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Conciencia de clase arrebatada
"Uno de los problemas del sindicalismo es que se está imponiendo la individualización y la competitividad en las relaciones laborales", señala el autor
[Artículo publicado en el número 16 de La Marea. Aquí, a la venta]
MADRID// «La izquierda debe olvidar el discurso de clases”. Son palabras de Juan Moscoso, diputado del PSOE y miembro de la Ejecutiva Federal, en una entrevista en el diario El País, el pasado 6 de abril. La argumentación que esgrimía para defender esta posición se basa en que la sociedad ha perdido su conciencia de clase, en que la gente abandona su sentimiento de pertenencia a un grupo, y que las clases sociales ya no existen tal y como las conocíamos.
La posición del diputado “socialista” es negar la lucha de clases y analizar la evidente pérdida de conciencia de clase como si fuera un factor elegido por los trabajadores, en contraposición con la teoría de intelectuales como E. P. Thompson, que consideraban el sentimiento obrero como un factor externo, tanto en su adquisición como en su pérdida.
La lucha de clases está más presente que nunca desde el momento en que las élites han conseguido limar la conciencia y la unión de los trabajadores. La pérdida de conciencia de clase es la prueba misma de que existe y de que la clase trabajadora está siendo derrotada. La sociedad actual se caracteriza por un aumento del desequilibrio económico, de la miseria laboral, la precariedad y el empobrecimiento gradual de las clases más desfavorecidas.
Las relaciones laborales se imponen, y se fomentan la individualización y la competitividad entre trabajadores. El contexto socioeconómico actual es el campo de batalla donde la clase trabajadora da los últimos estertores de la guerra de clases. La conciencia de clase no se ha perdido, nos está siendo arrebatada.
El proceso de degradación del sentimiento de solidaridad y unión que es imprescindible entre los trabajadores para conseguir mejorar su situación laboral y sus condiciones de vida ha sido impuesto desde todos los estratos de poder. Los medios de comunicación y los partidos políticos mayoritarios, influenciados por el poder económico, han instaurado un relato de desunión para atomizar el poder que los trabajadores, organizados a través de los sindicatos, tenían a la hora de negociar sus condiciones laborales.
El obrero, el trabajador, el asalariado, sólo tiene fuerza cuando está unido. No es casualidad que los mayores conflictos obreros se hayan dado en España a lo largo de la historia en el sector industrial, y que es precisamente la desindustrialización que el gobierno del PSOE llevó a cabo en los años ochenta y noventa del siglo pasado la que empezó a minar la unión entre los trabajadores de este sector, privando al resto del ejemplo, la fuerza y el empuje que las luchas obreras industriales daban al resto de trabajadores no fabriles.
Era precisamente en una película que trataba uno de los conflictos obreros industriales de los años noventa donde uno de sus personajes definía la única fuerza del obrero en una sencilla frase: “Y si no estamos juntos nos joden; pero eso, eso no es de ahora, eso es de siempre”. Eso no sólo lo sabe Santa, el personaje de Los Lunes al Sol interpretado por Javier Bardem, eso lo sabe el empresario; lo saben los partidos políticos, que, conscientes de la lucha de clases, quieren privar a los trabajadores de su condición; lo saben todos los que son conscientes de que se gana mejor una guerra cuando no sabes que se disputa.
Estructurar la solidaridad
Es precisamente esa conciencia de las élites la que lleva al ataque furibundo contra el sindicalismo desde varios niveles. Los sindicatos vertebran la unión de los trabajadores y les dotan de las herramientas legales y administrativas para canalizar sus exigencias laborales que estructuran la solidaridad y la unión obrera. No es casualidad que en el mundo anglosajón se los llame trade unions. Las cúpulas sindicales, con sus actuaciones, han favorecido el mensaje que las élites extractivas –las que les despojan de derechos– han mandado a la sociedad sobre la inconveniencia de los sindicatos de forma interesada, y que ha calado. Los sindicatos presentan hoy unos niveles de popularidad muy bajos, algo verdaderamente preocupante teniendo en cuenta que son el mejor instrumento de los trabajadores para defender sus derechos.
Sin embargo, la conciencia de clase arrebatada mediante años de medidas contra los trabajadores y contra su unión, al tiempo que se fomentaba la propaganda idealizadora de las clases medias y los sueños materiales inalcanzables, es recuperable. La conciencia de clase, igual que se ha perdido, puede volver a encontrarse, y los mismos que han despojado de su sentimiento de grupo a los trabajadores están haciendo precisamente todo lo que necesita la semilla de la lucha obrera para renacer. Si a un obrero le quitas el pan, el trabajo, la vivienda, la dignidad, y el sentimiento de pertenencia a su clase, estás haciendo todo lo posible para que recupere su conciencia y, entonces, ya no pedirá sus derechos. Simplemente, los tomará.
Una cosa es tener consciencia de clase obrera y otra tener consciencia de esclavo. Creo que el que tiene necesidad trabaja de lo que sea, y ya se estan ocupando que haya mucha necesidad.
El problema es que muchos de los que se califican hoy en día «obreros» o «socialistas» o «marxistas», rechazan trabajar de camareros, de teleoperadores, de grabadores de datos, porque los consideran indignos
Para ser obrero, primero hay que tener conciencia de clase, y no tener mentalidad de pequeño-burgués
La conciencia de clase desapareció de este país hace bastante tiempo. El psoe renunció al marxismo en Suresnes allá por 1974, no es que esto fuera un cataclismo, pero echarse a los brazos del neocapitalismo, olvidando sus principios como socialistas sí lo ha sido. Por otro lado los sindicatos mayoritarios se convirtieron en una mera correa de transmisión de los intereses capitalistas, perdiendoasí toda dignidad, respeto y legitimidad. Hasta que no volvamos a reconocernos y sentirnos como lo que somos, es decir proletarios ( por muy antiguo y trasnochado que suene) no empezarán a cambiar algo las cosas.
La conciencia de clase nos la ha arrebatado, y sin mucho esfuerzo, el neoliberalismo. Nos hemos dejado llevar tras las promesas de una especie de paraíso capitalista en el que las cosas cada día iban a ir a mejor y en el que tu papel era consumir y ir a lo «tuyo».
Ir de más a menos es duro en un país como España donde se vive mucho de apariencias. Así hoy sabemos de muchas familias que las están pasando «canutas» para llegar a fín de mes; pero que siguen considerándose de clase «media».
Como si ser pobres fuera una deshonra.
Nadie quiere ser pobre en este país, por eso no es de extrañar que admiren o envidien a los corruptos y les vuelvan a votar. La cultura de este país es una cultura muy rara…
Es la cultura de la picaresca, tampoco hemos evolucionado mucho desde el sigloXVII en ese aspecto. Este es un pais de pillos y pícaros, está bien visto y de la cultura de la picaresca a la culturad la corrupción solo hay milimetro.
Mientras Carlos Floriano está en la tele diciendo que España va bien (o algo así) yo estoy ahora mismo enviando un CV a un pueblo perdido de Grecia. Así está la cosa.