Opinión

De periferias y compromisos

El autor defiende la gran riqueza asociativa de su barrio y la cantidad de gente anónima que día a día con su militancia social "está contribuyendo a modificar las estructuras de injusticia en las que vivimos"

Yo vivo en el barrio de Hortaleza y el viernes a las 18:00 horas fui invitado, al igual que muchos vecinos y vecinas y organizaciones sociales del barrio, a conmemorar los 25 años de Radio Enlace, una radio comunitaria que ejerce de altavoz para cualquier reivindicación o propuesta transformadora de nuestro distrito. Allí nos reunimos en un programa en abierto personas del 15M, del movimiento vecinal, de la Marea Verde, de organizaciones que trabajan con jóvenes y niñez, de asociaciones de vecinos, bancos de tiempo, huertos vecinales, partidos políticos como Izquierda Unida, Podemos y un largo etcétera. Verifiqué, una vez más, la gran riqueza asociativa de mi barrio y la cantidad de gente anónima que día a día con su militancia social está contribuyendo a modificar las estructuras de injusticia en las que vivimos. Pero éste no es un distrito único, lo que ocurre en él se reproduce en muchos barrios de Madrid y se visibiliza externamente en eventos de trascendencia tal como las Marchas de la Dignidad.

Esto viene a cuento a raíz de un artículo que publicó Olga Rodríguez en La Marea, tanto en su edición impresa como en la web, bajo el título “De cañas con la nueva política”. En él se hace referencia a la movida que se visualiza los fines de semana en la calle Argumosa del barrio madrileño de Lavapiés. Olga nos comenta cómo en dicha calle se suceden las tertulias de personas significativas de Izquierda Unida, Podemos o del movimiento asociativo madrileño.

Considero a Olga una de las mejores plumas del nuevo periodismo español y es visible su coherencia y compromiso con las causas solidarias que ambos compartimos, así como su capacidad para investigar y bucear en los temas que posteriormente nos ofrece en sus escritos. Considero que en este artículo la autora nos muestra una realidad que ella conoce y que por lo demás es vox populi en las charlas entre los y las activistas sociales madrileñas.

Gracias a este artículo, he encontrado un motivo para escribir estas líneas y expresar una vieja preocupación. A lo largo de la geografía planetaria siempre se constituyen centros y periferias, bien sean políticas, sociales o económicas. Y en estos nuevos tiempos donde desde los movimientos sociales se insiste tanto en la horizontalidad, el trabajo entre todos y todas, el mandar obedeciendo, el liderazgo colectivo, etc… aún no hemos dado con los mecanismos apropiados para trabajar en Red y las viejas y nuevas tensiones se suceden: entre liderazgo individual y colectivo, entre el personaje que sale en los medios de comunicación y la militancia anónima, entre el que ejerce de intelectual y el ciudadano corriente , una vez más, entre el centro y la periferia, sea a nivel mundial, de país o en una misma ciudad.

Los que vivimos en barrios somos conscientes que por comodidad y facilitación muchas reuniones hay que hacerlas en el centro de la ciudad. Pero esto, que es un mero mecanismo, muchas veces se convierte en un elemento de significación política al no dar con los instrumentos necesarios que nos sitúen a todos y todas en las mismas circunstancias. Algunas veces he tenido que escuchar: “la gente de los barrios periféricos faltáis a las reuniones”, pero es que ir desde mi barrio a una reunión al centro supone una hora de ida y otra de vuelta y a eso hay que sumarle la complejidad de la vida de muchas personas que participamos en organizaciones: trabajamos o estamos en paro, los desplazamientos nos llevan demasiado tiempo, tenemos que preocuparnos de nuestros hijos, de las necesidades de la casa, la comida y la limpieza, participamos en el asociacionismo de nuestro barrio y además intentamos ir a las actividades asociativas de Madrid que se suelen realizar en el centro de la ciudad. Por otra parte, algunos aspiramos a leer el periódico todos los días, deleitarnos con un buen libro y de vez en cuando ir al cine, al teatro, al campo o quedar con los amigos.

El día tiene veinticuatro horas y creo que todavía no hemos hecho viable la conciliación de la militancia política o social con nuestra vida cotidiana. Vemos cómo esto nos exige ser “superman” o “superwoman” y una sensación de que a pesar del esfuerzo que hacemos, nunca llegamos a lo que se nos exige, a ese “compromiso total” y entonces sólo podemos aspirar a ser votantes o “base” de cualquier organización. Creo que muchos y muchas ciudadanas pediríamos a quien tuviera la pócima mágica para solventar esta conciliación, que nos pasara la receta. Se lo agradeceríamos y muchos solucionaríamos así nuestras depresiones, angustias y contradicciones personales.

Es envidiable la gente que puede permitirse el estar y participar en esas tertulias de las que nos habla Olga en su artículo, pues seguro que son un máster de formación, con ponentes de primera categoría y desarrolladas en un ambiente cálido, pero por desgracia me queda un poco lejos y al cabo del día estoy agotado y no sé si habría sitio para otra silla más.

@NietoLua

https://luasura.wordpress.com

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