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¿Qué pasa y qué dice Rajoy que ha pasado en 2014?

"Rajoy es esclavo de sus palabras, pero también dueño de sus actos. Y de momento, estos son inexistentes", señala el autor

Los votantes entienden favorablemente a aquellos candidatos que hablan acerca de que el mañana será mejor que la actualidad -siempre y cuando dichos candidatos encarnen esa idea-. Mariano Rajoy cerró el 2013 afirmando que 2014 sería “el año de la recuperación” y pone fin a este año de la misma forma: «Estas serán las primeras navidades de la recuperación”, afirmó el pasado 11 de diciembre ante unos empresarios que se acaban de repartir 42.000 millones en dividendos, un 81% más que en 2013.

La clave de una comunicación acertada es hacer un esfuerzo de imaginación para ponerse en el lugar de quien nos escucha. En este caso escuchan sus palabras 5,4 millones de parados, de los que tres millones no cobran prestación. También -para que te crean los casi dos millones de hogares que tienen a todos sus miembros en el paro- es fundamental saber qué están pensando y sintiendo en lo más profundo de su corazón y su mente. Puede que inseguridad, la misma que corren los 13 millones de personas en riesgo de caer en la pobreza. O temor e incertidumbre por no ser uno de los 50.800 que en el “año de la recuperación” vieron cómo los desahuciaban de su casa. 138 cada día. Pero cuando todo es una crisis, y cuando todas nuestra vidas van de una crisis a otra, la palabra en sí pierde su verdadero significado y su valor real.

La gente tiene que creer en algo para comprarlo. Y es credibilidad precisamente lo que le ha faltado a Rajoy en un 2014 plagado de crisis derivadas de la falta de comunicación, o del diálogo. “Quiero decirles con toda claridad que la consulta no se va a celebrar, es inconstitucional y no se va a celebrar”. Era el 13 de diciembre y mientras el presidente se esforzaba por transmitir tranquilidad, Artur Mas ya amenazaba con romperla. La palabra es mitad quien habla y mitad quien escucha, y los que escuchan son los 2,3 millones de personas que participaron en el 9-N, nombre que recibió la consulta alternativa catalana que finalmente celebró el presidente de la Generalitat.

Perdón no es una palabra mágica

Pero sin duda, el hito comunicativo y político que ha marcado el año del líder del Partido Popular es la corrupción. “Pido disculpas en nombre del PP a todos los españoles”, afirmaba después de que el exsecretario general del PP, Álvaro Lapuerta, declarara ante el juez por una supuesta caja b de la formación, y 24 horas después de conocerse una nueva macrooperación (Púnica) contra la corrupción.

Sus palabras ya no son creíbles, y menos si se repiten por segunda vez desde que el presidente está en La Moncloa. La anterior, con motivo del caso Bárcenas, cuando el juez Ruz dio por acreditados pagos del partido con fondos ilícitos durante 18 años.

Fue este mismo juez el que asentó en un auto que Ana Mato se había lucrado de la comisión de delitos de la trama Gürtel. El documento fue el motivo de que, como hizo con Alberto Ruiz Gallardón semanas antes, el presidente forzara la dimisión de la entonces ministra de Sanidad.

Si la palabras no tienen credibilidad o se contradicen con los hechos perderán fuerza. La ahora exministra de Sanidad, fuertemente criticada por la gestión del ébola, no sólo sigue mantenido su puesto de diputada sino que además su sueldo se ha ampliado tras ser designada vicepresidenta de la Comisión de Cooperación, precisamente donde la ayuda que España destina se ha reducido en un 70% en cuatro años. En el caso del exministro de Justicia, que aprobó la ley del aborto más restrictiva de la democracia, ahora está colocado en el Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid con un salario bruto de 8.500 euros al mes.

Rajoy es esclavo de sus palabras, pero también dueño de sus actos. Y de momento, estos son inexistentes. Ninguna de las medidas para combatir la corrupción que prometió el 20 de febrero de 2013 ha entrado en vigor durante este año. Algunas ya no podrán aprobarse en los meses que quedan de legislatura, otras están atascadas en las Cortes, y las hay que ni siquiera han pasado todavía por el Consejo de Ministros.

No sólo su inacción en 2014 ha puesto en jaque su credibilidad. También la dimisión del fiscal general Torres Dulce, la decisión del CGPJ de no prorrogar a Ruz -séptimo juez que investiga la trama Gurtel-, o el intento de acabar con las críticas de los medios. Tanto los privados, que ya se ha saldado con el despido de tres directores, como con los públicos, al frente de los cuales ya ha colocado a gente afin a su partido.

Mariano Rajoy sabe que las palabras pueden lograr grandes cosas. Pero de momento sólo han conseguido que, desde que llegó a la presidencia, el PP pierda 4.600 votos diarios, que casi el 70% del país desapruebe su gestión, y reducir su electorado en más de un tercio tras las elecciones europeas de mayo. Ya lo decía Lincoln, “no se puede engañar a todo el mundo durante todo el tiempo”.

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