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Santuarios de animales: volver a la vida

Cada vez son más los lugares destinados a proteger a ejemplares que han sufrido maltrato y explotación por parte de la industria alimentaria, la caza o el espectáculo

[Artículo publicado en el número 27 de La Marea ya a la venta en quioscos y aquí]

Es jueves. Como cada día desde hace cuatro años, Laura Luengo se ha levantado a las siete de la mañana para dar de comer a sus animales, limpiar las instalaciones y realizar las mil y una actividades que conlleva el cuidado de los 250 seres con los que vive: cerdos, vacas, pavos, cabras, perros, gatos, gallinas, ovejas, entre otras especies. Un trabajo tan duro como el de cualquier granja, con la diferencia de que Luengo no trabaja en una, sino en el santuario madrileño Wings of Heart, el lugar al que ha dedicado su vida y sus ahorros para, junto a su compañero Eduardo Terrer, dar una nueva oportunidad a animales que han sido víctimas de explotación y maltrato.  «Siempre hemos hecho activismo por los derechos de los animales», explica esta vallisoletana de 34 años. «Pero llegó un momento en el que nos dimos cuenta de que los considerados de granja no tienen a dónde ir. Decidimos constituirnos como asociación, buscar un terreno y dedicar nuestra vida a salvarlos», añade.

No es tarea sencilla. Además de los 6.000 euros mensuales de gastos operativos que implica mantener una instalación como ésta, Luengo y Terrer se han dado de bruces con un vacío legal. «La ley no recoge la figura de santuario o protectora de animales de granja, así que se nos exige lo mismo que a una granja convencional: principalmente, imposiciones enfocadas a cuestiones de sanidad que tienen que ver con el consumo de carne». La diferencia es sustancial: cada animal que entra en el santuario vive aquí hasta el final de sus días. No como en un refugio o una protectora, donde sólo tienen cabida los animales domésticos y se les da salida a través de adopciones; aquí caben todas las especies, pues entienden que todo animal tiene derecho a no ser considerado un recurso y, en definitiva, a ser feliz. Especialmente tras toda una vida de sufrimiento.

España vive un pequeño auge de estos santuarios. En menos de un año se han inaugurado cinco. El pionero, El Hogar Pro Vegan (Tarragona), nació en 2007. «Los principios fueron difíciles», recuerda una de sus coordinadoras, Diana Esteban. «Empezó como protectora para perros y gatos, pero el campo de compasión se fue ampliando hacia el resto de los animales», explica. A pesar de que hoy en día está consolidado, el hogar tiene los mismos problemas que cualquier otro santuario. «No hay ayudas ni subvenciones y nos mantenemos exclusivamente gracias a las donaciones», cuenta Diana.

Para Paula González, colaboradora del blog El Caballo de Nietzsche, de temática animalista, y voluntaria de Wings of Heart, «las trabas económicas son innumerables. Nos debatimos entre el término odioso de ‘explotación ganadera’ y otro más amable y que sí se ajusta más a la realidad, que es el de asociación u ONG».

La falta de redes de apoyo

Quizá la prueba más evidente de lo arduo de este camino son las dificultades que atraviesa el santuario Gaia, en Girona. A finales de 2014 lanzó una petición desesperada de auxilio: su contrato de alquiler expiró y tuvieron que buscar un nuevo emplazamiento. Sin embargo, las donaciones no eran suficientes para adquirir un nuevo terreno, lo que se unió a la ausencia de ayudas por parte de los bancos. «Es fundamental asegurar la compra y no el alquiler para garantizar la supervivencia del proyecto a largo plazo», apunta Paula. Y aunque se cuente con el dinero, no es sencillo. «No hay terrenos que tengan las instalaciones que un santuario de animales necesita, por lo que hay que construirlas. No sirven las instalaciones que ganaderos y explotadores han ideado para ellos, pues no vamos a repetir patrones arquitectónicos de esclavitud, por lo que demandamos un nuevo modelo de viviendas para los animales. Lo más fácil es pensarlas y hacerlas nosotros mismos, con el elevado coste que ello conlleva». Esta situación de desamparo contrasta con la de otros países, como EEUU, donde desde 1998 los santuarios están asociados en la American Sanctuary Association (ASA). Hay más de medio centenar de santuarios repartidos por el país norteamericano y la mayoría funciona de una manera infinitamente menos precaria. Para Diana, esa diferencia es un síntoma de que algo falla en este lado del mundo: «En los países mediterráneos falta cultura de donación y voluntariado, algo mucho más arraigado en los países anglosajones», explica.

En Wings of Heart, ajenos a estos problemas, los animales viven en régimen de semilibertad: durante el día pastan libremente; por la noche duermen en cobertizos individuales. Santiago y Ruth han venido de visita para conocer a Doc, un jabalí de carácter sociable al que han apadrinado tras conocer su historia, tan desgarradora como la de la mayoría de animales que viven aquí. «Había tantos que habían sobrevivido a situaciones de explotación que fue difícil elegir a uno, pero finalmente nos decidimos por Doc», cuenta Santiago. «Mataron a su madre cuando era pequeño», recuerda Luengo. «Siendo jabato pasó a ser utilizado como entrenamiento para los perros, una práctica muy habitual entre los cazadores. Uno de ellos se lo llevó, y Doc terminó en casa de una mujer que colabora con protectoras. No sabía qué hacer con él y terminó aquí». Hoy sorprende ver al afortunado Doc correteando con otros animales y relacionándose mansamente con los humanos, a cuya presencia está acostumbrado. «Vive con los cerdos: estoy convencida de que piensa que es uno de ellos», bromea Luengo.

La historia de Doc es la de cualquier animal de los que pueblan Wings of Heart. La mayoría de ellos llega en condiciones deplorables, y alguno, en situación límite. Es el caso de Manu, un pequeño potrillo que, tras haber estado a punto de morir, está haciendo grandes progresos gracias a una rehabilitación larga y costosa. Su caso ha generado mucha atención en las redes sociales, donde el santuario se muestra especialmente activo. La compasión, la empatía y el apoyo recibido por donantes anónimos han hecho posible que vuelva a caminar, en un proceso que han ido documentando con vídeos y fotografías que acumulan centenares de likes.

Más allá del clic, los socios de Wings of Heart pueden visitar el santuario para conocerlo de primera mano. Cuando lo hacen, quedan impresionados. «Mucha gente, incluso viniendo del mundo del campo, se sorprende de cómo se adaptan los animales a su nueva vida», explica Laura Luengo. «Una vez desaparece en ellos el miedo y la amenaza, todo cambia de manera radical». Por eso es fácil verla jugando alegremente con cualquiera de los animales que viven en el santuario, sin distinción. Luengo, como tantos otros activistas que luchan contra el especismo –la discriminación por motivos de especie–, no prioriza entre animales supuestamente domésticos y los que no lo son. De hecho, Luengo está convencida de que mucha gente tampoco haría esa diferenciación si tuviera la oportunidad de ver cómo viven y se relacionan con las personas los habitantes de Wings of Heart.  «No hay diferencia entre una cabra tratada con respeto y un perro como el que muchos tienen en casa», defiende.

Lograr que cada vez más gente entienda ese respeto es el objetivo último de los santuarios. Sus responsables son optimistas respecto al futuro y creen que está cambiando a mejor la manera de ver a los animales. Y en esa lucha están dispuestos a seguir poniendo su pequeño grano de arena. «Los santuarios son un oasis», apunta Luengo. «Una proyección de un mundo ideal en el que se puede convivir en armonía con el resto de animales sin tener que abusar de ellos. De igual a igual», agrega. Para Diana, cada uno de los ejemplares que viven en un santuario tiene una misión: «Ser embajadores de su especie para mostrar a la sociedad qué son los animales en realidad: seres inteligentes, sociables y cariñosos con derecho a una vida digna».

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Comentarios
  1. Todos los animales tienen derecho a vivir como si estuvieran en un Santuario. Ellos han nacido para ser felices y libres, luchemos por ellos.

  2. Philip Wollen: Los animales deben estar fuera del menú:
    https: //www.youtube.com/watch?v=nhnWB4heVHs#action=share

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