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La OTAN trata de legitimar su existencia en el siglo XXI

Lo que comenzó oficialmente como una organización defensiva ante la URSS busca su razón de ser frente a una Rusia refortalecida y al terrorismo internacional

Soldados de la Alianza Atlántica durante una misión en Afganistán. NATO

Reportaje publicado en el número de enero de La Marea, que puedes adquirir en nuestra tienda virtual

El escritor George Orwell, en su juventud, fue subcomisario de policía en la Baja Birmania, en los estertores del Imperio Británico. Un día, le informaron de que un elefante había enloquecido en el bazar y matado a una persona, por lo que tuvo que acudir a ver qué ocurría. Cuando cogió su rifle todo se precipitó: una multitud de birmanos se le fue sumando en el camino. En ese momento, pese a que no era esa su voluntad, supo que tendría que matar al elefante. Era lo que se esperaba de él. “Entendí en ese momento que, cuando el hombre blanco se vuelve un tirano, es su propia libertad la que destruye”, escribió Orwell. En cualquier crisis, continuó, el que ejerce el poder “se pone una máscara, y su rostro acaba por adaptarse a ella”. Al final, Orwell disparó sus cinco cartuchos sobre el animal, que murió en una lenta agonía.

La anécdota la contó Carles Cajasuana, ex embajador de España en Reino Unido, en diciembre cuando presentaba en Madrid un libro sobre los mecanismos del poder y el entorno psicológico que envuelve a los que lo ostentan. Delante tenía un público que sabía muy bien de qué hablaba: el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y el antiguo jefe del Estado Mayor, el general José Julio Rodríguez, entre otros. En ese momento, Casajuana dio una palmada a su acompañante en la mesa, el ex secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) Javier Solana, y agregó: “Algo parecido, imagino, es lo que tuviste que sentir tú cuando el bombardeo de Yugoslavia”. Solana desvió la mirada, se frotó la nuca y pasó, incómodo, por encima del ejemplo.

La acción sobre la antigua Yugoslavia fue la primera ofensiva militar en la que se vio envuelta la OTAN, tras décadas en las que se limitó a mostrarle a la Unión Soviética su potencial con fines básicamente disuasorios. La operación causó cientos de víctimas mortales civiles y una gran polémica tras el bombardeo de la embajada china y la televisión serbia. Un asunto que Solana, quien aprobó el ataque en calidad de dirigente de la organización, no quiere recordar. A preguntas de La Marea respondió que “hace ya mucho tiempo” de aquellos hechos y declinó hacer declaraciones. Aquella fue la primera vez que la OTAN atacaba de manera directa. El objetivo oficial fue detener las agresiones del presidente Slobodan Milosevic contra los albaneses en Kosovo, pero la legalidad de la intervención, que no contaba con una resolución de la ONU, ha sido cuestionada por muchos expertos en derecho internacional. Poco después de que las bombas cayeran en el país, EEUU se incautó de mil hectáreas de terreno yugoslavo para construir Camp Bondsteel en Kosovo, una de las bases militares más grandes fuera de suelo norteamericano, que posteriormente ha servido como un centro de detención muy similar a Guantánamo.

La hegemonía de EEUU en la organización, la militarización global que supone –el Pacto de Varsovia fue una reacción al Tratado de Washington, germen de la Alianza– y su carácter intervencionista tras la caída de la URSS, en 1991, han provocado críticas desde diferentes sectores sociales. Tras la desintegración del bloque soviético, la OTAN ha justificado su existencia señalando el peligro de nuevos enemigos. A saber: el terrorismo internacional, el comercio de armas y el cambio climático, entre otros.

El viraje del PSOE

Tras la contestación social en las décadas de 1980 y 1990 contra la OTAN, el debate ha vuelto a cobrar cierta relevancia mediática con la incógnita sobre si una hipotética Escocia o Cataluña independiente seguirían bajo el paraguas de la organización. También el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, generó debate al afirmar que, «si pudiera, saldría de la OTAN». Iglesias se subió al escenario con Javier Krahe para cantar juntos Cuervo Ingenuo, la conocida canción en la que el cantautor critica el viraje del PSOE desde el no a la OTAN hasta el sí. Izquierda Unida, por su parte, lleva la salida de la OTAN en su ADN desde hace décadas.

En España, el ingreso en la Alianza fue especialmente polémico. Felipe González, tras defender una postura radicalmente contraria al ingreso en la organización, una vez en el Gobierno, acabó sometiendo la permanencia a referéndum pero haciendo, finalmente, campaña por el sí. Entre las condiciones, puso la “retirada progresiva” de la presencia militar estadounidense. Lo cierto es que de cuatro bases que había en nuestro país quedan hoy en día dos, una en Rota (Cádiz) y otra en Morón de la Frontera (Sevilla). Sin embargo, Zapatero negoció con la Administración de Barack Obama la incorporación de estos dos emplazamientos al sistema del escudo antimisiles de la OTAN en Europa, lo que implica la consolidación de España como engranaje clave. Además, supone un nuevo foco de tensión con Rusia, que considera que este sistema defensivo impulsado por EEUU va dirigido contra ella. Por otro lado, las bases españolas también se usan como lugar de apoyo a las operaciones estadounidenses en África. Décadas después de aquel referéndum, González aseguraría que éste fue un «error serio». «A los ciudadanos no se les debe consultar si quieren o no estar en un pacto militar. Eso se debe llevar en los programas y se decide en las elecciones», opinó.

02 Solana CMYKJavier Solana en la rueda de prensa en la que anunció el bombardeo sobre Yugoslavia, en 1999. NATO

Muchos expertos en seguridad internacional creen que los intereses norteamericanos deberían desligarse de la política de defensa europea. Pablo Antonio Fernández, catedrático de Derecho Internacional en la Universidad de Sevilla, apuesta por permanecer en la OTAN pero con una UE más autónoma. Sin embargo, cree que no existe voluntad política para que Europa se dote de estructuras militares propias. “Es de risa. Hace unas semanas trabajamos con el ministro de Defensa en un seminario, y nos contó que no hay dinero, ni medios, ni voluntad”, asegura. “La situación llega hasta tal punto que, en caso de conflicto, los aliados europeos no podríamos ni intercambiarnos las balas ni compartir frecuencia de radio”, añade. Para este catedrático, la autonomía militar es clave. “Tenemos intereses distintos a los de EEUU, fronteras diferentes, pero nuestros políticos son de miradas muy cortas”, lamenta.

Curiosamente, la propia OTAN coincide con esta tesis. Carmen Romero, portavoz adjunta de la organización, asegura que la Alianza apoya una “defensa europea más capaz” que comparta de manera más “equitativa” el “peso, los beneficios y las responsabilidades” de la Alianza, que ahora recae en su mayoría en EEUU. Washington es el que más efectivos y presupuesto aporta y el que ostenta la hegemonía dentro de la Alianza. Si bien las decisiones se toman en un órgano político, formado por los jefes de Estado de todos los países miembros, el máximo jefe militar, que es quien dirige las operaciones, es siempre un estadounidense. Además, la infraestructura de la primera potencia bélica, que incluye cientos de instalaciones militares por todo el globo, puede ser utilizada por la OTAN si así se necesita.

Para Pere Ortega, coordinador del Centre D’Estudis per a la Pau J. M. Delàs, lo realmente deseable sería salir de la OTAN, que considera una “rémora del pasado”. “No tiene ningún sentido hoy en día, y menos que la seguridad y la defensa de Europa recaiga en un país extranjero, como es EEUU”, sostiene. Los países europeos no suelen realizar ofensivas, y su único papel, apunta este investigador, se reduce a “legitimar” las acciones norteamericanas. Según el tratado, si España quisiera salir de la OTAN, tan sólo tendría que rescindir el contrato. ¿Presiones? “Sí, claro que las recibiría, al presidente le llamarían Obama y Merkel por teléfono seguro, pero legalmente es posible”, zanja Ortega. No sería el primer país que abandona la OTAN. Francia lo hizo en 1966, aunque volvería a ingresar en 2009 por decisión del entonces presidente Nicolas Sarkozy.

La desintegración de la URSS

Ahora, la Alianza ha encontrado una nueva razón de ser: la tensión con Rusia, aunque se viene fraguando desde hace tiempo por la expansión de la OTAN hacia Europa del Este, el antiguo campo de influencia ruso. El movimiento de los países occidentales contravenía el pacto al que llegaron Mijaíl Gorbachov, el último dirigente de la URSS, y el presidente de EEUU Ronald Reagan de no extender la organización militar hacia las fronteras rusas. Sin embargo, acabarían ingresando como miembros Polonia, Hungría, República Checa, Bulgaria, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Albania y Croacia. “La URSS se había desmembrado, aparecieron 28 repúblicas independientes, en medio de una crisis política, económica y social, lo que hizo que no tuviera capacidad política para responder a esa ampliación de la OTAN hacia sus fronteras”, explica Ortega.

Las consecuencias de la desintegración de la URSS aún se notan a día de hoy. Destaca la guerra de Georgia, en 2008, cuando la OTAN debatía un posible ingreso de esta antigua república soviética. Allí, dos provincias independentistas y pro-rusas, Albjazia y Osetia del Sur, fueron atacadas por el Gobierno georgiano para tratar de recuperar el control, lo que desencadenó una intervención militar por parte de la Rusia de Vladímir Putin. “Cuando los Estados se independizan generan tensiones territoriales y humanas porque no deja de haber en esos territorios población de la otra parte del Estado”, explica Fernández. En este contexto, el acercamiento de la OTAN al antiguo territorio soviético y la absorción de países con gran parte de población pro-rusa es “en parte una fuerte provocación”, reconoce el catedrático.

En Crimea ha ocurrido algo parecido. Tras la destitución del presidente ucraniano Viktor Yanukóvich y la instauración de un gobierno proeuropeo, Rusia se anexionó Crimea en marzo, contraviniendo el Derecho Internacional, aunque con el beneplácito de la mayor parte de la población de la región. La península había sido históricamente rusa, hasta que el presidente Nikita Kruschev la concedió en 1954 a Ucrania, en el contexto de un territorio federado cuya desintegración entonces era impensable.

Para la OTAN, en cambio, es Rusia quien está actuando de manera “agresiva”, modificando fronteras por la fuerza. “Sus acciones incumplen la ley internacional y señalan la necesidad de la formación de una arquitectura de seguridad europea”, sostiene la portavoz Romero. Considera que “la expansión ha ayudado a los países europeos del Este a disfrutar de los beneficios de la democracia, el imperio de la ley, y el crecimiento económico”, argumenta. Por su parte, Ortega se niega a admitir que la Alianza promueva la democracia: “Nunca se ha distinguido por eso, de hecho aceptó en su seno a las dictaduras de Portugal y Grecia, a Turquía, y ahora ha incluido a democracias que dejan mucho que desear, como Albania, Polonia o Hungría. Por otro lado, la organización militar establece estrechas relaciones con países no democráticos”, apunta. Ortega cree que el objetivo último es realmente otro: “La OTAN se otorga el derecho a ser policía mundial cuando tiene intereses en algún conflicto”.

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