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El reglamento del Congreso, 33 años sin pasar de pantalla

La institución se rige por un reglamento de 1982 al que apenas se le han hecho cambios por temas menores

La encuesta del CIS sobre el debate del estado de nación que tuvo lugar la semana pasada en el Congreso reveló que un 47% de las personas que sabían que se celebraba (un 76% de la población) no lo siguieron de ninguna manera y que tres cuartas partes de los ciudadanos piensan que se tratan temas que preocupan poco o nada.

Ciertamente, el debate es duro de seguir para un ciudadano de a pie: un primer día de discursos y rifirrafes que pueden extenderse durante 10 o 12 horas, intervenciones largas, falta de agilidad… Hasta la vicepresidenta del Congreso, Celia Villalobos, fue capaz de ponerse a jugar al Frozen Free Fall (un videojuego) mientras hablaba Mariano Rajoy, dejando de ejercer sus funciones como presidenta de la Cámara en ese momento.

No es nada nuevo, las sesiones ordinarias de debate de cualquier ley también pueden alargarse durante horas.

Estos encorsetados sistemas son fruto de una institución que se rige por un reglamento de 1982 y que al que apenas se le han hecho cambios y por temas menores. Vendría a ser como lo que es la Constitución al Estado, pero al Parlamento.

En esta legislatura, con mayoría absoluta del Partido Popular, se empezó a hablar de cambiar el reglamento en noviembre de 2012. Fue a raíz de una propuesta de Izquierda Plural a la que el PP presentó un texto alternativo y la posibilidad de que todos los grupos aportaran ideas, pero tras sucesivas reuniones de la ponencia, la reforma está en punto muerto.

Desde entonces, los grupos de la oposición han solicitado reiteradamente en esta legislatura que se actualice esta normativa. La realidad es que es un paso que desde 1982 no ha dado ningún partido que ha presidido el Congreso, ni los pasados del PSOE, ni el actual, con Jesús Posada a la cabeza.

Cambios en el reglamento sin entrar a tocarlo

Sin embargo, el reglamento no se ha mantenido inamovible ya que existen fórmulas para realizar variaciones, eso sí, fuera del propio texto.

La presidencia de la Mesa del Congreso puede aprobar resoluciones para introducir algún cambio en el funcionamiento de la Cámara o de aspectos que afectan a los debates o a los parlamentarios, como por ejemplo, la publicidad de los viajes o las declaraciones de bienes.

Son pequeños textos normativos con sus correspondientes artículos que la Cámara califica de “interpretativos y supletorios”

Desde 1982 se han aprobado 22 normas de este tipo en el Congreso para modificar asuntos como por ejemplo cómo investigar los asuntos de tráfico de influencias que afectan a un diputado, y cómo tiene que proceder la Comisión del Estatuto de los Diputados. Otra resolución regula el modo de actuar en caso de tratar con secretos oficiales.

Asimismo, se han ido aprobando a lo largo de la historia de las Cortes Generales hasta 21 resoluciones y acuerdos que afectan al Congreso y al Senado conjuntamente.

Normas de otro siglo

En definitiva, parece que en esta legislatura tampoco veremos un nuevo reglamento pactado entre todos los grupos parlamentarios.

El Congreso de los Diputados, y también el Senado, son dos de las cámaras legislativas en España que más tarde están reaccionado ante las reclamaciones ciudadanas de que haya un mayor acercamiento y transparencia.

Mientras que a la Cámara aragonesa pueden acudir colectivos a explicar peticiones o en la catalana podemos leer las preguntas que dirige la ciudadanía a su parlamento, por ejemplo, en las Cortes generales vemos que cuesta mucho avanzar. Y el reglamento sigue sin reformarse.

Últimamente se están dando algunos signos de apertura, como un blog para explicar el debate del estado de la nación, un portal de transparencia al que hay que continuar añadiendo información… Pero estamos en 2015 y creemos que es hora de pasar de pantalla.

[Artículo publicado originalmente en el blog Qué Hacen los diputados]

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Comentarios
  1. Medidas conservadoras para unos partidos conservadores del franquismo actual. Una constitución franquista para unos partidos consevadores franquistas : pp/psoe

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