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Españopoly. Cómo hacerse con el poder en España (o, al menos, intentarlo)
Fragmento del libro de la periodista Eva Belmonte, editado por Ariel, a la venta desde este martes
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Las reglas del juego
Este es un juego atemporal, un clásico. Las reglas no han cambiado tanto desde la época de matrimonios concertados y escuelas solo para unos pocos. Buena parte del entramado que rodea a los personajes más importantes del país se ha tejido desde la cuna. Son los básicos del poder. Ciertos apellidos se repiten, década tras década, en los consejos de administración de las compañías más importantes y los organismos públicos con más poder de decisión. Tienden a relacionarse entre ellos, ya sea en cacerías o en organizaciones en las que conjugan intereses, y juegan con un dado extra.
Los jugadores que no parten con esa ventaja de cuna también pueden hacerse con la victoria. Subvenciones, contratos, leyes a medida o pesca de cargos en la pecera de fieles de los partidos políticos son algunas vías para el éxito. La clave está en seguir el ejemplo de los mejores jugadores del país, los más poderosos. Y, si es posible, arrimarse a ellos.
Pero tenemos un problema: incluso las jugadas más básicas de la partida (¿Con quiénes se reúnen los cargos públicos? ¿Cuál es la trayectoria profesional de sus asesores?) están ocultas. La única gran fuente de información pública, por mandato legal, es el Boletín Oficial del Estado.
Es ahí donde encontramos pistas de cómo nos gobiernan, cómo se reparte la tarta o qué decisiones que se han tomado bajo la mesa de juego nos afectan. Porque siempre hay un trilero cerca. Toca escudriñarlo a fondo.
Partida modelo
Viernes 16 de octubre de 1998. Consejo de Ministros. Orden del día: la ministra de Justicia, Margarita Mariscal, trae una lista de indultos para que sean aprobados por el Gobierno que lidera José María Aznar. Los que consiguen la carta Queda libre de la cárcel del Monopoly son 35: veinte insumisos, siete condenados por robo, seis con sentencia firme por otros delitos y dos por falsedad en documento mercantil y estafa, entre ellos Gabriel Arias-Salgado. Este había sido condenado por inventarse unas deudas inexistentes durante el proceso de divorcio para salir mejor parado del reparto de la sociedad de gananciales.
Ese Consejo de Ministros estaba formado, entre otros, por nombres tan conocidos de la política española como Esperanza Aguirre (Cultura), Mariano Rajoy (Administraciones Públicas), Rodrigo Rato (Economía) y Rafael Arias-Salgado (Fomento). Han cantado línea.
Todo está conectado. Tanto, que lo mismo puede pasar que pertenezcas al Gobierno que indulta a tu propio hermano, que seas tú el encargado de poner en marcha el proceso de privatización de Aldeasa y, con los años, acabes presidiéndola. Efectivamente, en 1997, con Arias-Salgado en el Gobierno y en plena fiebre privatizadora, arrancó la venta parcial de la compañía gestora delas tiendas libres de impuestos de los aeropuertos, hasta entonces pública.* Y en octubre de 2012, con su paso por la política convertido en una batallita de otra época, Rafael Arias-Salgado se hizo con la presidencia de la compañía, ya bajo el nombre de World Duty Free. Sumó ese cargo a la presidencia de otro tótem de los comercios, que ya ostentaba desde hacía dos años: Carrefour. Y aquí está la primera lección de esta guía práctica: muévete entre lo público y lo privado con soltura. Las puertas giratorias están para algo.
Las capacidades adaptativas son valiosas más allá de ese binomio, también dentro de la propia política y entre sus partidos. Si el arte camaleónico le valió a David Bowie para que su música se hiciera fuerte a lo largo de las épocas, ¿por qué no va a ser un valor en alza en el mundo de los vaivenes electorales?** El protagonista de esta pequeña historia también cambió de equipo. Rafael Arias-Salgado fue ministro de Presidencia de Suárez y de Administración Territorial con Calvo-Sotelo, además de secretario general de UCD. Todo quedaba en casa. En ese caso, en el partido. Pero en 1996, con la llegada de Aznar al poder, volvió a la arena transformado en ministro del PP, entonces de Fomento.
Arias-Salgado fue capaz de adaptarse, como muchos otros, a esos tiempos cambiantes en los que las líneas divisorias entre partidos se afinaban cada vez más. Es el espíritu de la Transición. La misma que reivindica desde la Fundación Transición Española, de la que es fundador junto a otros políticos que formaron parte de ese periodo y Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, que no se pierde una. La misma Transición que se rememoró, entre copas de rioja y bogavante, en uno de los actos de la gira de despedida ofrecida por el rey Juan Carlos en una cena en el restaurante Currito el 17 de junio de 2014. A 48 horas de su abdicación oficial y tras dejarse ver en un par de actos empresariales, el monarca compartió mesa con sus viejos rockeros. A saber: algunos ponentes de la Constitución, cargos institucionales, presidentes autonómicos retirados (Rodríguez Ibarra y Joaquín Leguina) y más de una decena de exministros, la mayoría del PSOE, entre los que se encontraba José Barrionuevo, ministro del Interior condenado por secuestro y malversación de fondos públicos vinculado a los GAL e indultado. También acudieron otros exministros socialistas como Virgilio Zapatero, uno de los consejeros del fiasco de Bankia; José Luis «patada en la puerta» Corcuera; o Alfonso Guerra.
Al florido ágape no faltó Arias-Salgado. Ni Javier Sáenz de Cosculluela, que saltó de la casilla del Ministerio de Obras Públicas a la de la presidencia de la patronal de constructoras en un caso de puerta giratoria de libro. En concreto, de este libro. Otros maestros del reciclaje estuvieron presentes, como José Luis Leal Maldonado, que fue ministro de Economía y Hacienda y mutó en presidente de la Asociación Española de la Banca (AEB) durante 14 años.
Es la misma Transición que engendró el bipartidismo y, con él, el reparto de cuotas de poder entre PP y PSOE a lo largo de todos estos años. No solo en la distribución oscilante de miembros en Congreso y Senado, en los parlamentos autonómicos, las entidades locales y los órganos de gobierno a todas las escalas, sino también en el reparto de subvenciones aparejado al número de escaños para cada partido y para cada una de sus fundaciones asociadas, puerta trasera de la financiación de las formaciones políticas. Esa dualidad popular/socialista va más allá, hasta llegar a impregnarlo todo, incluso los organismos definidos en sus estatutos como independientes, que acaban convertidos en un reflejo de la composición parlamentaria sin atender a méritos. Empezando por las cajas de ahorro (ahí está Bankia, la madre del cordero del reventón económico), siguiendo por entidades especializadísimas (como el Consejo de Seguridad Nuclear), pasando por las encargadas de la fiscalización (Tribunal de Cuentas) y acabando por la tercera pata de la división de poderes, los altos tribunales (el Consejo General del Poder Judicial y sus retoños: Tribunal Supremo y Tribunal Constitucional).
El reparto de cromos también se juega en las televisiones públicas. La naturalidad con la que se acepta que cada cambio de Gobierno lleve aparejado un cambio de equipo directivo es buena prueba de ello. Es el caso, por ejemplo, de RTVE, que a lo largo de su historia ha sido dirigida, excepto en contadas ocasiones, por un enviado especial del Gobierno de turno. Adolfo Suárez lo fue, en plena dictadura, mucho antes de convertirse en presidente. Felipe González, por su parte, colocó al frente, entre otros, a Luis Solana, hermanísimo de su entonces ministro de Educación y Ciencia, Javier Solana. Y de hermanos también fue la cosa en la Legislatura Constituyente (1977-1979), cuando el director general de RTVE era Fernando Arias-Salgado. ¿Les suenan estos apellidos? Han cantado bingo.
No era la primera vez que el hermano del que luego fue ministro de UCD y del PP tenía un cargo público. Durante el franquismo, fue subdirector general de Investigación y de Cooperación Internacional, además de secretario general técnico en el Ministerio de Asuntos Exteriores y embajador, carrera que recuperó tras su paso por la televisión pública. Y es que, por mucho que pase el tiempo, la dictadura sigue marcando buena parte de los nombres de quienes manejan el cotarro. Y sus herederos.
La herencia es importante. También lo es la familia. Y la educación, marcada por esos contactos que se forjan en el patio del colegio. ¿Qué tienen en común el exgobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez (el MAFO de la crisis); el constructor y sin embargo marqués Juan Miguel Villar-Mir; el columnista y académico Luis María Anson; el empresario y presidente del Museo del Prado Guillermo de la Dehesa; el socialista sin Moncloa Alfredo Pérez Rubalcaba; el expresidente y señor de FAES José María Aznar; los hermanos Solana; el todopoderoso emperador mediático Juan Luis Cebrián; quien fue nombrado presidente de la Telefónica privatizada, Juan Villalonga; y Rafael Arias-Salgado, personaje modelo de este preámbulo? Todos ellos fueron al colegio Santa María del Pilar, una escuela religiosa -ahora concertada- que ha reunido en un solo patio (muy bien situado en la zona alta de Madrid, eso sí) a una buena ración de los protagonistas de esta historia.
Todo está conectado. Más por arriba que por abajo. Según se ganan posiciones en la escala de poder, los vínculos se estrechan. Muchos tienen la fiebre del oro, pero solo algunos se hacen con él y construyen una ciudad, con casitas y hoteles, a su alrededor. Rafael Arias-Salgado es solo uno de ellos, un ejemplo paradigmático, ni el más importante ni el más escandaloso. El plan, a partir de ahora, es explicar quiénes son los jugadores de este gran Monopoly en el que se ha convertido España y, sobre todo, cómo han hecho suyas las reglas del juego y han ido ocupando todas y cada una de sus casillas a lo largo de estos años.
Y para ello vamos a escudriñar nuestro código; el implícito y el escrito (BOE todopoderoso), para poder reconocer a primera vista los cimientos del poder que nos rodea. Y sospechar cuando toque. Sin estridencias ni rumorología de base. Una de las frases más memorables del cine del oeste, pronunciada por el editor jefe de El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962), dice así: «Esto es el Oeste. Cuando la leyenda se convierte en realidad, publica la leyenda».*** Es maravillosa, pero no le vamos a hacer ni caso.
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* Aunque no fue hasta 2005, ya con Zapatero en la presidencia del Gobierno, cuando la privatización se completó.
** Otro de los casos más sonados fue el de Ferran Mascarell, conseller de Cultura del Tripartito catalán, que recuperó esa misma silla con Artur Mas como president, saltando del PSC a CiU sin despeinarse.
*** En su versión original: «This is the West. When the legend becomes fact, print the legend».
El saber nos hará libres,… o al menos lo intentaremos.
Mira que libro publican.