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“Probablemente el fármaco de la hepatitis C se pagó con impuestos de los norteamericanos”
Entrevista con Irene Romero, miembro de Universities Allied for Essential Medicines (UAEM), una red internacional de estudiantes y de jóvenes investigadores que lucha por mejorar el acceso a los medicamentos
Irene Romero rompe con el mito de los jóvenes que no hacen nada. A sus 23 años maneja un discurso claro y contundente sobre un tema tan complejo como las farmacéuticas y los medicamentos. Ella forma parte de Universities Allied for Essential Medicines (UAEM), una red internacional de estudiantes y de jóvenes investigadores de todo el globo que luchan por mejorar el acceso a los medicamentos mediante cambios en las políticas de las universidades, tanto a nivel nacional como internacional. Esta semana, UAEM celebra varios actos para “concienciar sobre el fracaso del sistema actual de investigación farmacéutica y para promover el diálogo sobre las alternativas que existen”. Irene cursa el último año de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid, pero con su implicación social ya ha hecho un master en Farmacia.
¿Qué es la UAEM?
Somos parte de una red internacional de estudiantes e investigadores que luchan o trabajan para promocionar el acceso a los medicamentos esenciales. Todo surgió con el problema de acceso a los retrovirales, a finales de los años 90 y principios de los 2000, cuando un medicamento que se había descubierto en una universidad con financiación pública, que era la de Yale, se patentó, y el que se quedó con la licencia exclusiva fue el laboratorio Bristol Myers Squibb, que marcó un precio de 15.000 dólares. En aquel momento, muchos países no tenían capacidad económica para pagarlo y hubo una campaña global para que llegase ese medicamento a más pacientes. Gracias a la presión se pasó a 350 dólares por paciente y año.
¿Cómo llega un medicamento que se investiga en un centro público a ser comercializado por una empresa privada ?
Cuando tú tienes un medicamento, un procedimiento, lo patentas. Pagas la patente y ya es tuyo. Un instituto no tiene capacidad de manufacturar eso, entonces lo que haces es establecer una licencia, la empresa tiene todos los derechos de exclusividad de esa patente durante 20 años.
¿En qué consiste vuestro trabajo en España?
En el ultimo año hemos estado mucho con el tema de la hepatitis C. Dentro de la organización, a nivel europeo, hay una línea de seguimiento de medicamentos que están en el Pipeline, que es como la cuna de los medicamentos, desde las primeras investigaciones al proceso de aprobación de las agencias. Hay enfermedades para los que hay bastantes y otras que no, por ejemplo a lo mejor hay sólo dos o tres antibióticos, alguno para tuberculosis… Para otros como la hipertensión, por ejemplo, hay más. Para la hepatitis C estábamos pendientes de que saliesen varios, una media docena, que ya han empezado a salir, y estamos haciendo un seguimiento.
¿Y cómo conseguís los datos para analizar el acceso a los medicamentos?
Hay algunos medicamentos de los que sí tenemos información, pero de otros, nada. Yo me dediqué al sofosbuvir (el fármaco para tratar la hepatits C que acaba de ser aprobado por el Ministerio de Sanidad). Y aquí hay varias cosas curiosas, como que la farmacéutica que lo inventó (Pharmasset) la montaron dos señores de la Universidad de Emory. Ellos tienen un laboratorio en la universidad con financiación pública y becas públicas donde pone que están especializados en moléculas nuevas contra la hepatitis C. Si uno se va a la página de la farmacéutica ve que la sede es el propio laboratorio. ¿De dónde sale ese medicamento? ¿Quién lo ha pagado? ¿Cómo puede ser que hayan vendido el laboratorio a la farmacéutica por 11.000 millones de dólares?
Gilead, que es la que comercializa en España el sofosbuvir, compra ese laboratorio y con él también el fármaco
Sí, es una cosa que se da mucho últimamente. El inventor del sofosbuvir, Michael Sofia, trabajaba en Pharmaset. Él no inventó la molécula, transformó una y vio que tenía efecto en las vías infectadas. El tema es que sus jefes en la farmacéutica trabajaban en el laboratorio público y hay una serie de conflictos de interés que en ningún momento se han esclarecido y que a uno le lleva a pensar que muy probablemente ese medicamento se ha pagado con impuestos norteamericanos, porque la farmacéutica tendrá sus fondos privados, pero el laboratorio donde trabajan estos señores recibe becas de fondos públicos.
¿Y qué piensan de este tipo de prácticas?
Por lo menos queremos llamar la atención sobre eso. Igual que a alguien le preocupa de donde viene su sudadera porque igual es de un niño chino que la ha cosido, pues yo también me cuestiono eso, ¿quién ha pagado este medicamento? En este caso está muy claro: la farmacéutica ha comprado el laboratorio, no ha invertido nada en investigación y se lleva el lote gordo, pero en otros casos es un poco dudoso, no se sabe bien quién ha pagado la investigación.
La industria dice que desarrollar un fármaco cuesta 1.200 millones de dólares, ¿es así?
Eso se ha demostrado que es falso. Otros grupos independientes como el DNDI (Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas, por sus siglas en inglés) han desarrollado sus propios fármacos. Ahora están desarrollando uno contra la enfermedad del sueño con pequeños laboratorios y lo han hecho con 300 millones de dólares. Hay otro estudio de la London School of Economics que dice que desarrollar un fármaco cuesta unos 500 millones. ¿De dónde sale esa cifra de 1.200 millones? ¿Por ejemplo de un congreso que le pagas a la sociedad americana de hepatólogos?
Hablando del Sovaldi (nombre comercial de sofosbuvir), ¿qué le ha parecido la negociación entre farmacéutica y gobierno?
Bueno, lo primero es que es todo muy opaco y no debería serlo, sobre todo cuando lo estamos pagando entre todos. Me da la sensación de que en las negociaciones que tiene el Ministerio de Sanidad con la farmacéutica parece que sea ella la que nos ayude, pero eso es mentira. España es uno de los cinco países a nivel europeo que más gasta en productos farmacéuticos, según IMS Health. Si somos un cliente VIP, deberíamos ser exigentes como clientes VIP. No puede ser que tengamos que arrodillarnos frente a la farmacéutica.
¿Eso sucede también en otros países?
En otros países se plantan más. Por ejemplo, en Alemania uno de los organismos que vela por la seguridad y la efectividad de los medicamentos, cuando salió el sofosbuvir dijo que había que ser cautos y ver muy bien qué se financia y qué no. En Reino Unido fueron más eficaces y ágiles, en mayo ya sabíamos cuánto iban a pagar por este medicamento, cuánto le iba a costar, a cuántos pacientes… Aquí el Gobierno tiene que dar una respuesta más rápida porque es un problema de salud pública y hay gente que se podría estar beneficiando mientras están de reuniones y se podría estar acelerando. Otra cosa es el tema que defienden las asociaciones de las pacientes, que es un poco descabellado. Cuando hablas con algunas asociaciones de pacientes, muchas dicen que hay que hacerlo ya, sin esperar, y que luego se negocie el precio. Eso no funciona así, uno no va al supermercado y paga un año más tarde si le ha sentado bien la comida. Yo creo que no se está filtrando a los medios lo que supone el sofusbuvir, no se está explicando bien la eficacia.
Pero se han presentado ensayos clínicos…
Se han presentado ensayos cínicos, pero eso es otro tema, ¿quién paga los ensayos y de dónde salen esos datos? La realidad es que la mitad de los ensayos clínicos que se hacen no se publican porque demuestran que el fármaco no es más eficaz, no es mejor. Si cada año salen miles de medicamentos nuevos y una parte tienen unos datos de efectividad dudosos, otra parte no mejoran a los que ya existían y otros no sirven para nada, entonces, ¿qué estamos pagando?