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Ataques a la libertad de expresión, sí, pero sin violencia
"Casi todos estamos de acuerdo en que hay que vulnerarla con amenazas de despido laboral, con miedo a una detención o con censura, pero no con violencia física", señala el autor
Como parte del espectáculo Mongolia el musical, Darío Adanti y Edu Galán proyectaban y comentaban sobre el escenario del Teatro Quintero de Sevilla una selección de las amenazas que habían recibido por twitter los días previos a la representación. “Aquí Julián nos avisa de que se pasará por aquí con unos amigos hoy día de la obra, a ver si nos encuentra para darnos unas buenas hostias. Aquí Alejandro dice que somos mierda y que espera que se caiga el teatro con nosotros dentro. Alejandro, ¿no te parece excesivo 400 muertos porque unos gilipollas como nosotros hicieran una broma sobra un trozo de madera?”.
La historia venía de atrás. Dos años antes, la revista satírica anunciaba el estreno de su espectáculo en Sevilla con un cartel en el que un montaje de la Virgen Macarena invitaba a los sevillanos a pasarse por el teatro. Ante la indignación y las primeras amenazas recibidas por los humoristas, el alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido, no tardó en dar la cara y posicionarse del lado de los escandalizados amenazantes: “Es una falta de respeto muy grave. La libertad de unos termina donde empieza la de otros”.
Verano de 2007. La Audiencia Nacional impide la salida a los quioscos de la revista El Jueves. Un dibujo sobre los entonces príncipes de Asturias de Guillermo Torres y Manel Fontdevila es interpretado según el juez Juan Del Olmo como un posible delito de injurias contra la corona. Meses después sus autores eran juzgados, condenados y multados. Como en un ciclo mágico, un verano siete años después, la misma publicación satírica salía a los quioscos con un día de retraso. El grupo editor de la revista El Jueves, RBA, habría presionado para que la portada satírica no tocara el asunto de la abdicación del rey Juan Carlos y coronación de Felipe. Y el asunto no se tocó.
“Viva Cristo Rey” y el nombre de Leo Bassi dentro de una diana decoraban en marzo de 2006 la fachada del Teatro Alfil de Madrid. Dentro, mientras el showman italiano se preparaba en el camerino para comenzar La Revelación, espectáculo denunciado y amenazado por grupos de extrema derecha, el acomodador de la sala encontraba en un palco una bomba casera preparada para incendiar el teatro. El intento de atentado no tuvo en prensa tanto revuelo como la denuncia por parte de grupos católicos calificando la obra de Bassi como “ataque a la religión y los católicos”.
Principios de 2014, un año antes de la Ley Mordaza. En una operación contra la apología del terrorismo en las redes sociales, la policía detiene, entre otras, a una persona que difunde por twitter un chiste sobre Carrero Blanco. “Yo quiero volar y volar” acompañaba a una imagen del coche de Carrero saltando por los aires. La detención, una entre muchas de este tipo que la policía está efectuando en los últimos tiempos, acaba como de costumbre: un juez dice que no hay delito, manda al detenido a casa, pero el miedo por poder ser detenido por un comentario, se extiende.
Lo de ayer fue horrible. Pero seamos sinceros. Lo de Charlie Hebdo no va sobre la libertad de expresión, como muchos hipócritas expertos en atacarla señalan para arrimar el ascua a su odio al de fuera. Que las religiones, por lo general, odian las opiniones diferentes ya lo sabíamos. Que las religiones no son las únicas en atacar las opiniones diferentes, también. Hace ya tiempo permitimos y aceptamos que la libertad de expresión pudiera ser atacada. Lo brutal de ayer no es el ataque intolerable a las opiniones expresadas libremente, lo brutal de ayer es la escena en sí misma. No hay más. De lo que ahora discutimos, consternados, es en todo caso de qué nivel de violencia es tolerable para atacar la libertad de expresión, y casi todos estamos de acuerdo en que hay que vulnerarla con amenazas de despido laboral, con miedo a una detención o con censura, pero no con violencia física. No de la manera horrible en que fue atacada ayer. Salgamos a la calle para que esto no vuelva a repetirse, bajo una pancarta que diga: ¡Ataques a la libertad de expresión, sí, pero sin violencia!
# JeSuisCharlie
Estoy enormemente indignada, amordazar a la prensa es muy sintomático.
Te dejaste esta muestra reciente El cantante Javier Krahe será juzgado por ‘cocinar un crucifijo’ en un vídeo http://www.elconfidencial.com/sociedad/cantante-javier-krahe-juicio-cocinar-crucifijo-20100521.html
La autocensura de El Jueves fue, probablemente, el mayor rechinar en la historia de la vilipendiada libertad de expresión patria. Ahora nos ponemos dignos, desde una esquina hasta Fernández Díaz, pero que mal sienta el humor bajo los Pirineos.
http://casaquerida.com/2015/01/08/el-humor-nunca-delinque/