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Richmond, una pequeña localidad de California en lucha contra el oro negro
Instituciones, plataformas ciudadanas y organizaciones ambientales tratan de poner freno al transporte de combustibles fósiles
RICHMOND (California) // Esta historia tiene todos los elementos de un western: una pequeña comunidad del lejano oeste, todopoderosos enemigos, trenes, carbón, oro negro… Pero nos encontramos en pleno 2014 en la pequeña localidad de Richmond, California, una ciudad del norte de la Bahía de San Francisco de poco más de 100.000 habitantes que mantiene un pulso contra las grandes corporaciones energéticas, las agencias estatales y las leyes federales.
En la última sesión plenaria antes de las elecciones del pasado 4 de noviembre, el Pleno del Ayuntamiento de Richmond aprobó por unanimidad (con la ausencia de dos regidores) una resolución que llamaba al Bay Area Air Quality Management District (BAAQMD) a revisar los permisos que fueron concedidos a la compañía energética Kinder Morgan.
El BAAQMD es una agencia creada por el legislativo californiano en 1955 para el control de la polución y la calidad del aire en los nueve condados que forman el Área de la Bahía de San Francisco. Los permisos concedidos a Kinder Morgan autorizan a la compañía a realizar el transporte ferroviario de crudo (crude-by-rail) hasta la refinería que otra gran compañía, Chevron, tiene en la ciudad. En especial, éste permiso posibilita el transporte de una variedad particularmente volátil de petróleo procedente de las explotaciones de Dakota del Norte y Alberta, el crudo Bakken.
Detrás de la resolución aprobada en sesión plenaria, y que defendió personalmente la alcaldesa Gayle McLaughlin, del Green Party, se encuentra una alianza de plataformas ciudadanas y organizaciones ambientales: Communities for a better environment (Cbecal), la Richmond Progressive Alliance, de la cual forma parte la misma alcaldesa, además del poderoso Sierra Club. Andrés Soto, portavoz de Cbecal, denunció ante la Sala de Plenos del Ayuntamiento los peligros de esas operaciones y los errores administrativos que han llevado a ésta situación. Mostró imágenes de explosiones y trenes ardiendo a lo largo y ancho de América del Norte: Lac-Mégantic en Quebec, el Condado de Pickensen en Alabama o Casselton en Dakota del Norte, entre otros.
Pero aquí termina la lucha de Richmond ante las grandes corporaciones energéticas. El Sierra Club relaciona directamente la peligrosidad del crude-by-rail con el transporte de carbón a través de Richmond, procedente de Utah y Colorado, hasta el puerto de Oakland. El problema que describe el Sierra Club no es sólo el alto componente contaminante del carbón, sino el aumento de la probabilidad de descarrilamiento de los trenes que transportan crudo por culpa del polvo que desprende el carbón y que se acaba depositando en las vías.
Falta de instrumentos
La capacidad política y legislativa de una pequeña localidad como Richmond es muy limitada. Las vías férreas son competencia federal, así como los diversos permisos necesarios para llevar a cabo tales actividades. Al parecer, la única arma política que pueden usar, por el momento, es la de reclamar al BAAQMD que revise su decisión de conceder los permisos. Según denuncian sus detractores, el procedimiento de expedición de tales permisos no siguió el curso legal necesario ni respetó el período de exposición pública requerido.
Aún así, parece que no está todo perdido. La alegría entre los opositores a Chevron y Kinder Morgan era notoria después de salir reforzados de las elecciones locales del pasado martes: a pesar de las contribuciones millonarias (hasta 3 millones de dólares) de Chevron a sus candidatos afines, todos los cargos a elegir recayeron en candidatos progresistas. Entre ellos los tres miembros de la candidatura Team Richmond, formada por Jovanka Beckles, Eduardo Martínez y la misma Gayle McLaughlin, que tras cumplir el máximo de dos mandatos como alcaldesa se presentó como regidora; el nuevo alcalde demócrata, Tom Butt; y el regidor, también demócrata, Jael Myrick.
Richmond empieza así una nueva etapa en la lucha contra el transporte de combustibles contaminantes por sus tierras, con un mandato reforzado, pero con la difícil tarea enfrentar el reto con unas herramientas muy limitadas y en contra de una estricta regulación federal y unas agencias estatales despreocupadas. Un verdadero David contra Goliat.
Contigo Richmond, todo un ejemplo.
Que cundan, que cundan estos ejemplos por todas las ciudades del Planeta.