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Sobre la legitimidad de las autodefensas en Estados Unidos

Poco a poco está resurgiendo un espíritu que había permanecido hibernando demasiado tiempo ante la realidad terrible que vive la sociedad estadounidense

PABLO MUÑOZ // Últimamente están apareciendo noticias en relación a grupos de afroamericanos que se deciden a crear estructuras armadas de defensa en las comunidades donde viven. Como en Austin, Texas, donde “unos 40 miembros del Nuevo Partido Panteras Negras (NBPP, por sus siglas en inglés) salieron a las calles para condenar los recientes asesinatos de ciudadanos de raza negra en varias partes de Estados Unidos”.[1] Los constantes sucesos de jóvenes asesinados a manos de la policía sumados a los escalofriantes datos sobre el porcentaje de afroamericanos encerrados en las cárceles de EEUU han dado lugar a numerosas manifestaciones y concentraciones a lo largo y ancho del país.

Desde la Casa Blanca se intenta mitigar las revueltas generadas con pequeñas e ineficaces correcciones en las estructuras policiales. Se ha admitido públicamente tras un estudio realizado que existe racismo dentro de los cuerpos policiales de “algunos estados” y han sido apartados algunos policías por comportamientos racistas. Pero todo esto no es más que un pequeño juego para calmar los ánimos que no dará mucho resultado, ya que es inevitable que tarde o temprano vuelva a surgir otra noticia de otro afroamericano muerto por parte de las fuerzas del orden.

Y es que resulta que la gente no aguanta más. Poco a poco está resurgiendo un espíritu que había permanecido hibernando demasiado tiempo ante la realidad terrible que vive la sociedad estadounidense. A llegado un punto en el que los jóvenes de ciertos barrios salen con miedo a la calle por ser detenidos e incluso tiroteados por la policía. La libertad de movimiento se está viendo restringida por un estado policial en una ejercicio de la “caza al joven negro”.

Las cifras son aterradoras y hablan de una sociedad con un índice de encarcelados mayor que el que se daba en la época de la esclavitud. Para que no suene a exageración la comparación con el periodo de esclavitud, según el censo de 1850, cerca de 1,7 millones de adultos (a partir de 15 años) eran esclavos[2] mientras que uno de cada once adultos negros estaba bajo el control penal a finales del año 2007, aproximadamente 2,4 millones de personas. [3]La importancia de este dato se agranda si tenemos en cuenta que en EEUU las personas en prisión así como todas las que están bajo el sistema penitenciario en libertad condicional u otras formas, pierden la capacidad de ejercer su derecho al voto y los procesos para recuperarlo tras salir de prisión se vuelven en muchos de los estados verdaderamente insufribles y desesperantes debido a tasas, impuestos y desarrollos burocráticos. Por lo tanto, resulta que 2,4 millones de negros en EEUU hoy en día no tienen derecho a voto.

Esta realidad ha hecho que vuelvan a surgir los llamados grupos de autodefensa que se dieron a conocer en el pasado gracias al partido de los Black Panthers de Huey P. Newton, Bobby Seale, Kathleen yEldridge Cleaver, Angela Davis y compañía.

Cuando es el Estado el que ejerce de manera indiscriminada la violencia contra una comunidad, que por definición acapara su legitimidad, ¿Qué alternativas quedan? Cuando esa violencia implica el asesinato sistemático de la población de cierta comunidad, cuando el modelo de justicia se basa forma parte de las mismas estructuras que están legitimando esa violencia bajo el pretexto de una Guerra contra la droga y la seguridad de los demás y sobre todo, cuando sientes que puedes ser tú el siguiente, ¿qué salidas puedes tomar?

Estados Unidos es un país armado donde en algunos de sus Estados se pueden portar armas por las calles y donde pueden ser compradas en simples centros comerciales como nos enseñó Michale Moore en su documental “Bowling for Columbine”.  Hablamos de una sociedad armada que da muestra de sus problemas sociales cada vez que salen a la luz casos de gente que se decide a matar a todo el que encuentra por la calle, en universidades, centros comerciales o en colegios. Muchos defienden el uso de armas como un aspecto de su propia libertad individual, a parte del enorme mercado que supone en el país. De ahí la importancia económica y política de la Asociación del Rifle del mítico actor Charlton Heston. Lo cierto es que es una sociedad que teme al Estado, y que no termina de confiar en él. Numerosos grupos armados, llegándose a considerar pequeños ejércitos, se entrenan en algunas de los montes  del país como Utah o Colorado bajo la idea de que siempre hay que estar preparado por si el Estado decide someter a alguien en contra de su libertad individual tan emblemática de los EEUU. Son milicias ultraderechistas con una fuerte connotación racista.[4] Es decir, la cultura del culto al arma es identitaria en muchos sectores de la sociedad  pese a los últimos esfuerzos que se han llevado a cabo por la administración Obama para limitar este problema.

Como en el pasado, los conocidos Deacons for defense que en el sur de los Estados Unidos decidieron armarse y entrar a la ofensiva contra los grupos racistas sureños liderados por el Ku Klux Klan, pasando por las autodefensas de los Black Panthers, parece ser que a día de hoy en el siglo XXI estos grupos siguen teniendo motivos para existir.

Aquí se entra en el debate del uso de la fuerza, la violencia frente a un ser dominante y en el cómo ejercer la lucha. En una entrevista a Ángela Davis de su periodo en prisión, el entrevistador le preguntaba que por qué defendía el uso de la violencia.  Siendo la pregunta en sí ofensiva, ya que se está preguntando precisamente a una víctima de la violencia racista. ¿Cómo puede ser que sean las víctimas de todo un sistema las que sean cuestionadas por el uso de la violencia cuando precisamente quien tiene la legitimad de ese uso y por lo tanto el único que la ejerce realmente son las fuerzas del Estado? Es complicado cuestionar a una persona que use la violencia cuando es precisamente una víctima de ello. Hay que entender que la violencia solo la ejerce el Estado y el pueblo tiene la legitimad de defenderse.

Desde la posición de poder que da el sistema a la sociedad blanca es muy fácil cuestionar y criticar este tipo de iniciativas. Pero resulta que no es la población blanca la que están siendo encerrada de forma sistemática en las prisiones, no son ellos quienes son perseguidos y asesinados a manos de policías sin que se castigue a los responsables.

Las autodefensas son precisamente eso, autodefensas. Y estas no existirían si no hubiese una amenaza real y palpable. Es muy fácil dirigir el discurso buscando una vez más la criminalización de estos grupos sin entrar a entender el motivo de su formación y su base ideológica. La eliminación del contenido hace que se vea como una serie de “tipos locos portando un arma en busca de matar a cualquier blanco que les guste”. Es común presentar a la víctima (quien se tiene que defender) como el malo y así precisamente justificar los actos que se hacen contra él. No existe un interés en tratar de entender lo que le lleva a esta gente a tomar esta decisión. Nadie, decide coger un arma y ponerse a armar grupos de defensa en las calles por hobby. Y la comunidad negra no es una excepción. El resurgimiento de grupos de autodefensa surge empujados por un contexto y no de la nada. Y es que un afroamericano tiene 21 veces más probabilidades de ser disparado por la policía que un blanco.[5]
Eso no quiere decir, que el armar a toda una comunidad como fin, sea una solución. Por lo pronto, porque los principales beneficiarios en ese sentido no serían los miembros de la comunidad negra sino las empresas armamentísticas y sus distribuidores apoyados en mafias que poco o nada les interesan las minorías. La defensa no surge como solución, sino como medida drástica de protección. La solución debe venir por el cambio de las estructuras.

Por otro lado, estas medidas no son representativas de toda la comunidad ni todas las personas afroamericanas defiendes este tipo de iniciativas ni mucho menos. Pero la sensación de agotamiento está haciendo que cada vez más empiezan a cansarse y no encuentren otra alternativa por lo que cada vez les parece menos drástico. Esto puede llegar a una situación de inestabilidad muy preocupante dentro del país.

Y es que, ¿Por qué debe nadie tener que aguantar este tipo de persecución? El surgimiento de estos grupos armados tiene que entenderse como un síntoma de la decadencia de la sociedad que vive el país. Como una consecuencia de una historia que no ha cambiado sino que se ha camuflado en una serie de políticas y medidas disfrazadas de un lenguaje neutro racialmente hablando.

El problema no es que existan estos grupos, sino que se haya tenido la necesidad de crearlos visto las circunstancias.

Pablo Muñoz es licenciado en Sociología

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[1] http://www.aporrea.org/internacionales/n267103.html

[2]  El color de la justicia. Michelle Alexander. Capitan Swing Libros, S.L. Edic 2012. Pag 276

[3] Fuente: Pew Center on the States, One in 31: The Long Reach of American Corrections, Washington DC, Pew Charitable Trusts, 2009.

[4] Para más información http://tribuna.org.mx/milicias-en-estados-unidos-la-cultura-del-odio/

[5] Fuente: http://www.elconfidencial.com/mundo/2014-11-26/por-que-los-policias-que-matan-civiles-nunca-acaban-en-la-carcel-en-estados-unidos_505882/

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