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Primavera, otoño, invierno
"Si uno es internacionalista debe entender que hay que pelear en los otoños y aguantar en los inviernos de las revoluciones", afirma Antonio Baños
[Artículo publicado en el número de marzo de La Marea a la venta aquí]
Sólo nos gustan las primaveras. La nueva política, ese dispositivo tan rápido, moderno, limpio y multitasquing. Esa cosa tan vencedora y global y, arrastrados por ella, las viejas izquierdas de la militancia clásica parecen a menudo un anuncio de El Corte inglés. Todos estamos esperando el anuncio de la llegada de la primavera para reflexionar y actuar sobre lo que ocurre en el mundo. Este zasca viene de la tristeza y preocupación que un servidor lleva sintiendo por el olvido de gran velocidad con el que intelectuales, emisores líderes varios, han esparcido sobre la situación en Egipto.
Un olvido que ha tenido para mí un punto doloroso ante la anestesia general que han provocado las imágenes de la muerte de Shaima el Sabag, en la plaza Tahrir el pasado enero, cuando participaba en una marcha de homenaje a los mártires en el cuarto aniversario de la revolución. Esos mismos días por cierto, 18 personas más, islamistas en su mayoría, murieron también en diversos actos y manifestaciones.
De Shaima, de lo ocurrido en estos últimos cuatro años en Egipto o en Libia, ningún análisis, ninguna protesta, ninguna declaración o campaña. Ninguno de peso, al menos. Vivimos en tiempos happy-selfies de los que esperamos tan solo imputs positivos. Refrendos a nuestras tesis, avales a nuestras expectativas, remedios flash a las dudas.
Cuando se inició la Revolución, todos tomamos Tahrir por bandera. Venía de perlas para lo que se cocía en nuestras calles y twitters. Los egipcios demuestran que sí se puede. Los blogueros inauguran la ciberrevolución, una nueva generación para una revuelta global. Todo cuadraba aquel 2011. Después vino Taksim, las revueltas antimundial en Brasil, el movimiento Yo Soy 132 en México… Todo cuadraba. Aquella primavera demostraba de manera irrefutable y eterna que las ideologías clásicas eran rollacos del siglo XX. Que sin aifón no hay revolución. Que, en suma, querer es poder.
Todos nos apuntamos a la primavera. Pero en Egipto siguieron pasando cosas. Y cosas no molantes. Cosas demasiado “vieja-política” para nuestro gusto. Ganaron las elecciones los Hermanos Musulmanes, tan poco hipster ellos. Los días del gobierno de Mursi eran raros. El Islam de Al Azahar, el de los wahabbitas, nasseristas, laicos pro y contra el ejército… Y finalmente el anticlímax: un golpe de Estado clásico con su general salvador, blindados en las calles y represión old school que nos regresaba no ya a Mubarak, sino hasta Sadat y más allá.
En Turquía, la ambigüedad geopolítica, el turbocapitalismo, el relato otomano-islámico y la represión de derechos. Brasil volvió a votar a Dilma. México a Peña. Es fantástico volcarse en las luchas de primavera. Pero si uno cree en el pensamiento crítico más que en el pensamiento rápido, si uno es internacionalista antes que cosmopolita, debe entender que donde hay que pelear es en los otoños y aguantar en los inviernos de las revoluciones.
Es ahora, cuando todo es complejo, cuando precisamente debe hacerse más denso el análisis y más viva la solidaridad. Nos es más útil el Tahrir de este año que el del primer día de la revolución. Aprendamos los límites, las resistencias. Entendamos las trampas y traiciones para hacer política adulta. Quedémonos a mirar lo que pasa cuando no pasa nada que tuitear. Escribió Shaima: “La Historia dirá que nuestra generación sabía más de mártires que de vivos” y, sin embargo, olvidamos a unos y otros porque, simplemente, no ganaron a la primera.
En lugar de volcar nuestros nuevos partidos y las nuevas redes de acción y conciencia en recordar a los libios, Ayotzinapa o la resistencia egipcia, parece que los abandonamos al primer revés en busca de cosas bonitas que explicar. Cosas sencillas que defender
Si de lo que se trata es de dar la espalda al Tahrir del 2014 por no empañar el bonito selfie del 2011, si de esto se va a tratar, de ir haciendo el primaveras por el mundo para no salir de nuestra prejuiciosa área de confort, nunca se ganará nada. Nada que resista al invierno, quiero decir.
Las nuevas generaciones, salvando minorías, no están acostumbradas al esfuerzo y parece cómo si les hubieran robado su fuerza de voluntad.
¡Qué cambios da el mundo!. Pensar que este país hace 80 años tuvo hijos e hijas tan valerosxs y despiertxs. De no haber perdido aquella guerra que nos lxs arrebató, que gran país sería éste.
Las nuevas generaciones no están acostumbradas al esfuerzo y parece cómo si les hubiera robado su fuerza de voluntad.
Qué cambios da el mundo!. Pensar que este país hace menos de 80 años tuvo hijos tan valerosos y despiertos. De no haber perdido aquella guerra que gran país sería éste.