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Colesterol y democracia

Son pocos los que han entendido que los políticos, en democracia, deberíamos ser todos

“La política es algo demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos”, decía Konrad Adenauer. En España, desde 1978, hemos ido delegando cada vez más en esa borrosa realidad que llamamos así: los políticos. Ahora muchos se quejan de la casta de los políticos, pero si esa casta existe es porque nosotros lo hemos permitido. Nunca hemos sido un país con gran tradición de participación ciudadana en la política. El mero hecho de que a uno le toque formar parte de una mesa electoral ya es recibido como un contratiempo. Una mesa electoral, ciudadanos contando los votos de otros ciudadanos para decidir, entre todos, quien gobierna ¿hay mayor expresión de civilización y democracia? Pues da igual: nos parece un marrón.

En la sociedad española es común la idea de que los políticos son unos contratados por nosotros para que nos hagan un trabajo. Lo hacen mal, pero como no hay otros, tenemos que sufrirlos. Somos capaces de soportar cualquier atrocidad, incluso una dictadura, con tal de no tener que remangarnos nosotros y ponernos manos a la obra. Son pocos los que han entendido que los políticos, en democracia, deberíamos ser todos.

La lejanía entre los políticos tradicionales y las personas se ha ido agrandando durante décadas, hasta llegar a ser tan insostenible que todas las alarmas han saltado. Nuestra democracia es como un sistema circulatorio esclerotizado por el colesterol de la corrupción, la desidia y la negligencia.

Sin embargo Ángel Gabilondo, Ada Colau, Manuela Carmena, Fernando Delgado, Jorge Riechmann, Ángeles Caso, Carlos Jiménez Villarejo, Luis García Montero y Juanjo Puigcorbé, entre otros, no son políticos al uso. Para empezar, todos tienen algo que perder al entrar en política. Podrían vivir plácidamente sin complicarse la vida.

En el panorama sombrío en que vivimos, ha sido una sorpresa y un alivio descubrir que nuestra democracia tiene un sistema inmunitario y un colesterol bueno, que no es el de los políticos profesionales a los que nos hemos venido acostumbrando durante 30 años. Nuestra democracia es también la de esos ciudadanos, como los que he enumerado, que deciden dar un paso al frente para intentar salvarnos a todos.

Ha sido una sorpresa no ya el hecho de que existiera un colesterol bueno en nuestra sociedad, sino de que ese colesterol bueno decidiera ocupar los espacios hasta ahora reservados a los políticos profesionales. Porque la cosa va de ocupar espacios políticos (la polis, la ciudad, no lo olvidemos, es un lugar, un espacio).

Sólo quien tiene cierta experiencia de participación ciudadana (quien ha militado en un partido, en un sindicato o en un movimiento social) sabe que incluso durante estas décadas de democracia delegada, la mayoría de los políticos eran gente común, pero gente sin espacio. Porque dentro de los partidos tradicionales también hay castas y, por muy comprometidos y esforzados que hayan sido la mayoría de los militantes de base de los principales partidos, para llegar arriba, para ser cuadro dirigente, para llegar al poder y ocupar el espacio político, siempre ha habido que renunciar a los ideales, vender el alma al diablo. Un dirigente del PP y uno del PSOE tienen mucho más en común entre sí (comparten un mismo espacio) que con sus respectivos militantes de base.

Este fin de semana, en la capital, hubo elecciones primarias ciudadanas organizadas por Ahora Madrid, un partido que es una confluencia de movimientos sociales y formaciones políticas. El proceso de elección de la lista de candidatos (desde el candidato a la alcaldía hasta 30 concejales) podía hacerse a través de Internet. Repasando a los aspirantes uno encontraba todo tipo de perfiles entrecruzados (y no sólo los nombres más mediáticos): estudiantes, jubilados, parados, médicos, inmigrantes, empresarios… Todo colesterol del bueno. Confeccionar una lista, tras estudiar cada currículum, me llevó casi una hora. Nunca había dedicado tanto tiempo y atención para votar. Realmente uno se da cuenta del valor de la decisión.

Unas 15.000 personas han participado en esas primarias ciudadanas. Sólo un 0,46% de la población de la ciudad de Madrid. Quizá todo nuestro colesterol bueno sea poco más que ése. Esperemos que sea suficiente para empezar a limpiar el sistema circulatorio de nuestra democracia.

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