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43 muertos, 47 heridos, 100 concentraciones y 0 responsables

Este 3 de febrero, la asociación de víctimas del accidente de metro de Valencia hará la concentración número 100 para exigir que el gobierno valenciano asuma responsabilidades

Todos los días 3 de cada mes, desde aquel fatídico 3 de junio de 2006, los familiares y las victimas del accidente de metro de Valencia se concentran en la plaza de la Virgen. Este martes será la vez número 100 que lo hagan. Atrás quedarán momentos de soledad, lluvia, frío y sol. Tras 100 meses el motivo no ha cambiado: buscar respuestas, encontrar a los responsables que hicieron que ese 3 de junio un convoy del metro descarrilase y se llevase por delante la vida de 43 personas, además de dejar heridas a otras 47.

La asociación de víctimas de metro, AVM3J, heredó la dignidad del pueblo valenciano, anestesiado por una irreal bonanza económica, y, supo llevarla ante un espejo. Los años siguientes al accidente fueron muy duros. La mayoría de concentraciones reunían a apenas unas pocas decenas de personas, afectados que soportaban con estoicidad la ignorancia o incluso el desprecio de la sociedad valenciana. «Pero si ya han cobrado, ¿qué quieren?», se oía decir mientras los familiares pedían respuestas.

La anestesia fue servida con grandes dosis de manipulación informativa. Canal Nou cumplió a la perfección su papel al servicio del poder político. Nada importaba. Camps despreciaba a las víctimas -jamás se reunió con ellas-, y los fastos de una ciudad entregada al servicio de los grandes eventos, gürteles, calatravismos y demás festejos, dejaba poco espacio para unas personas que no se confirmaban con la versión oficial edulcorada del mayor accidente de metro en España.

Pese a los intentos de periodistas como Laura Ballester del Levante-EMV y otros compañeros de profesión, el despertador no se activó hasta que la productora Barret Films creó la página web Zero Responsables y el programa Salvados de Jordi Évole colocó el caso en la agenda política, judicial y, mucho más importante, social.

Entonces, la dormida sociedad valenciana pareció despertar de ese letargo y, con una postura que transitaba entre la vergüenza y la indignación, descubrió una realidad escondida tras los discursos triunfalistas y demagógicos. Así conocimos cómo Canal Nou dio a sus trabajadores directrices de hacer expandir la versión oficial: «Había sido un accidente desafortunado e inevitable». Así, todas las culpas se dirigieron hacia el maquinista, fallecido en el accidente. Mientras tanto, miembros del Partido Popular, coordinados por Juan Cotino, compraban silencios.

Pero un día, Jordi Évole entró en nuestras casas para recordarnos lo miserables que éramos y todo esto se vino abajo. La plaza se llenó, y así el siguiente mes, y el otro, y el otro. La Fiscalía también movió ficha y, finalmente, se reabrió el caso tras una instrucción y una sentencia que ofrecen más dudas que certezas. ¿Qué se hizo con los dos libros de averías del tren que se perdieron? ¿Por qué no estaba colocada la baliza que hubiese evitado el accidente? ¿Por qué no se hizo caso a las quejas que hubo sobre el estado de esa línea? ¿Qué medidas se tomaron tras los accidentes previos al descarrilamiento con trenes similares? ¿Por qué se encargó a una consultora el asesoramiento del testimonio de los testigos en la Comisión de Investigación de Les Corts Valencianes? ¿Qué se quería ocultar?

Preguntas sin respuesta que buscaban romper con esa expresión que Canal Nou repetía como un mantra: «Accidente inevitable». Por si esto fuera poco, las víctimas tuvieron que soportar dos gestos de desprecio más: el monolito que recuerda el accidente está oculto, como si nunca hubiese pasado nada, y la Generalitat Valenciana cambió el nombre de la estación donde sucedió el descarrilamiento. Pasó a llamarse Joaquín Sorolla, como si el recuerdo del pintor valenciano pudiese tapar esta tragedia.

Pero no todo han sido sinsabores tras estas 100 concentraciones. Gracias a ellas se ha conocido a Beatriz Garrote, la presidenta de la asociación de las víctimas del metro, quien ha hecho de su lucha un ejemplo para la sociedad valenciana. Su imagen, entrando a escondidas a los estudios de Canal Nou la noche del cierre de la emisora, expresa en tan solo unos segundos la vergüenza de un tiempo pasado. Son ya 100 concentraciones, pero Garrote y los suyos no pierden la ilusión de que antes de la 101 alguien se haga responsable de lo que sucedió.

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