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Barnaclínic, negocio en un hospital público

La clínica situada en la 7ª planta del Hospital Clínic i Provincial de Barcelona usa el personal y recursos de este centro de referencia para ofrecer sanidad privada

Reportaje publicado en el número de abril de La Marea, disponible en quioscos y en nuestra tienda virtual

BARCELONA // En la planta 7ª del Hospital Clínic i Provincial de Barcelona, uno de los centros sanitarios públicos de mayor prestigio del Estado, no es necesaria la tarjeta sanitaria para ser atendido. Tampoco es preciso ponerse a la cola de las largas listas de espera para operarse. Disponer de los mejores profesionales, una habitación individual con baño privado y sofá-cama para el acompañante, sábanas de calidad y hasta control de la temperatura ambiente sólo requiere de una cosa: dinero. Desde el año 2000, allí se ubica Barnaclínic (BC), un centro de titularidad pública que ofrece sanidad privada a quien pueda costeársela. Por sus instalaciones han pasado pacientes ilustres como el rey Juan Carlos, Esther Koplowitz y Tita Cervera. Es, según la élite médica del Clínic que dirige el hospital, un “modelo de referencia” hacia el que se debe avanzar. Para los trabajadores consultados, asociaciones de usuarios e incluso la patronal de la sanidad privada, se trata de un “chiringuito” que se aprovecha de recursos públicos para hacer negocio.

El pasado 27 de febrero, a raíz de la denuncia de la patronal de la sanidad privada ACES contra BC por competencia desleal, la Generalitat inició una auditoría a instancias del Parlament –en una resolución aprobada por todos los grupos representados excepto CiU y el PSC– para determinar si la actividad privada que ofrece es completamente independiente de la pública del Clínic. El día a día del centro que relatan los profesionales evidencia que la línea que debería separar ambos centros, si alguna vez existió, está del todo difuminada.

“Los límites entre lo público y lo privado se han traspasado completamente, no existen”, afirma un médico del Clínic que no quiere que se revele su identidad por temor a ser marcado por sus superiores. “Los responsables del Clínic dicen que la actividad pública está separada de la privada, pero la línea es tan frágil que cuesta verla”, coincide Carme Sabater, directora de la Coordinadora de Usuarios de la Sanidad (CUS). BC cuenta en su plantilla con algunos administrativos y personal de enfermería. Pero no tiene camilleros, ni celadores, ni médicos. Tampoco quirófanos, ni UCIs, ni tantas otras instalaciones necesarias para la actividad sanitaria que desarrolla. Para todos esos recursos, echa mano de los del hospital público. Los directivos del Clínic, encabezados por el director, Josep María Piqué, aseguran que todos los médicos que atienden en BC, más de 500, lo hacen fuera de su horario laboral, cobrando un extra por ello. Éste es, según las diversas fuentes consultadas, el motivo por el que existe esta clínica: la estructura que permite a los médicos de mayor prestigio obtener más de dos millones de euros extra cada año con su trabajo en la clínica. A esto hay que sumar el sueldo de la directora de Barnaclínic, Catiana Cabrer, el único cargo directivo del centro con salario, que ascendió a 123.139 euros en 2013.

Las líneas ya son más difusas en el resto de profesionales. “BC funciona como una sala más, y tiene acceso al servicio informático del Clínic, por ejemplo, para pedir un camillero. Nos hacían las peticiones como si fuera una sala normal, no había distinción”, explica Andrés García, camillero que formaba parte del sindicato CGT del hospital cuando, aprovechando el ingreso del rey Juan Carlos para someterse a la extirpación de un nódulo en un pulmón, presentaron una denuncia a Inspección de Trabajo por cesión ilegal de trabajadores. “Prestan servicios profesionales a una empresa privada mientras que en su propia empresa (Hospital Clínic) existen listas de espera y un colapso en los servicios”, indicaba el sindicato. La denuncia se acabó archivando, con el argumento de que tal cesión ilegal no existía, puesto que los “jefes” de uno y otro lado eran los mismos, explica García, que revela que la inspectora encargada del caso le llegó a confesar haber sufrido presiones “de arriba” para que el asunto, que había saltado a los medios, se resolviese con celeridad.

Facultativos del Clínic relatan decenas de situaciones en las que trabajadores públicos son requeridos para actividades privadas. “Ha ocurrido que, durante guardias, médicos sin vinculación con BC han tenido que subir a ver a pacientes de BC. Una de las UCI nuevas del hospital tiene un box reservado para clientes de BC”, revela el médico antes citado. El temor a significarse es común en los empleados del hospital. “Estamos en una situación de desprotección absoluta, es una de las razones por las cuales no está habiendo una respuesta por parte de los trabajadores”, expone. “En el hospital existe una cúpula y luego una masa de precarios que se pelean para mantenerse, por lo que intentan tener un perfil bajo”, añade. Criticar a los responsables del centro en público, denuncia, sobre todo teniendo un contrato en precario –algo habitual–, podría acarrear que “si sale una plaza no nos la darán”.

“Llevo seis años trabajando allí y siempre he hecho las pruebas para BC dentro de mi horario”, confiesa un empleado del Instituto de Diagnóstico para la Imagen del Clínic, el área encargada de realizar placas, TACs, escáneres y resonancias, que también pide mantenerse en el anonimato. Según asevera, en la lista de trabajo con la que se encuentra en su jornada laboral conviven pacientes públicos con privados. “En los turnos de tarde hay dos camilleros, que en el momento en que atienden a pacientes de BC dejan de hacer los servicios públicos, y los pacientes de la Seguridad Social se deben esperar”, añade. Incluso en el caso de los médicos que atienden a pacientes de BC fuera de su horario laboral, las líneas también se traspasan. “A los pacientes de Barnaclínic se les asigna un médico, así que si durante el día lo necesita tiene que atenderlo”, explica otro facultativo, que tampoco quiere que aparezca su nombre. “Si un cliente de BC sufre un paro cardíaco, el que sube a atenderlo es el equipo de guardia del Clínic”, confirma su compañero. La confusión entre ambos centros es tan evidente que el conseller de Salut, Boi Ruiz, reconoció en una respuesta parlamentaria que profesionales del Clínic prestan servicios a Barnaclínic durante su jornada laboral.

Quirófanos cerrados

El uso de recursos públicos para la actividad privada se extiende también a las instalaciones públicas del Hospital. El caso más evidente es el de los quirófanos, cerrados por las tardes desde que empezaron los recortes –excepto para casos de urgencia– pero que se abren para operar a clientes de BC. “Al utilizar quirófanos del Clínic se usan recursos pagados de forma pública por el CatSalut. Es una falta de equidad absoluta”, condena la directora de la CUS. “La justificación que dan los directivos del hospital es que así se les saca un rendimiento, porque si no estarían cerrados”, señala Vicenç Ortega, camillero y miembro del sindicato Lluitem!, uno de los pocos que se ha atrevido a plantar cara públicamente a la dirección del centro.

¿Interfiere todo este uso de personal y recursos en la actividad pública, en un momento en que las listas de espera se alargan y algunos servicios se encuentran colapsados? El relato que hacen los trabajadores apunta a que sí. Principalmente, explican, por la presión que se ejerce por parte de los médicos que atienden en BC para dar preferencia a los servicios asistenciales de los pacientes privados. “Delante de mí han tachado a pacientes de la lista de la pública para colar a clientes de BC”, asegura el empleado del Instituto de Diagnóstico para la Imagen. “Cuando he preguntado si es que no iba a venir me han dicho que es que han pasado a uno de BC. Según mis jefes, BC tiene prioridad absoluta, ‘te guste o no’, tal cual”, añade.

“Existía prioridad en los servicios de BC por la presión que ejercían los médicos, porque el paciente había pagado un dineral y estaba esperando”, coincide Andrés García, que ya no trabaja en el centro. Las limitaciones de algunos recursos conllevan que priorizar la atención a los pacientes privados implique desplazar a los públicos. “En pruebas como la resonancia se requiere un tiempo determinado, y para poner a un paciente de BC hay que quitar a otro. De lo contrario, es materialmente imposible”, afirma el médico del Instituto para la Imagen.

Eludir la lista de espera para una operación es sencillo si se tiene dinero. Según han denunciado a la CUS diversos pacientes, en ocasiones son los mismos médicos los que animan a acudir a Barnaclínic. “Nos lo han denunciado varias veces, que el mismo médico del Clínic les ha ofrecido a pacientes, ‘si quieres ir por la privada te costará tanto y te lo podemos hacer la semana que viene’. Nos llaman continuamente preguntando si esto es normal”, explica Sabater. “No es ético que dentro del propio despacho un médico o especialista dé información de la privada”, critica. La organización de usuarios ha tratado de llevar a la Conselleria de Salud algunos de estos casos, pero los pacientes no quieren significarse. “Se niegan a dar la cara porque el Clínic es su hospital de referencia, y la gente todavía mantiene esta idea de ‘a ver cómo me tratarán después’”, explica Sabater.

A tenor de estas denuncias, y de lo expuesto anteriormente, un hecho parece claro: en este hospital público de referencia se promueve una doble sanidad. La primera, con tarjetas sanitarias y listas de espera –pilares básicos de la universalidad y la equidad en la Sanidad pública–. La segunda, con un trato preferencial para quien pueda pagarlo.

Desfases contables

El presupuesto de Barnaclínic, cercano a los 12 millones de euros –el del Clínic supera los 400–, lo aprueba el Parlament. A priori, sin embargo, el centro no recibe financiación pública de forma directa y funciona con el dinero que abonan sus clientes. Aunque esto se pervierte en el momento en que usa recursos públicos para su actividad. “Barnaclínic es una entidad que revierte todos sus ingresos al Hospital Clínic y, de esta forma, a la sociedad”, presume el centro en su página web. Sus responsables lo defienden como una forma de generar ingresos extra en una Sanidad pública mermada de recursos. En 2013, según la auditoría realizada por Deloitte, BC abonó algo más de seis millones de euros al Clínic, poco más del 1% del presupuesto del hospital.

Sobre el papel, BC paga por todos los recursos públicos que utiliza. ¿Pero sucede realmente así? Dos análisis de naturaleza completamente distinta lo desmienten. Por un lado, la auditoría que cada año realiza Deloitte sobre Barnaclínic, S. A., jurídicamente una mercantil dentro de la Administración Pública. Según el último informe conocido, de 2013, BC mantiene una deuda superior al millón de euros con el Clínic (1.201.619 euros a cierre de ese año). Una deuda que llevaría al cierre de cualquier clínica privada pero que, según recoge el Informe de Auditoría, el Clínic se compromete a avalar para “garantizar el equilibrio patrimonial” del centro. El otro estudio, éste más minucioso, es el último informe realizado por la Sindicatura de Comptes (Tribunal de Cuentas catalán), sobre el ejercicio de 2009. Constató que los servicios prestados por el Clínic se facturaban a tarifas inferiores a las fijadas por el mismo órgano de gobierno de la entidad. Además, el hospital no facilitó documentación que demostrase bajo qué criterios se fijan estos importes. Según constató el órgano fiscalizador, el convenio que debía regular el pago de estos servicios, a 2009, no existía. Así lo reconoció en el trámite de alegaciones el propio centro, que afirmó que dicho convenio se aprobó posteriormente, en diciembre de 2010. Sin embargo, todavía se mantiene la opacidad: «Hemos pedido mil veces ver los contratos de BC con el Clínic y nunca nos los han pasado”, denunció en febrero de este año la diputada de Ciutadans Carme Pérez. Andrés García confirma que en su época en el comité de empresa nunca tuvieron acceso al convenio.

Para lo que sí existía un convenio, constató la Sindicatura, era sobre la cesión de espacios, puesto que BC se ubica en un hospital construido con dinero público. Aun así, se comprobó que el precio que se facturaba por este concepto era muy inferior al que debía ser. De acuerdo con el convenio, el importe que tendría que haber pagado aquel año BC era de 291.971 euros, pero se ingresó menos de la mitad: 135.218 euros.

El informe revela descuentos de hasta el 38% de los servicios facturados a BC. Según Deloitte, la empresa presentó unos beneficios de 368.850 euros en 2013. Una cifra que rebate el profesor de Economía y ex miembro de la Sindicatura de Comptes Agustí Colom: “No se puede afirmar que Barnaclínic dé beneficios. Es muy difícil de contabilizar, por muy meticuloso que seas, porque usas recursos y personal públicos. La Sindicatura no tuvo acceso al importe de los servicios facturados. Dudo de que exista un registro exhaustivo de la imputación de costes. Si éstos se contabilizasen de forma real quizás daría que se están asumiendo unas pérdidas brutales”. Colom critica que la Generalitat haya encargado la auditoría a Deloitte, quien también controla Barnaclínic habitualmente.

Para la patronal de la sanidad privada ACES, que demandó al Clínic, este modelo afecta directamente a su línea de flotación. “Es una entidad que compite contigo sin asumir ningún riesgo ni ningún coste”, denuncia la presidenta de ACES, Cristina Contel, que lamenta que a partir de la crisis y los recortes “algunos iluminados argumenten que el déficit de la sanidad pública se puede enjuagar llevando a cabo actividad privada desde la pública”. Un modelo, asegura, que se está extendiendo por toda Cataluña, ya funciona en hospitales comarcales, y que incluso se ha instaurado oficialmente en el Pacte Nacional de Salut. El juicio, fijado para finales de marzo, podría suponer el cese de la actividad de BC si el juez estima las demandas de la patronal.

“Se puede cuestionar la viabilidad económica de Barnaclínic, a quién beneficia que exista y por qué continúa funcionando si no es rentable. Quizás alguien debería dar explicaciones”, apunta Carme Sabater. El exsíndico enfatiza que “el tema no debería plantearse sólo desde un punto de vista económico, sino por la distorsión que crea dentro del sistema público: que, por pagar más, recibas un tratamiento mejor. Tiene un punto de orquestación, pues cuando la gente se acostumbra a pagar por el servicio allanas el camino para acabar privatizando la Sanidad”.

La Marea se ha puesto en contacto con el Clínic para contrastar las informaciones a las que ha tenido acceso y recabar la versión de sus directivos sobre los hechos aquí expuestos, pero han declinado participar: “El hospital no hará ninguna declaración hasta que no se resuelva la auditoría que está en marcha”.

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