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Política cuántica
"Si tenemos una visión determinista de la ciencia fácilmente caemos en una visión dogmática del socialismo", afirma el autor
En el mundo de hoy parece muy difícil desarrollar cualquier actividad dando la espalda a la realidad que la ciencia nos muestra. Eso no quiere decir que la motivación última de nuestra actividad venga determinada por la ciencia. Los motivos últimos que nos mueven a tomar una postura u otra traspasan el campo de lo científico; son las opciones fundamentales de las personas las que nos empujan. Pero la forma de realizar cualquiera de nuestros propósitos tiene que tener en cuenta la visión del mundo ofrecida por la ciencia. Esta no señala el sentido de la vida humana, pero es preciso tenerla en cuenta en el terreno de lo instrumental,
Cuando Marx habla de Socialismo Científico la visión de la ciencia era muy distinta de la actual. Imperaba una ciencia determinista: todos los fenómenos de la naturaleza estaban regidos por unas leyes rígidas que iban siendo cada vez mejor conocidas, de tal manera que, pensaban los científicos, se podría llegar a prever cualquier movimiento de cualquier cuerpo de la naturaleza.
La Física Cuántica ha supuesto un cambio radical en esa visión de la ciencia. En el corazón último (último por hoy) del cosmos, en el mundo de las partículas subatómicas, donde materia y energía se funden en una bruma que desafía la imaginación más calenturienta, rige el Principio de Indeterminación de Heisenberg. Es absolutamente imposible conocer con exactitud todos los parámetros de una partícula en un momento dado, y, por tanto, cuál será su situación en el momento siguiente.
Esta indeterminación no quiere decir que las partículas campen por sus respetos sin limitación alguna. El Principio de exclusión de Pauli establece ciertas incompatibilidades: dos electrones en la corteza de un átomo no pueden tener al mismo tiempo los mismos números cuánticos. Y el modelo atómico de Bohr nos habla de órbitas prohibidas, regiones en torno al núcleo atómico que no pueden ser ocupadas por ningún electrón.
Otro principio fundamental en la Física Cuántica es el Principio de Complementariedad formulado por Niels Bohr. Ya en la Física clásica se discutía si la luz estaba constituida por un chorro de partículas o se trataba de un conjunto de ondas. Según el experimento que se hiciera parecía que la luz estaba formada por corpúsculos o por ondas. El Principio de Complementariedad lo que establece es que ambas descripciones, la ondulatoria y la corpuscular, son necesarias para comprender el mundo cuántico. Ninguna lo explica todo, una y otra se complementan mutuamente.
No podemos suponer que este comportamiento de las partículas elementales repercute automáticamente en el mundo macrocósmico, pero creo que, de alguna manera, estos fenómenos que se producen en el corazón de la materia nos ofrecen una orientación que nos puede ser útil en la visión del mundo que nos rodea. Concretamente en nuestros planteamientos políticos.
La izquierda es mayoritariamente heredera del pensamiento de Carlos Marx y su idea del socialismo científico. La consecuencia es que si tenemos una visión determinista de la ciencia fácilmente caemos en una visión dogmática del socialismo. En la física clásica cualquier problema, desde el movimiento de los astros hasta la evaporación de una gota de agua, tiene una única solución correcta y esta está perfectamente determinada. Cuando una persona o un grupo, imbuidos de esta mentalidad, realiza una reflexión, que considera científica, sobre la realidad social y política y, en consecuencia, plantea una determinada acción política, no puede admitir que otra persona u otro grupo pueda plantear una solución distinta.
Esta actitud podemos verla resumida en el título de una famosa obra de Dolores Ibárruri: El Único Camino. Cuando se parte de este supuesto, cualquiera que vaya por otro camino, aunque sea en la misma dirección y avance paralelo, se arriesga a que la santa inquisición socialista le ponga el sambenito de hereje y, si no lo puede helar en Siberia (moderna versión de las hogueras inquisitoriales) por lo menos lo considere un apestado traidor. Pienso que aquí puede estar una razón de las interminables querellas internas de la izquierda.
Habría que aplicar el principio de la indeterminación humana. Si cada ser humano es enormemente complejo, lo mismo biológica que psicológicamente, la complejidad del conjunto social desborda cualquier intento de simplificación y resumen. Son incontables los aspectos que se pueden considerar y los puntos de vista desde los cuales contemplar una cierta situación de una sociedad. Por tanto, aunque se tienda hacia un objetivo comúnmente aceptado, los caminos por los que se opte pueden ser muy distintos. Incluso la descripción del objetivo, aunque tenga una estructura básica común, puede presentar matices distintos que responden a los diversos aspectos que es necesario tener en cuenta.
La visión determinista, dogmática, nos lleva al enfrentamiento entre las distintas opciones. La visión cuántica nos presenta el principio de complementariedad. No hay un camino perfecto, no se pueden tener en cuenta todos los factores que están influyendo sobre los movimientos de una sociedad. (Eso que dice el señor Rajoy de hacer las cosas “como Dios manda”, pues que sepamos no hay una orden concreta de Dios para la reforma laboral ni para la privatización de la sanidad). El principio de indeterminación nos invita a una cura de humildad. Los físicos tienen que reconocer que, por mucho que afinen sus instrumentos de observación, de ninguna manera podrán conocer al mismo tiempo la posición y la trayectoria de una partícula. Los políticos tendrán que reconocer que no poseen la fórmula mágica para resolver los problemas de la sociedad, estos son tan complejos que ningún programa de ningún partido les puede dar una solución completa y total.
Es imprescindible que las distintas visiones no se enfrenten sino que se complementen. Que reconozcan no poseer la verdad absoluta ni ser capaces de señalar el camino por el que indefectiblemente se va a llegar a un final totalmente feliz. Ese reconocimiento facilitaría enormemente el desarrollo de la inteligencia colectiva. Ya Aristóteles afirmaba que la mayoría, aunque fuera de gente mediocre, al poner en común todas sus cualidades, podía alcanzar resultados más positivos que los mejores que actuaban de una manera aislada. La idea de complementariedad permite enfocar hacia un objetivo común los distintos puntos de vista. Se crea una rica biodiversidad que potencia la vitalidad del campo en el que se produce.
Pero no podemos olvidarnos del principio de exclusión ni de las órbitas prohibidas. No todo vale. ¿Cuáles serían en el campo de la política las órbitas prohibidas? Yo creo que lo primero sería la brutal desigualdad que hoy existe en el mundo. Entre la miseria de cientos de millones que mueren de hambre y la vida de consumo de los grupos privilegiados. Y por grupos privilegiados no entiendo sólo a los de los yates de cien millones de euros, ni los de los Ferraris y los aviones particulares. Eso excluye los nacionalismos más o menos estrechos, la defensa prioritaria de intereses corporativos y aferrarse a una intocable sociedad de consumo. Si se deja de lado la inmensa miseria que hay más allá de nuestras fronteras, estamos en una órbita prohibida.
A nivel más personal otra órbita prohibida es la falta de honradez. Ya no hablo de ese individuo al que se le escapó eso de “Yo he venido a la política a forrarme”. Se trata de la falta de honradez de los que ponen sus intereses personales y de grupo como supremo objetivo a defender. Eso no es indeterminación, es la corrupción del engaño y la hipocresía.
Pero, si conseguimos evitar los dogmatismos y las intransigencias entre la gente que busca sinceramente una sociedad más justa, más solidaria y más libre, entonces sí se puede producir una colaboración fructífera y un impulso imparable hacia ese objetivo soñado de un mundo mejor.
Excelente artículo. Abre la mente a nuevas posibilidades de profundizar el pensamiento político.
anticipación totalmente objetiva y necesaria en tiempos de corrupción desatada