Opinión

La leyenda negra de la gentrificación

"Es absurdo estar en contra de la gentrificación. Hay que entenderla, involucrarse, gestionar los procesos, canalizarla inteligentemente y sacarle el mayor partido posible en términos de cohesión", afirman los autores

Fernando Caballero Baruque y Jaime Caballero Mendizábal* // Estamos en España a seis meses de las elecciones municipales y autonómicas, las más controvertidas de los últimos tiempos. La bola de nieve de la corrupción y el proceso soberanista catalán apenas dejan espacio para otros temas que afectan a nuestra vida y que en condiciones normales serían el eje del debate electoral. Los desahucios, la reducción de profesores en los colegios públicos o la derivación de la sanidad pública hacia el negocio privado tan sólo emergen de cuando en cuando del segundo plano. Descender aún más en los problemas cotidianos de las ciudades y las regiones sería como hacer espeleología. De los precios de los comedores escolares o de las listas de espera en los hospitales se hablará muy poco, casi nada de la privatización del agua o de la subida de precios del transporte público. Y ni se mencionará el planeamiento territorial y urbanístico que rige el destino de regiones y ciudades.

El pasado verano, los gobiernos locales y autonómicos empezaron a redactar medidas concretas en materia urbana. En Madrid, la alcaldesa anunció en el pleno municipal sobre el estado de la ciudad “20 propuestas”, más de la mitad relacionadas con el Área de Urbanismo y Vivienda y casi todas continuación de temas en marcha. En la comparecencia sobre el Estado de la Región, el presidente de la Comunidad volvió a otorgarle “al ladrillo”, y más concretamente al megaproyecto faraónico de la Ciudad de la Justicia, la consideración de nueva locomotora de la recuperación económica en la región, recogiendo el testigo de Eurovegas. Pero todo ello se ha bloqueado. El estado de pánico en que han entrado las administraciones gestionadas por el Partido Popular ante los resultados de las encuestas de intención de voto ha volatilizado cualquier tema de debate que no sea la “amenaza” de Podemos.

Sabemos desde hace tiempo que en las ciudades europeas crecer ya no significa “expandirse”. La ciudad consolidada crece fundamentalmente hacia el interior. Hoy crecer significa regenerar barrios, recuperar edificios singulares, rehabilitar con criterios bioclimáticos el parque de viviendas, impulsar el comercio, potenciar los servicios públicos y mejorar el transporte urbano.

FuencarralCalle de Fuencarral

También sabemos -sobre todo nuestros representantes electos- que todo ello no es inocuo. Que tanto cambio a mejor, tanta innovación comercial y tecnológica, tanta modificación de comportamientos y tanta reconfiguración del espacio urbano en el que vivimos, trabajamos, compramos y nos relacionamos, supone inevitablemente alterar el tejido social. El término que expresa esta transformación ciudadana es el de gentrificación, anglicismo que viene a significar “ennoblecimiento del barrio”. Un fenómeno relativamente reciente que se intensifica con este crecimiento “hacia adentro”. Un concepto que genera controversia y desconfianza, pero sin duda será el proceso de desarrollo más importante al que se enfrentarán nuestras ciudades en un largo periodo de años, y que bien gestionado por una administración consciente de su potencialidad, puede significar crecimiento económico y creación de oportunidades.

Podríamos definir la gentrificación como el retorno de la clase media-alta al centro histórico de la ciudad y a otros barrios más o menos degradados. En Europa lo abandonaron en el siglo XIX para ocupar los modernos y saneados ensanches como el Eixample de Barcelona y los barrios de Chamberí y Salamanca en Madrid. En Norteamérica, el abandono se produjo en los años de gran expansión económica tras la Segunda Guerra Mundial. Su destino: los espectaculares suburbios residenciales que hemos visto en tantas películas. Los centros históricos, por tanto, se devaluaron, y consecuentemente fueron ocupados por gente con muchos menos recursos. Se popularizaron.

Las visiones simplistas de la gentrificación defienden que personas de “mayor poder adquisitivo”, atraídos por precios asequibles, van comprando viviendas y locales en esos barrios. Tras rehabilitar los edificios llega al barrio un comercio más elitista. La bola de nieve comienza a rodar. En algunos casos, el carácter hípster y bohemio de los primeros llegados se mantiene, en otros es puro marketing. Detrás hay operaciones inmobiliarias destinadas a un público cada vez más selecto. La lógica parece insinuar que la mejora de los barrios hace subir el precio de los alquileres, por lo que la población original es expulsada, las comunidades existentes se rompen y los ciudadanos más pobres han de marcharse del barrio hacia zonas generalmente con menos servicios urbanos y con un sobrecoste adicional en el transporte.

Pero el problema es mucho más complejo. Esta lectura, aparentemente lógica, no representa lo que sucede en realidad. Por supuesto no seremos tan ingenuos de pensar que no hay gente que se ve forzada a abandonar estos barrios. Sólo decimos que el problema no es tan masivo y que los beneficios para las comunidades afectadas, o mejor dicho gentrificadas, en forma de puestos de trabajo, pueden ser mucho mayores que los perjuicios siempre que se dé una condición: que los ayuntamientos gestionen el proceso de forma transparente, cuidadosa y cercana a los colectivos más vulnerables y más necesitados del apoyo de sus representantes democráticos.

Opciones políticas

Para la derecha se trata de un proceso habitual de negociación, inversión, creación de puestos de trabajo, recogida de plusvalías y vuelta a invertir. Los promotores privados afrontan el reto sin más objetivo que el negocio y sin ninguna diferencia intelectual con cualquier otra operación inmobiliaria. Sólo cambia la técnica constructiva, si antes se edificaba de nueva planta en la periferia, ahora se rehabilitan edificios en el centro. Los ayuntamientos se felicitan por el crecimiento de la riqueza y consiguiente modernización urbana. Redactan planes urbanísticos específicos para transformar el interior de la ciudad impulsando la actividad comercial, elaboran catálogos de edificios protegidos desde una óptica más flexible y adecúan las normativas a los intereses del capital privado. Por el camino se combate la visión poco estética de la pobreza, por ejemplo poniendo pinchos allá donde puedan tumbarse los mendigos, o se aplica el patrón neoliberal en la propia gestión administrativa, por ejemplo privatizando la tramitación de licencias de apertura para los comercios.

Sin embargo, resulta sorprendente el desconcierto de la izquierda. Ponemos dos ejemplos recientes:

En El Confidencial, refiriéndose a Berlín: “… ahora que (el barrio de) Mitte ha caído ya en las garras de la gentrificación y los locales clásicos tienen que salir despavoridos ante el incremento brutal de los alquileres… todo Berlín pone la mirada en … Friedrichshain, un barrio céntrico … con su colección de locales y bares medio ilegales, alcorques repletos de maleza y construcciones de los años del Telón de Acero que uno espera y desea de la capital alemana”. 

En la Cadena SER, hablando sobre los barrios “gentrificados”: “Siempre hay una primera fase de desinversión provocada, donde tanto privados como públicos dejan que el barrio vaya a peor. Con el barrio devaluado la rentabilidad es mayor cuando llega la especulación… y además con apoyo social, porque si el barrio hubiera quedado al menos medio bien, nadie aceptaría que se pongan tiendas “superpijas” y (simultáneamente) se eche a “las viejecillas” (Se entiende que la desinversión previa ha de dejar el barrio lo suficientemente mal para que “las viejecillas” hayan tenido que marcharse antes de que lleguen “los especuladores”) … El negocio está en el mercado inmobiliario, en la rehabilitación de las grandes casas de renta antigua. La gentrificación tiene que ver con el modelo de ciudad. ¿Queremos que el centro de la ciudad sea un puro centro comercial … en el que los “habitantes originales” no tienen dinero para comprar en las nuevas tiendas … y las viviendas tengan solamente un “valor de cambio”, confundiendo valor con precio; ¿o queremos una ciudad en la que todo el mundo tenga acceso a vivir en todos los barrios?”

Estamos ante todo un compendio de temores (las garras de la gentrificación), cutrerío y economía sumergida (los locales y bares medio ilegales), demagogia (los afectados son viejecillas”), nostalgias de tiempos no necesariamente mejores (los años del telón de acero), determinismo erróneo (siempre hay una primera fase de desinversión provocada donde tanto privados como públicos dejan que “el barrio” vaya a peor), casticismo rancio (tiendas superpijas), dogmatismo (el mercado es el enemigo: «si queremos que el centro de la ciudad sea un puro centro comercial») y desconocimiento de la evolución histórica de las ciudades (una ciudad en la que todo el mundo tenga acceso a vivir en todos los barrios).

¿Por qué quienes se consideran “progresistas” para todo lo demás, demuestran semejante ultraconservadurismo ante los cambios urbanos? A lo largo de los siglos, las grandes transformaciones tecnológicas han ido de la mano de transformaciones sociales no menos grandes. ¿Creen que los barrios más populares de las ciudades están desconectados de sus vecinos barrios ricos? ¿Que si éstos prosperan y se hacen más ricos, aquellos van a quedarse como en el siglo pasado? Pensar así es como si pensaran que la historia ya está terminada, que no va a seguir evolucionando. Para bien o para mal, pero evolucionando.

En muy pocos años asistiremos a numerosos cambios, no tanto en el aspecto de las ciudades como en la manera de vivirlas, incluso cambio para los que no estamos preparados. Imaginemos la transformación que supuso para las ciudades la luz eléctrica, las redes de saneamiento, los automóviles, los rascacielos, los grandes puentes o el metro. En términos más soft, primero el fax, luego el e-mail y por ahora el whatsapp han reseteado todo el sistema de comunicaciones. Mal pinta para el monopolio gremial del taxi su enfrentamiento con aplicaciones tipo Uber. ¿Se acuerdan de los serenos? ¿Suponen que las redes sociales, las aplicaciones de los teléfonos móviles y los pavimentos dinámicos no van a afectar tanto a la forma física de las ciudades como a la manera de interrelacionarnos en ellas? No tengan duda de que estamos en la Prehistoria de las Smart Cities.

San PabloCorredera Baja de San Pablo

La complejidad de la gentrificación, y a la vez su atractivo, radica en que es un proceso natural de las sociedades post industriales urbanas. En Europa, el proceso se da más en los centros históricos de las grandes capitales que de las ciudades medianas, pues en éstas la gente adinerada nunca los abandonó. Sin embargo, en todo tipo de ciudades hay barrios degradados, no necesariamente céntricos en los que, si se dan las condiciones adecuadas, se gentrificarán. Veamos:

La gentrificación natural

Es la que tiene más visibilidad en las grandes capitales, donde jóvenes profesionales buscan zonas donde desarrollar, con bajo presupuesto, los proyectos que les ayuden a independizarse. También colectivos altamente creativos como los homosexuales juegan un papel fundamental en este proceso de gentrificación natural, orgánica y globalizada. Chueca en Madrid, El Marais en París e incluso el Soho de Londres han seguido un proceso homólogo. En todos los casos, entornos degradados se regeneraron poco a poco convirtiéndose en zonas atractivas y seguras. Posteriormente llegaron las grandes marcas de moda y los locales de lujo, pero el origen del proceso está en los espacios urbanos donde gente valiente y creativa ha sido capaz de desarrollar sus ideas a bajo coste, ofreciendo y demandando calidad. Y por supuesto, no caigamos en el error de creer que solo gentrifican las clases acomodadas.

Pensemos en la generación de los Milenialls, altamente formada, con un gran porcentaje de universitarios y  una mentalidad internacional gracias a las nuevas tecnologías y a las redes sociales, que se ve imposibilitada a acceder al mercado laboral tradicional. El 56% de paro en menores de 35 años en España y la presión que ejercen los Baby Boomers ocupando la mayor parte de los empleos tradicionales obliga a esta generación a reinventarse. Saben que dependen fundamentalmente de sí mismos, por lo tanto buscarán entornos baratos donde empezar su actividad profesional. Gentrificarán barrios que aún no lo estén. Un efecto de su alta concienciación medioambiental es el incremento del uso de la bicicleta, mucho más factible en los transformados barrios del centro que en los de la periferia residencial.

Dr FourquetCalle del Dr. Fourquet

Por otra parte, respecto a que los “habitantes originales” no tengan dinero para comprar en las nuevas tiendas, hemos de decir que aunque el número de locales “hipster” o “elitistas” vaya en aumento e incluso sean muy mayoritarios, es irreal y alarmista decir que los comercios de proximidad desaparecen por completo, entre las tiendas de moda y diseño se mantienen e incluso florecen locales con productos asequibles a cualquier bolsillo. Los famosos chinos que precisamente compiten con sus bajos precios son un ejemplo. Si desaparece la mercería de la esquina es porque que la gente ya no las demanda, y desayunar en el bar de toda a vida no es ni mucho menos, más barato que los nuevos locales. En definitiva, el comercio de proximidad asequible se mantiene, seguro que en menor número y no en el bajo de tu propia casa. Pero está disponible y es suficiente.

La gentrificación controlada por los ayuntamientos

Es el caso opuesto. Los ayuntamientos lideran el proceso. Eliminan restricciones burocráticas y adaptan las normativas urbanísticas a las necesidades de los inversionistas. De esta forma, las operaciones inmobiliarias resultarán más rentables, se promocionarán internacionalmente, atraerán más y mejor inversión y sobre todo turismo de calidad. La diferencia es sustancial: las tiendas caras aparecen mucho antes y la rotación inmobiliaria se da desde el comienzo. Antiguos barrios portuarios como Canary Wharf en Londres, Hafen City en Hamburgo o Borneo en Amsterdam son ejemplos de zonas muy céntricas que tras venirse abajo en su actividad portuaria se regeneraron mediante grandes intervenciones público-privadas. En algunos casos los ayuntamientos tienen especial interés en regenerar un área degradada de la ciudad y estimulan fiscalmente a empresas de vanguardia, especialmente tecnológicas, audiovisuales y de comunicaciones, para que se instalen en ese barrio. En España el principal ejemplo es el sector 22@ de Barcelona, que transformó el antiguo barrio industrial del Poblenou. En la actualidad está ocurriendo en el municipio de Hackney en Londres, para convertirlo en un Silicon Valley británico, y el nuevo Plan General de Madrid prevé hacer lo mismo con el barrio obrero de Villaverde.

En estos momentos, en Madrid, están teniendo lugar simultáneamente dos grandes operaciones. Su génesis es muy distinta, una es una inversión puntual de capital extranjero y la otra una iniciativa de los comerciantes de la zona. Ambas -muy controladas por el Ayuntamiento- terminarán vinculándose por el inevitable proceso gentrificador a que darán lugar.

Edificio España 1 Edificio España 2Edificio “España”

La primera se producirá detrás de la Plaza de España. El hombre más rico de China, Wang Jianlin, ha desembarcado a lo grande. Tras hacerse con el 20% del Atlético de Madrid, gestiona actualmente la implantación de un megacomplejo de ocio y lujo en la carretera de Extremadura, bajo la tutela directa de Moncloa para evitar otro fiasco como Eurovegas. Entre tanto compró al Banco Santander el Edificio España para convertirlo en un centro comercial-hotel de superlujo.

BallestaTriángulo Ballesta “Triball”

Semejante transformación de un edificio de nada menos que 60.000 m2 provocará sin duda que su influencia gentrificadora se expanda por la zona de Conde-Duque, Amaniel y Las Comendadoras, que está a sus espaldas, sirviendo de contrapeso con la otra gran operación en marcha, la conocida como El Triángulo Ballesta -“Triball”-, un área degradada situada nada menos que entre la Gran Vía y los barrios de Chueca y Malasaña. De la mano de la Asociación de Comerciantes y bajo el control municipal, se trata de traer turistas y compradores lo más rápido posible hacia aquella antigua zona de droga y prostitución del centro. Ambas flanquean un tejido urbano continuo en el que se dan las condiciones para que el proceso de gentrificación sea especialmente interesante y arriesgado.

Conde DuqueÁreas de Conde Duque – Amaniel – Las Comendadoras y Triángulo Ballesta “Triball”

Al programarse a nivel del conjunto del barrio y contar con presupuestos municipales suplementarios, la gentrificación controlada por los ayuntamientos permite aplicar políticas sociales consistentes básicamente en trabajar con las distintas comunidades que existen en el barrio.

En algunos casos -pocos- se ha buscado expresamente que la población autóctona se mantuviera en el barrio, al menos en un principio. Pasó en Barcelona. Era apasionante ver cómo la concejala de Ciutat Vella exponía los problemas de convivencia entre indios y pakistaníes en El Raval. El ayuntamiento de Pasqual Maragall se propuso mantener la identidad del barrio, por tanto los habitantes debían quedarse. Fue difícil pero encontraron la solución… en el fútbol. El Barça unió lo que el Imperio británico había dividido. Las peñas barcelonistas indias y pakistaníes, fueron, a instancias del ayuntamiento, una poderosísima herramienta de cohesión urbana. No sabemos si en el Triball un posible activismo antropológico de Cristiano Ronaldo o del Cholo Simeone dividiría más que unir, pero en fin, de lo que se trata es trabajar discreta y cuidadosamente con las comunidades que tienen muchas papeletas de ser deslocalizadas.

Si se apuesta por mantener a buena parte de la población actual, el ayuntamiento debe diseñar políticas de alquiler específicamente dirigidas a ellos. Primero hay que conocer su origen. De dónde vinieron, cuál ha sido la evolución sociológica del barrio. Tomemos el ejemplo de Lavapiés, el gran barrio castizo de Madrid, el de las zarzuelas y las corralas. La ocupación del centro de Madrid por las clases populares lo convirtió en un barrio barato, y al cabo de los años llegó otro tipo distinto de inmigración. Hoy es un barrio multiétnico, sembrado de restaurantes indios, orientales y africanos. En una eventual gentrificación diseñada. ¿Qué identidad debe mantenerse, la cañí o la multiétnica?

Comercios Lavapiés 1Comercios Lavapiés 2Comercios en Lavapiés

Para la Administración es mucho más fácil optar por la primera. Pensemos en la Plaza Mayor. Los villancicos de Álvarez del Manzano y el relaxing café de Ana Botella delimitan el territorio de los callos y los bocadillos de calamares. Franquicias tipo Cien Montaditos, La Sureña o Cañas y tapas entran rápidamente al negocio. Los procesos de gentrificación por tanto, se acortan.

Comecios Lavapiés 3Conservar una identidad multiétnica es muchísimo más difícil. Trabajar con emigrantes, generalmente pobres, y facilitar que la necesaria integración en una gran capital europea coexista con sus pautas culturales potentes y diversas requiere, por una parte, un mayor esfuerzo económico. Los tiempos se alargarán, tardarán más los edificios en rehabilitarse, las viviendas rehabilitadas en ocuparse, los comercios en llegar… Y los impuestos en cobrarse. Pero por otra, requiere sobre todo mucho cerebro. Ambas opciones son muy ideológicas. El problema es que mientras una puede estar funcionando en el periodo de una sola legislatura, la otra, mucho más beneficiosa en términos de sostenibilidad social, tardará bastante más.

Y si por el contrario se prevé que la población original terminará marchándose del barrio caben también dos opciones.

Dejarla a su suerte: Práctica habitual de administraciones neoliberales. Recalcamos lo de neoliberales pues muchos ayuntamientos europeos conservadores, cristianodemócratas y liberales, en absoluto abandonan a la población deslocalizada.

Ayudarla y reconducirla en sus nuevos lugares de asentamiento: Si las administraciones optan por esta línea, habrán de hacer un estudio de la población del barrio (en el caso del Triball: españoles, europeos del este, latinos, magrebíes, subsaharianos, indios, chinos, etc.) y predecir hacia dónde sería lógico que se desplazase cada comunidad étnica, para facilitárselo. Hacer que les resulte sencillo adaptar poco a poco sus nuevos hábitats a sus patrones culturales para que cuanto antes cobren vida. Utilizar hábilmente las exenciones fiscales y revisar la normativa de espacios públicos. Tengamos en cuenta que los inmigrantes hacen muchísima vida en la calle. Sus viviendas son pobres y pequeñas, de ahí la importancia de trabajar con los espacios públicos: una plaza acondicionada por ellos es un fantástico lugar de encuentros que la propia comunidad controla. Y eso termina significando menos bandas, menos delincuencia y menos droga.

Éste es el punto clave: el desarrollo de la Interculturalidad Urbana. Al igual que la economía se está adaptando a la globalización, las ciudades, en muchos menos años de los que creemos, tendrán que adaptarse también. Pese a los réditos electorales que hoy dan a los partidos xenófobos que las propugnan, las actuales políticas que procuran mitigar los efectos de la enorme inmigración que se nos viene encima en pocos años quedarán obsoletas. Habrán de sustituirse por políticas adaptativas, tanto en lo social como en lo cultural. Las ciudades están dejando de ser “españolas, inglesas, francesas, holandesas o estadounidenses” en el sentido que hoy le damos al término, para pasar a ser “de sus ciudadanos” independientemente de su procedencia (magrebíes, subsaharianos, mexicanos), color de piel o religión. Tenemos por tanto que aprender a vivir juntos.

Para que todo ello funcione hay dos políticas especialmente necesarias: alquileres sociales y transporte público. La política de alquileres sociales es imprescindible para que los “deslocalizados” tengan cuanto antes una nueva vivienda donde recomenzar su vida. En cuanto al transporte público no se necesita ampliar prácticamente las infraestructuras, basta con acortar las frecuencias de metros y autobuses y sobre todo no encarecer los bonos transporte. El dato es suficientemente gráfico: un estudiante o un anciano que gastaría diez euros para ir y volver de una punta a la otra de la ciudad amortiza su abono mensual ¡en 5 días! Oro puro para los bajos sueldos de hoy.

Resumiendo. No se puede ir contra la historia. Nunca ha sido posible -ni necesario- “que todo el mundo tenga acceso a vivir en todos los barrios”. A lo largo de los años los pobres siempre han tenido que marcharse de allá donde no podían pagar su vivienda. Lo auténticamente importante es que la administración gestione nuestros impuestos para que “en todos los barrios se pueda vivir dignamente y haya oportunidades de prosperar”, especialmente en aquellos donde “les toca vivir” a los desplazados y a los colectivos más vulnerables que no tienen apenas opciones de elegir. Al igual que las políticas de Sanidad y de Educación, la de Vivienda es una política de proximidad, y es la política base del municipalismo. El Estado del Bienestar al que nos dirigimos será progresivamente más municipal -y regional- que nacional.

Gentrificación, no expulsión

Finalmente, querríamos dejar claro que gentrificación no significa expulsión. Los nuevos comercios crearán puestos de trabajo y ahí una vez más podría intervenir el ayuntamiento favoreciendo la fiscalidad a las empresas -especialmente los comercios- que contraten a personas empadronadas en el barrio. Esta medida fijaría población. Incluso gente que se fuera a vivir a otra parte de la ciudad podría continuar trabajando en el barrio si fiscalmente les fuera interesante a los empresarios, de forma que aunque el proceso sea lento, una gestión municipal próxima y comprometida con los ciudadanos desplazados reducirá el riesgo de exclusión social.

La expulsión de los habitantes del barrio es otra cosa. Es la consecuencia directa de la especulación. Un ejemplo de libro: en los años 70 del Siglo XX, el Ayuntamiento de Madrid permitió la demolición de un pequeño y hermoso barrio obrero, el barrio de Pozas, construido un siglo antes en un lugar de la periferia madrileña: la confluencia de las calles Princesa y Alberto Aguilera, muy cerca de donde se construiría pocos años después la cárcel de la Moncloa (donde hoy está el Ministerio del Aire).

PozasAlberto AguileraBarrio de Pozas (Imagen)                                 Esquina de las calles Alberto Aguilera y Princesa, hoy

Evidentemente, el lugar se había convertido en demasiado bueno -y caro- para que siguiera existiendo semejante estorbo al progreso. Los vecinos se resistieron al desahucio y ganaron juicio tras juicio pero al final, exhaustos y con la luz cortada, terminaron uno a uno por aceptar la propuesta de la Inmobiliaria Metropolitana, antecesora de Metrovacesa: un piso en Reina Victoria y una compensación económica que osciló entre 25.000 pesetas a los primeros y medio millón a los últimos.

De repente, un día apareció un socavón en la calle Alberto Aguilera, a la altura de Serrano Jover. El Ayuntamiento de Carlos Arias Navarro aseguró que lo arreglaría presurosamente, pero al poco tiempo el socavón comenzó a tomar forma de aparcamiento subterráneo. El Colegio de Arquitectos de Madrid atribuyó el milagro a “Nuestra Señora de El Corte Inglés”: Siempre hay alguien detrás.

Hoy es mucho más grave. Si además los desplazados son inmigrantes -lo que es fácil que ocurra- y las administraciones no controlan el proceso, las comunidades existentes se destruirán y los segmentos más vulnerables de la población se descontrolarán.

Para evitarlo hay que manejar equilibradamente muchas y muy complejas variables urbanas. Semejante reto requiere responsables municipales que tengan en cuenta toda la ciudad y estén muy comprometidos con los ciudadanos. Con todos los ciudadanos. Estamos en año electoral y estos temas no están en las agendas de los actuales responsables municipales y regionales. Les van más las grandes obras y las inversiones innecesarias. La oposición, sin embargo, podría darse cuenta de que es absurdo estar en contra de la gentrificación. Que una administración comprometida con sus ciudadanos lo que deberá es entenderla, involucrarse, gestionar los procesos, canalizarla inteligentemente y sacarle el mayor partido posible en términos de cohesión y consolidación urbanas.

La gentrificación no es una más de las circunstancias y variables socioeconómicas que ocurren sin remedio en las sociedades urbanas. Es el proceso de desarrollo más importante al que se van a enfrentar las ciudades a lo largo del Siglo XXI, y la Administración puede sentarse a verlo pasar o tomar el toro por los cuernos y ser quien lo lidere.

*Fernando Caballero Baruque es Arquitecto y antropólogo, director de M_REG Oficina de Regeneración Urbana de Madrid

*Jaime Caballero Mendizábal es estudiante de Arquitectura, Universidad de Alcalá de Henares / Tufts University, Boston

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Comentarios
  1. Leyendo el artículo (a mi entender, excelente) y los comentarios, sólo me queda concluir lo poco que estamos preparados aún para el debate tras 35 años de democracia. El artículo podrá gustar o no, pero está fundamentado. ¿cuando dejaremos de gritar y comenzaremos a razonar?

  2. No salgo de mi asombro de lo que acabo de leer. Se está proponiendo una auténtica limpieza étnico-clasista de libro. Los trabajadores (que en su mayoria no cobran ni mil euros) nacionales y extranjeros a la periferia a barrios adecuados a sus necesidades. Eso si, con buen transporte para que puedan servir de mano de obra barata para los emprendedores hijos de la clase media (entre las que se encontrarán los autores) que deben poder ocupar y explotar el centro en su beneficio. Alquileres sociales, plazas para el uso público, equipamientos adecuados, etc también pueden (y deben) hacerse en el centro. Un «humano» desplazamiento de población que solo lo parece en comparación con la política urbanística israelí en Jerusalén Este.

      • Al margen de nuestras diferencias de opinión, queremos agradecerte que hayas dedicado tanto tiempo a leer nuestro artículo Sarita. No es un pieza corta y agradecemos mucho que alguien se tome el tiempo de prestar atención a lo que decimos, especialmente si lo lee dos veces. Nos encantará escuchar lo que opinas y propones sobre este asunto. Lo digo de todo corazón. Un saludo

    • A mi me ha pasado lo mismo. No he podido leerlo de seguido porque por cinco o seís veces he tenido que volver al principio pensando que me había perdido, pero no, había leído bien en todas las ocasiones. Y no solo eso, también he mirado por tres o cuatro veces la página dónde estaba. Ya había leído cosas sobre este asunto, pero este artículo es aplastánte. No es ninguna leyenda negra es otra realidad apestante. «Regeneración» urbana. ¿Regeneración urbana? Venga ya! Otra expresión neolingüistica más.

    • ¡Enhorabuena por el artículo! da gusto leer un análisis tan bien planteado de una realidad imparable.
      Se ve que hay gente que o no sabe leer o no entienden lo que leen:
      El artículo es un diagnóstico acertado.

      Se trata de un artículo complejo y no de lectura lineal, o eso es como yo lo he entendido, donde se proponen opciones y soluciones diversas a múltiples problemas, que entiendo que en muchas ocasiones se darán de forma paralela teniendo en cuenta las necesidades concretas de cada barrio y/o de las comunidades que lo habitan.

      Personalmente creo que por muy en contra que se esté no creo que nadie prefiera volver a los barrios de Malasaña, Chueca o Lavapies de hace 25 años que a los de ahora.

      Creo que estar en contra es conservador y solo se entiende desde de cierto infantilismo estético de la izquierda más populista que está en contra de la economía de mercado.

      Si alguien compra o alquila un local en un barrio del centro y arriesga su dinero en dar un valor añadido a lo que vende (frente a lo que existía) y si la gente lo compra ¿donde está el problema?
      El centro de Madrid es uno de los cascos antiguos mas grandes de Europa y sigue repleto de infraviviendas absolutamente vergonzosas en una sociedad desarrollada, que de rehabilitarse darían generarían mucha mayor dignidad a todos los habitantes de la ciudad. Todos ganan: Los recién llegados, los que se quedan en el barrio y los que se marchan a casas más dignas y habitables. Se rompen relaciones de barrio y se crean otras nuevas. Y los nuevos comercios, viviendas, galerías de arte, centros hubs creativos y cafés pagarán muchos más impuestos a los ayuntamientos, que entre otras cosas revertirán en políticas sociales.

      Yo entiendo que el articulo trata del buen gobierno y de como aprovechar las oportunidades que este fenómeno crea para que sus efectos sean positivos para toda la sociedad.
      La igualdad de oportunidades no significa mantener a los barrios ni a sus habitantes (como en una fotografía) tal y como están con ingentes cantidades de ayudas publicas para renovar y tapar parches en las infra-viviendas, ni luchar contra los terribles «hijos de las clases medias» que quieren disfrutar de los centros de sus ciudades, ni que haya que repartir cuotas de pobres por barrios, sino acabar con la pobreza siendo consecuentes con la realidad y las dinámicas que nos rodean.

      • ¿El Ayuntamiento de Madrid revirtiendo en políticas sociales un superavit procedente de impuestos? Pero si han vendido y siguen vendiendo viviendas sociales a fondos buitre, que para más, uno de ellos es una firma para la que trabaja uno de los hijos de la alcaldesa. Si estan desahuciando día sí y día también a gente de viviendas públicas sociales. Si con la liberalización de alquileres de este año la mitad de los comercios, bares, y demás negocios que daban personalidad y autenticidad a los barrios van a tener que cerrar y pasar a manos de los mangos, zaras, mcdonales y burgers de turno…que están uniformando todas las ciudades y dentro de nada no vas a asaber si estás en NY, París o BCN. De verdad, yo no se en que mundo vivís algunos.

  3. Este artículo sí que es demagógico. Estar en contra de una cierta idea del progreso no es conservador. Se quieren cambios, pero otros.

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