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¿Copyright o barbarie?

Reseña de '¿Por qué Marx no habló de copyright?', de David García Aristegui (Enclave de Libros, 2014)

Aunque el título del libro plantea una interrogación, tampoco hubiera sido desacertado presentarlo en forma de respuesta o como oración causal: Porque Marx no habló de copyright. La izquierda sufre una enorme desorientación en materia de derechos de autor y de propiedad intelectual, precisamente porque Marx no habló de copyright. Si Marx hubiera hablado de copyright, quizá este libro no sería tan urgente, pero como no lo hizo –o apenas lo hizo– necesitamos ¿Por qué Marx no habló del copyright? de David García Aristegui para resituarnos en este complejo e intenso debate.

Antes de entrar de lleno en la problemática, el autor ofrece una breve historia de la propiedad intelectual, desde su nacimiento hasta nuestros días. Lo interesante del bosquejo histórico es observar una contradicción radical: la burguesía emprende una lucha contra los gremios con el fin de lograr –y permitidme la expresión– una «desamortización» del libro que libere el mercado del libro del control que, hasta el momento, habían ejercido los libreros organizados en gremios. La burguesía, con su lucha, logra ampliar la libertad de expresión; a partir de este momento, al no existir control, aumentan los títulos que se publican. Sin embargo, el nuevo escenario pone en circulación ediciones piratas y libros con malos acabados y peor impresos, además de hacer imposible que al autor se le remunere toda la rentabilidad que su obra genera (lo que recuerda sobremanera a lo que sucede hoy con internet). Es necesario ejercer un nuevo control, regular el nuevo mercado del libro. Nacen los derechos de autor.

Los derechos de autor surgen –podemos afirmar, aun a riesgo de sintetizar demasiado– de la lucha de la burguesía ilustrada contra los residuos feudales que pervivían en el Estado Absolutista. Podríamos pensar, desde la izquierda, que en tanto que productos burgueses conviene desplazarlos, si lo que pretendemos es construir una sociedad post-capitalista. Pero no: del siglo ilustrado hay mucho que mantener, e incluso que recuperar, como el Estado de Derecho, la noción de crítica, el periodismo, la igualdad, libertad y fraternidad, etc. Y los derechos de autor, en opinión de David García Aristegui, también.

El problema es que, cuando hablamos de cultura y mucho más de «cultura libre», lo hacemos asumiendo el discurso neoliberal. Si bien existe una vía de la «cultura libre» que busca producir al margen de las relaciones sociales y de producción capitalistas, lo cierto, señala García Aristegui, es que buena parte de sus postulados guarda enormes y muy sospechosas similitudes con la agenda neoliberal. Porque Marx no habló de copyright, buena parte de la izquierda está desorientada y asume como propios discursos que han sido diseñados por la llamada Ideología Californiana, esto es, por las corporaciones tecnológicas multinacionales de Silicon Valley que, a través de narrativas posmodernas y aparentemente emancipadoras, no hacen sino reproducir los esquemas neoliberales de la desregulación. La cultura, dicen, debe brotar libre, sin controles de ningún tipo; la cultura, por sí misma, sabrá regularse sola, como si existiera, también en las industrias culturales, una mano invisible capaz de corregir sus imperfecciones. El discurso ha calado hondo. Pero, si estamos en contra de la desregularización de los mercados, de la desregulación de la educación y la sanidad, se pregunta David García Aristegui, ¿por qué no vamos a estar en contra de la desregularización de los derechos de autor? De forma muy atinada, ¿Por qué Marx no habló de copyright? cuestiona el modo en que, de forma acrítica, hemos asumido como propios, en el ámbito cultural, los códigos de la ideología neoliberal.

Para hacer frente a la ideología neoliberal que hemos interiorizado, David García Aristegui propone en su libro que es tan urgente como necesario construir sindicatos en el ámbito de las industrias culturales. «Más que nuevos tipos de licencias son necesarias instancias colectivas para la gestión de la propiedad intelectual y derechos de autor. Necesitamos sindicatos en el ámbito de la cultura», dice el autor de ¿Por qué Marx no habló de copyright? Por si acaso alguien se anima, él ya ha colgado la primera pancarta: «Los derechos no se venden, se defienden».

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