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Un círculo para desenmascarar a la casta universitaria

Rafael Escudero, profesor de Filosofía del Derecho, ha impartido una charla en la Complutense invitado por el círculo de Podemos de esa universidad

MADRID // “En esta universidad no se mueve nada”. Con este lamento, muchos estudiantes de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) miran con grandes dosis de celos a sus compañeros de la Complutense, con una gran tradición de luchas sociales. La universidad es uno de los lugares más áridos para crear un tejido de contestación duradero. Muchos se ven allí de paso y es en los barrios donde gastan sus energías. Sin embargo, siempre hay alumnos que no se dan por vencidos y son varias las asociaciones que resisten a los recortes en plena sequía de movilizaciones.

Es el caso del círculo de Podemos de la UC3M. Son apenas quince alumnos los que lo conforman y hoy han logrado reunir a medio centenar para escuchar a uno de los profesores del centro, Rafael Escudero, profesor de Filosofía del Derecho, y debatir sobre lo que han llamado “casta universitaria”. Que también existe, denuncian. Los pasillos del edificio 9 del campus de Getafe se abarrotan de pronto con el cambio de clases y muchos llegan a la charla a la hora justa, cargados con sus carpetas y apuntes.

Uno de los asistentes, en primera fila, tiene un libro titulado La Transición contada a nuestros padres, firmado por Juan Carlos Monedero, promotor de Podemos. “Somos, queramos o no, hijos políticos del 15-M”, certifica Diego, uno de los estudiantes, que antes de formar parte del círculo de su universidad militaba en Attac. Rafael Escudero toma la palabra y empieza fuerte: “Si hay algún sitio para hablar de casta universitaria es esta universidad”. El año que viene hay elecciones municipales, generales y en la UC3M elegirán nuevo rector. “Éste es un año decisivo”, incide.

Escudero explica que hay casta en todas las instituciones de la vida pública. En la universidad, la hay en dos dimensiones: por un lado, en ella se reproducen las formas de la casta política; por otro, es una fábrica de casta: produce líderes, cuadros políticos que actúan a favor de los poderes políticos y económicos. El profesor sube aún más la apuesta: “En las autoridades de la universidad, igual que a nivel del Estado, hubo un continuismo con la dictadura”. Es decir, desarrolla, siguieron mandando los mismos, pese a la apertura democrática parcial. “Sólo tenemos que ver en qué instituciones se repiten más los apellidos, que son la carrera judicial, el Ejército, la diplomática y la universidad”, zanja.

La estructura de poder se perpetúa mediante las “escuelas”. “Son grupos de profesores, catedráticos, fuertemente jerarquizados, que actúan al estilo de los gremios medievales, en los que uno o dos tienen un control total de quién entra, quién promociona, quién es defenestrado”, asegura Escudero, algo que exige “la adhesión a unos códigos ideológicos, políticos, sindicales”. Esta dinámica facilita que haya profesores que llevan “más de 20 años en un cargo académico, que supone, además de prestigio y mayor sueldo, una reducción de la docencia y la posibilidad de promocionar en el futuro”. “Se va generando una compraventa de favores”, añade.

El entramado universitario se relaciona también con la política, es decir, tiene su puerta giratoria propia. Así lo expresa Escudero: “Hay profesores de universidad que saltan a la política cuando entra en el gobierno el partido cercano a una determinada escuela”. Es un modelo que este profesor denomina “universidad cortijo”, que en los últimos años ha evolucionado hacia el de la “universidad empresa”, que vendría a ser un refinamiento del primero. Se introducen conceptos como el de la gobernanza o el de la excelencia, que en su aplicación práctica no hacen más que reducir los espacios democráticos en la universidad. Y a todo esto se le añade la precariedad laboral: “He contado hasta 20 figuras contractuales en la universidad, muchas de ellas temporales y precarias”, lamenta.

Termina la exposición de Escudero y, como si en una clase el profesor hubiera abierto un turno de preguntas, las manos se alzan para dar comienzo al debate. El nivel de las argumentaciones es muy alto. Se discute de clases sociales, del tratado de Maastrich, del informe Brical, de las necesidades productivas en las diferentes etapas del actual periodo democrático. Una estudiante, con marcado acento francés, recuerda a los empresarios que hicieron fortuna en el franquismo y hoy siguen teniendo grandes cuotas de poder. Otra alumna, de Derecho, se queja de que las bolsas de trabajo los orientan laboralmente a un sólo modelo de empresas y entre sus asignaturas no figura ni una sola sobre Derechos Humanos.

El moderador trata de encauzar el debate: “¿Qué es lo que esperáis que sea Podemos en la universidad?”. A la pregunta le siguen varias ideas y grandes dosis de autocrítica. Habla un miembro del colectivo Rise Up: “Los getafenses siempre se quejan de que la universidad no redunda en la ciudad, venimos y no tenemos contacto con ellos, somos como una isla”. Interviene un estudiante de ciencias políticas: “En otras iniciativas cometíamos el error de montar algo aparte, que no llegaba a la gente, tenemos que introducir el debate en cada aula”.

Las tasas y el cambio de modelo que prácticamente obliga a causar másteres. La lucha del Personal de Administración y Servicios. Se tocan todos los palos. Se acerca la hora de comer y vuelve a intervenir Diego, uno de los organizadores del acto, para arengar a los presentes y concluir: “Estamos en un contexto de oleada de ilusión. Me gustaría irme de la universidad pensando que la mejoramos un poquito”. Los organizadores han apuntado el contacto de los asistentes. Hace dos años, los mismos organizaron un acto con Attac al que acudieron 300 personas. También tomaron direcciones de correos y teléfonos para implicar a más gente. En la siguiente reunión, siguieron siendo los mismos de siempre. Apenas 15. ¿Les ocurrirá lo mismo esta vez?

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