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Lukanikos y Excalibur: Rebelión en la granja
Estaban todos de acuerdo en que jamás debería vivir allí animal alguno. (George Orwell)
Lukanikos y Excalibur nos dejaron este mes. Los animales murieron con horas de diferencia y ambos han sido símbolos de la protesta social y el descontento ciudadano.
El mejor amigo del hombre, Lukanikos, fue el mejor aliado de la protesta social griega. El can estuvo acompañando a los manifestantes, tratando de alejar a la policía y también las bombas de gas lacrimógeno. Murió de un fallo cardiaco, probablemente fruto de los problemas respiratorios que sufría debido a la inhalación de gases lacrimógenos. Las fuerzas del orden griegas se pusieron de acuerdo en reprimir la indignación sin ningún tipo de límite y se saldaron con cientos de heridos y un muerto. La fama de Lukanikos, salchicha en griego, traspasó fronteras llegando hasta las páginas de la revista Time o poniéndole nombre a un bar en Lavapiés.
Volvemos a la actualidad y a Alcorcón, donde vivían Teresa Romero -infectada de ébola-, su marido y su perro Excalibur. La Consejería de Sanidad madrileña se puso de acuerdo en matar a la mascota al considerarla potencialmente peligrosa. Algunos aseguraban que Excalibur podía ser beneficioso para el estudio científico del ébola. «Al perro de Madrid hay que aislarlo, hacerle un seguimiento, estudiar sus parámetros biológicos, ver si está infectado y averiguar si excreta virus. Es muy interesante desde el punto de vista científico, no sirve para nada matarlo», dijo Eric Leroy- director general del Centro Internacional de Investigaciones Médicas de Franceville, en Gabón- a El País.
Pero ellos decidieron cortar por lo sano: muerto el perro, comenzó la rabia y la indignación. El asesinato del perro es el resultado de la pésima gestión de Javier Rodríguez -consejero de Sanidad- y los suyos en la crisis del ébola. «Al perro había que sacrificarlo porque no había dónde meterlo», aseguraba el catedrático de Sanidad Animal José Manuel Sánchez Vizcaíno. Al fin y al cabo su dueña se había tocado la cara y se lo había ganado (muy típico del maltrato machista, pero este es otro tema).
Mientras Javier Rodríguez soltaba por la boca el demonio que lleva dentro, un grupo de ciudadanos acudieron al domicilio de Teresa Romero y Javier Limón para tratar de impedir la muerte de Excalibur y mostrar su apoyo a la familia. ¿Su delito? Vivir en un país donde no hay medios para prever estas situaciones. El perro ladraba desde el balcón ajeno a toda realidad, quizá con hambre o llamando a sus dueños, ausentes del domicilio desde hacía dos días. Las redes sociales ardieron pidiendo que no mataran al animal y #SalvemosaExcalibur se convirtió en primer trending topic mundial en Twitter. Algunos pidieron que se pusiera al perro en observación y se “sacrificara” a la ministra de Sanidad, pero desgraciadamente el final fue otro. Sanidad decidió “eutanasiar” -término inventado por ellos ya de paso- a Excalibur. Y la indignación no se hizo esperar.
En lo que sí estamos todos de acuerdo es en que se deben depurar responsabilidades en torno a la crisis del ébola y al desmantelamiento de la Sanidad pública. Centenares de personas se manifestaron por las calles de Madrid pidiendo la dimisión de la ministra de Sanidad, Ana Mato, y del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez. La marea blanca inundó de nuevo las calles para mostrar su apoyo a la infectada de ébola y arremetieron contra la privatización de la Sanidad madrileña.
Dentro de poco la opinión pública olvidará a Excalibur y a Lukanikos, pero estos animales escribieron una pequeña y noble página de la historia, por su lealtad a las personas y por el símbolo que la protesta ha podido hacer de ellos. DEP.
Hemos perdido dos amigos. Demasiado me parece que tardamos en perder a los enemigos que impiden una sociedad justa.