tienen que ser aprobadas por las autoridades israelíes y no siempre son respetadas. Durante la agresión israelí, y a pesar de contar con dicha coordinación, un equipo de Naciones Unidas tuvo que huir de la escuela de UNRWA que inspeccionaban tras impactar, muy cerca de donde estaban, un mortero israelí.

Shadi decidió salir con un médico y un paramédico asumiendo toda la responsabilidad. Lograron llevar al herido pero, de vuelta al hospital de Jan Yunis donde trabaja, los drones israelíes comenzaron a bombardearles.

«Lanzaron un primer mísil al lado de la ambulancia, luego otros dos. Giramos y escapamos con dificultad porque había mucho humo- aclara Shadi.- Lanzaron otros tres misiles y ya no podíamos ver nada delante del coche. Chocamos contra un bloque de hormigón. Se paró la ambulancia y no podíamos abrir las puertas. Cuando llegó gente para ayudarnos un dron lanzó otro misil y cuatro jóvenes fueron heridos. Llegó otra ambulancia de la Media Luna Roja, pero cuando los paramédicos bajaban, los israelíes lanzaron cerca de ellos un misil y fueron heridos».

Otro de los crímenes que los palestinos denuncian fue el del asesinato, sin razón aparente, del marido de So’ad Annayar.

«Mi marido huyó de Khuza’a un día después de que yo lo hiciera, él iba con jóvenes y hombres. En el camino se juntaron con otras familias, eran las 6 de la mañana – cuenta Soa’ad.- Entre Khuza’a y Abasan había militares israelíes y les dijeron que se pararan. Los soldados preguntaron por alguien que hablara hebreo. Mi marido trabajaba antes en Israel y hablaba hebreo. Él levantó la mano. El oficial le dijo ‘levántate’ y, de repente, un tanque le disparó. Se murió inmediatamente. Luego, los soldados dejaron a la gente marcharse. Yo pido justicia, ¿por qué mataron a mi marido?».

La Marea, Suscripción, Revista

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Comentarios
  1. ¿Cuando haremos que Israel recoja la cosecha de su inhumana y sanguinaria siembra?
    Callarse ante la perversidad es fortalecerla y extenderla globalmente de modo que cuando tu propio país se vea envuelto por ella ya no se la pueda parar.

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