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Las dificultades para el voto rogado, un escándalo democrático
La reforma electoral de 2010 deja a los españoles exiliados casi sin la posibilidad de que su 'voto rogado' pueda ser un voto de castigo con el que protestar por su exilio económico
En lugar de facilitar su derecho al voto, la reforma electoral aprobada en 2010 obliga a los ciudadanos españoles residentes fuera del país al llamado ‘voto rogado’, un sistema consistente en que esos electores han de solicitar expresamente ese derecho que el resto de electores dentro del país ejerce sin necesidad de recurrir a tal ruego. En esa situación se encuentran casi dos millones de ciudadanos (1,8), que además de haberse visto obligados en su mayoría a buscar un porvenir para sus vidas lejos de España, tienen que soportar esa especie de discriminación con respeto al resto de sus conciudadanos, discriminación que contribuye asimismo a distanciarlos todavía más del país al que pertenecen.
El solo apelativo de ‘voto rogado’ tiene en sí mismo algo de concesión graciosa que encuentra, además, todas las dificultes burocráticas para su realización, dificultades que el diputado de Izquierda Unida (IU) Gaspar Llamazares acaba de denunciar ante la Junta Electoral Central. Cuando apenas falta un mes para los próximos comicios municipales y autonómicos, Llamazares ha dicho que la gestión del sistema está siendo caótica, con diferencias de criterio entre consulados y embajadas, fax y plataformas telemáticas bloquedas y saturadas, y una ceremonia de la confusión sobre los trámites a seguir que amenaza con provocar una abstención masiva pero involuntaria la mayoría de los casos.
«Tenemos el ejemplo de las anteriores elecciones europeas -señala Llamazares-, en las que sólo votó un 2% del censo de residentes en el exterior, diez veces menos de los que votaron en la anterior cita con las urnas, cuando aún no se había cambiado el sistema de voto para los ciudadanos que viven fuera de España. Es un escándalo democrático». A la hora de buscar responsabilidades, el diputado de IU no tiene duda en reprochar a los dos partidos mayoritarios una total desidia para tratar de solventar el problema, desidia en este caso interesada pues tanto Partido Popular como Partido Socialista son conscientes de que muy pocos de los votos de esos casi dos millones de conciudadanos ausentes les favorecen.
La lamentable gobernación de uno y otro partido en los últimos años ha llevado a esos españoles -en su mayoría jóvenes- fuera del país, dejándolos casi sin la posibilidad de que su ‘voto rogado’ pueda ser un voto de castigo con el que protestar por su exilio económico y tratar democráticamente de que otros gobiernos más dignos puedan favorecer su retorno. Debemos prestar la máxima atención al porcentaje de voto emigrante que se cuantificará el próximo día 24. Un 2% como en las elecciones europeas sería, en efecto, escandaloso, aunque pocos lo hayan señalado entonces.