La Uni en la Calle

Nómos, Díke y el “cadáver animado” en la ‘Antígona’ de Sófocles

"Antígona denuncia el sueño en que vive el gobernante cuando considera que los cuerpos de los hombres pueden conducirse con docilidad frente a sus leyes", subrayan las autoras

En su Note sur M. Bergson (1914), Charles Péguy aseguraba lo siguiente: «Por un semicoro de la Antígona daría yo las tres Críticas y la mitad de los Prolegómenos». La observación no tiene nada de descabellada.

La tragedia sofoclea se centra en la exposición y resolución del conflicto entre las «leyes no escritas y firmes de los dioses», enarboladas por Antígona, y el decreto [kérugma], inconsciente de sus límites, dictado por Creonte en un ensayo de cierre de un litigio antinómico.

Sería provechoso comparar lo que ocurre en Antígona tanto con la modalidad de la justicia reflejada en la epieíkeia aristotélica, que implica un constante ajuste de los asuntos humanos que suele traducirse como equidad, cuanto con la superación de las antinomias dinámicas en la Crítica kantiana.

Cometeríamos una flagrante inexactitud con respecto al sentido cabal de la virtud, generalmente traducida como equidad, si la entendiésemos como una suerte de vista gorda con respecto a la inadecuación de los hechos al deber ser, como declaración de un estado de excepción movido por una excesiva ternura hacia las cosas mundanas.

Por el contrario, el juez equitativo procede a ajustar la forma de ley a aquellas dimensiones de la vida humana menos receptivas al lógos por su contingencia y mutabilidad. Se sirve para ello de un instrumento análogo a la regla de plomo de los arquitectos lesbios, aplicada en la construcción ciclópea -como el sepulcro destinado a Antígona-, de suerte que la primera piedra diese el parámetro conforme al cual seleccionar después el resto de piezas.

Una vez liberados del vasallaje al pathos, Antígona y Creonte aparecen como dos manifestaciones mediante las que el hombre se convierte de manera aciaga en un «cadáver animado» [empsuchón nekrón] (v. 1167), en lo que cabe reconocer un yerro de lo deinón, a saber, lo inquietante y portentoso que acompaña a la téchne (técnica), a la cual recurre el hombre para habitar la Tierra. El primer estásimo del coro de la tragedia vincula, en un celebérrimo parlamento, el destino del hombre a la ambivalencia de la facultad que le garantiza su supervivencia (Sófocles, Antígona, vv. 332-384). Antígona y Creonte comprenden la díke a una luz que podría resumirse como meramente técnica, pero carente del descenso continuadamente escéptico a la realidad más concreta que comporta la epieíkeia.

Sin la compañía del saber prudencial, propiamente práctico, no sólo las hazañas del hombre han de llamarse siniestras –unheimlich- y enjuiciarse como carentes de acierto -de precisión-, sino que la disposición de recursos para todo -la situación del animal pantopóros- puede convertirse en sinónimo de permanecer inerme –áporos- ante la condición de la mortalidad.

Por último, la capacidad de invención técnica, esto es, la capacidad para maquinar y desplegar componendas, puede conducir al hombre tanto a la cumbre ciudadana –hupsípolis-, como privarlo del contexto civil -declararlo ápolis-, como ejemplifica el golpe del destino sufrido por el inventor mítico en el Prometeo encadenado de Esquilo (vv. 443-506).

Coinciden ambas tragedias, la de Esquilo y la de Sófocles, en plantear centralmente los riesgos derivados de un uso excesivamente inflexible de la actividad productiva, reacio a atender a las irregularidades y aristas de lo real, a las anomalías en definitiva que rodean la existencia humana. Algo que se contrapone a lo que ocurre en el mundo de las construcciones geométricas, donde la contingencia se suprime para dejar paso a la más extrema necesidad que haya podido urdir la cabeza humana.

Antígona denuncia con su exigencia de cuidar de Polinices el sueño en que vive el gobernante, pesadilla para los ciudadanos, cuando considera que los cuerpos de los hombres pueden conducirse con una extrema docilidad frente a sus leyes, desoyendo la necesidad de integrarlas en un contexto de normatividad mucho más múltiple y concreto.

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Nuria Sánchez Madrid es profesora contratada doctor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Recientemente ha traducido y preparado una nueva edición española del escrito de I. Kant Primera Introducción de la Crítica del Juicio (Madrid, Escolar y Mayo, 2011). Es miembro del Grupo de Investigación de la UCM “Metafísica, Crítica y Política”.

Rocío Orsi Portalo es profesora ayudante doctor de la Facultad de Humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid. Ha escrito un libro sobre las relaciones entre la filosofía y la tragedia de Sófocles (El saber del error, Plaza y Valdés, Madrid, 2007) y últimamente ha preparado una edición de la obra de Butterfield La interpretación whig de la historia para la colección Clásicos del Pensamiento de Plaza y Valdés.

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Comentarios
  1. para mi como lector normal me parece el artículo tremendamente mal, casi no se le entiende.
    Antígona lo que hace es rebelarse contra Creonte, el nuevo soberano por que el no le deja enterrar a su hermano Polinice. Antígona en un acto de desobediencia civil entierra al hermano y es condenada a muerte. El es entierro uno de los primeros vestigios de cultura del humano. Una escena parecida al la de Antígona podemos ver en la Iliada donde Priamo le pide el cadáver de su hijo, Hector a Aquiles. Priamo como rey se rebaja ante Aquiles para conseguirlo.
    Paralelamente hoy podemos ver en la «memoria histórica» como de nuevo los soberanos prohiben el entierro digno de las víctimas del fascismo.

    Fantastica película griega de Georges Tzavellas con Irene Pappas como Antigone, subtitulada en ingles https://www.youtube.com/watch?v=suN2Pq6qoKE

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