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¿Sueñan los dinosaurios con asteroides? Ecología humana, internet y anarquismo

"La anarquía, el estado natural y paradójicamente el más difícil de recuperar por nuestra especie, tendrá una oportunidad en este siglo", augura el autor

Hace 65 millones de años, un asteroide impactó en el hoy Yucatán liberando energía equivalente a un millón de bombas atómicas. Y con la extinción masiva consiguiente, que incluyó a los dinosaurios excepto las aves, se abrió la puerta a los mamíferos. Por la que hemos venido nosotros al mundo. Por el juego del azar y la necesidad de los viejos Demócrito y Epicuro. Fue uno de los “puntos cruciales” en la historia del planeta, que ha sufrido repetidas crisis de origen exterior o por procesos internos. Las rupturas bruscas y azarosas de un estado establecido, como la trayectoria de los dinosaurios durante 150 millones de años, son uno de los patrones básicos, de las reglas del juego del Universo. Las llamamos revoluciones, crisis, umbrales, puertas a lo desconocido. Y esta geometría del cambio brusco de sistemas que “se resisten”, como en el Gatopardo de Lampedusa, opera desde escalas de lo muy pequeño hasta los procesos cosmológicos, pasando por nuestras decisiones de vida, los cracks de la bolsa, las revoluciones científicas o sociales…

En la historia ecológica de la humanidad, es decir, de la relación de los humanos con la Biosfera, se han sucedido una serie de crisis que han cambiado nuestro papel en los ecosistemas y nos han convertido en otras especies ecológicas: la propia evolución del Homo sapiens, la explosión artística del Paleolítico, la revolución agrícola, la revolución industrial y la actual revolución de la información. De estos cambios de fase se ocupa la Biohistoria, un marco conceptual para situar la historia biológica y cultural de la humanidad en el contexto de la evolución del Cosmos y de la vida en la Tierra. Fue concebida por Stephen Boyden y la clave de estos umbrales es una tecnología emergente que ha ido influyendo sucesivamente en el control de la materia, la energía y, finalmente, la información.

En este momento coinciden varias crisis que se interpenetran. La más básica y más ignorada es una crisis histórica de equidad que va por muy mal camino. La crisis ambiental global se detectó en la segunda mitad del siglo XX y ha sido ampliamente popularizada, si bien, en este momento, las respuestas ante ella son prácticamente nulas. Lo que ha ocupado toda nuestra atención en estos años es la crisis económica en los países desarrollados y en ella se ha podido constatar el agotamiento de modelos económicos convencionales y de gobernabilidad de la sociedad, particularmente la democracia representativa.

En esta evolución biohistórica destaca el fenómeno de desajuste evolutivo: las nuevas condiciones que se han introducido en nuestras vidas están en desacuerdo con nuestro “diseño” evolutivo –anatómico, fisiológico y comportamental– original. No evolucionamos para vivir en “civilización” sino en pequeñas bandas de cazadores-recolectores. Es un misterio por qué dejamos de hacer ese papel y son claras al menos tres implicaciones: 1) no hay “marcha atrás” en nuestra “domesticación” y tecnodependencia; 2) podemos vivir así, pero con un coste para nuestra salud psicofísica y la salud de los ecosistemas; 3) incrementamos la incertidumbre y nuestra sociedad del riesgo huye hacia adelante.

En el aspecto clave de la organización política de los humanos, mi hipótesis es que el Homo sapiens es anarquista por naturaleza. Queriendo decir, por supuesto, que los cazadores-recolectores vivían en democracias directas estrictas. En este momento crucial, la constelación de circunstancias –revolución de la información, crisis ambiental, crisis sociales y económicas, extenuación del status quo– sugiere fuertemente la posible emergencia de una nueva forma de sociedad, que se requiere obviamente para enfrentar estos desafíos. Mi predicción provocadora: la anarquía, el estado natural y paradójicamente el más difícil de recuperar por nuestra especie, tendrá una oportunidad en este siglo. Y nuestra tarea, en especial en el agonizante sistema educativo convencional cuya puntilla es “Bolonia”, es propiciar el laborioso parto de un futuro original: la vuelta a los orígenes.

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El Doctor Juan Pedro Ruiz es profesor titular del departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid. Se interesa en ecología humana, ecología urbana, paisaje y desarrollo y medio ambiente en América Latina. Su investigación reciente se ha centrado en ecología urbana y participación comunitaria en Cuba, Centroamérica y Brasil.

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Comentarios
  1. Lo firmo como deseo y como máxima aproximación al estado natural del ser humano, tal y como afirma el autor. Sin embargo, dudo, igual que Tinejo, que, en un mundo de 7000 millones, esto sea posible.
    Otras visiones tipo Mad Max también habría que plantearlas como hipótesis alternativas.

  2. El comunismo murió a finales del siglo pasado; bastó derribar un muro, para que cayera un telón entero como fichas de dominó. Al capitalismo no le queda mucho tiempo, se autodestruirá en unas cuantas décadas, quiza no acabe el presente siglo.
    Será entonces cuando la humanidad retorne al anarquismo, como muy bien comenta el autor. Que
    como dijo un viejo anarquista español; es la suprema expresión del orden.

  3. Es curioso que a veces uno encuentra coincidentes: es difícil, pero a veces sucede. Coincido con usted en muchos de lso aspectos de su artículo. De hecho, me ha hecho convencerme más de que mis ideas van en buen cambino. Saludos y gracias.

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