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El polen, algo más que alergias
Sin el polen, las plantas no se fecundarían, no se formaría la semilla y los frutos, y dejarían de existir. No sería posible la vida en la tierra
El grano de polen, portador de los gametos masculinos, es un elemento fundamental en el ciclo de vida de las plantas. Sin el polen, las plantas no se fecundarían, no se formaría la semilla y los frutos, y dejarían de existir. Sin la presencia de las plantas no sería posible la vida en la tierra, dado que el oxígeno que respiramos los seres vivos es el que liberan las plantas a la atmósfera como resultado de la fotosíntesis.
El polen producido por una planta debe viajar hasta la parte femenina de otra planta para fecundarla. Este viaje se denomina polinización y en ella intervienen factores abióticos (inertes) o bióticos (seres vivos). Entre los vectores polinizantes abióticos están: el agua (hidrófila) y, más importante, el viento (anemofilia). El vector biótico por excelencia son los animales (zoofilia). Dentro de los animales, los insectos (entomofilia) son los principales polinizadores, sin quitar importancia a otros como pájaros (ornitofilia, polinización preeminente en zonas tropicales), o murciélagos (quiropterofilia, utilizada por los cactus de zonas desérticas y semidesérticas).
Polinosis es la alergia causada por los pólenes anemófilos en las personas sensibles. El alérgeno no es el polen en sí, sino unas proteínas que sintetiza y se concentran en su interior. Cuando el polen entra en contacto por primera vez con una persona sensible y se deposita en la mucosa nasal, la conjuntiva del ojo, o la saliva bucal, estas proteínas se liberan y el sistema inmunológico produce una serie de reacciones que generan anticuerpos específicos para el alérgeno (inmunoglobulinas E, IgE). Los anticuerpos viajan y se adhieren a la superficie de los mastocitos, células muy abundantes en nariz, ojos y pulmones. En un segundo contacto entre el alérgeno y la persona sensible, las IgE se unen al alérgeno y se desencadena una reacción desproporcionada del sistema inmunológico, liberándose unas sustancias químicas denominadas “mediadores de la inflamación”, como la histamina, y que son las responsables de los síntomas clínicos (rinitis, conjuntivitis). En los casos extremos, cuando el alérgeno llega a zonas inferiores del aparato respiratorio, puede provocar asma (inflamación de los pulmones y estrechamiento de las vías respiratorias).
La entomofilia, o polinización por insectos, es el tipo de polinización más frecuente. Los himenópteros, con más de 20.000 especies conocidas, denominados comúnmente como abejas, son los principales polinizadores. Las abejas se alimentan de polen y néctar. El polen lo recolectan de las plantas poliníferas, lo acumulan en la colmena en unas celdillas especiales y lo utilizan para alimento de las larvas. El néctar lo liban de las plantas nectaríferas, lo almacenan en su buche y, al llegar a las colmena, va pasando de boca en boca, de abeja en abeja y, al mezclarse con sus enzimas salivares, el néctar se transforma en miel, se almacena en celdillas especiales, y sirve de alimento y material energético de la colmena.
«Si las abejas desaparecieran, el hombre lo haría en cuatro años», dice una frase apócrifa atribuida a Einstein. Actualmente existe gran preocupación por la creciente disminución mundial de los polinizadores, especialmente en los grandes ecosistemas de las zonas templadas y tropicales. Un buen ejemplo de las consecuencias de este fenómeno es que, en la actualidad, agricultores de distintas zonas del globo están o bien polinizando a mano (China) o bien contratando apicultores para que lleven sus colmenas a los cultivos. Varios factores influyen en este declive: extensos ecosistemas agrícolas sometidos a una explotación intensiva; excesivo uso de pesticidas; pérdida de hábitats por deforestación, urbanismo y actividades agropecuarias; contaminación atmosférica; cambio climático; nuevos parásitos de las abejas, etc. Las consecuencias para la humanidad serán una menor disponibilidad de alimento y una disminución de la biodiversidad vegetal.
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Cristina Pardo Martín es Doctora en Ciencias Biológicas (UCM), Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal II, en la Facultad de Farmacia de la UCM. Ha participado en 17 proyectos nacionales de investigación, 3 como investigadora principal (IP), y un proyecto europeo. Ha tenido 39 contratos de investigación, como IP, con empresas privadas y públicas; ha realizado 61 publicaciones en revistas científicas internacionales y españolas y ha participado en 42 congresos internacionales y nacionales. Miembro de varias Sociedades Científicas internacionales y nacionales. Secretaria (1980-1986) y presidenta (1990-1996) de la Asociación de Palinólogos de Lengua Española (APLE).
Como en otros asuntos relacionados con el medio ambiente, parece que la denuncia constante por la desaparición de las abejas es un pasatiempo de ociosos preocupados por unos bichitos cuando tan mal está el mundo. De nuevo, también, el «cortoplacismo» humano y nuestra superficialidad nos impide ver que proteger a las abejas en un asunto transcendental no sólo para el miedo ambiente y el planeta sino para nuestra propia supervivencia, para, precisamente, que el mundo no vaya todavía peor