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Cuando el ébola llama a las puertas de Europa
Ahora que ha llegado al llamado “primer mundo”, es sencillo obtener todo tipo de información sobre la enfermedad
A raíz de los desafortunados acontecimientos de los últimos días, el virus del ébola se ha convertido en el protagonista de todos los titulares nacionales e internacionales. El alarmismo social es creciente, y no es para menos, dadas las dudas suscitadas por la gestión de esta auténtica crisis sanitaria. Pero, ¿qué es el Ébola? La información con la que nos bombardean los medios es abrumadora, y aún así el desconocimiento de este agente infeccioso es generalizado.
Se trata de un filovirus descubierto en 1976 a raíz de una epidemia que afectó a la República Democrática del Congo y a Sudán. Desde entonces se han producido otras, las más importantes en los años 1995, 2000, 2007 y la actual epidemia, que ya ha superado en número de afectados a todas las anteriores.
Se engloba dentro del grupo de las fiebres hemorrágicas, al igual que el virus de Marburg. Con anterioridad se creía que el reservorio de este virus eran los gorilas, pero en la actualidad se ha desechado esa teoría, considerando a los murciélagos el verdadero reservorio natural del virus.
La primera vez que empecé a oír hablar de este nuevo brote fue en primavera. Una prestigiosa publicación médica (NEJM) publicó un artículo informando acerca de los primeros casos registrados de ébola en Guéckédou, Guinea, allá por marzo de 2014. Dicho artículo sugiere que el primer caso podría haberse producido en noviembre o diciembre de 2013, es decir, hace casi un año.
Pero no me enteré a través de este artículo, y mucho menos a través de los medios de comunicación. Fue a través de una pediatra que conocí en Guinea hace dos años, con la que trabajé en aquel momento. Ella me escribió en abril muy preocupada ante el creciente número de casos de Ébola que estaba apareciendo en su país. Por aquel entonces el virus ya había llegado a Costa de Marfil y Liberia. Quería saber si aquí teníamos más información de la epidemia, si los medios reflejaban lo que estaba ocurriendo. Para responderle tuve que documentarme, porque la información sobre el tema en aquel momento era muy escasa. Aún se trataba de una enfermedad circunscrita a una región africana muy concreta y no interesaba a la opinión internacional. Se había centralizado la atención a los afectados por este virus en el Hospital de Donka, uno de los principales del país. Pero los pacientes acudían en primera instancia al centro sanitario al que tuvieran más fácil acceso, y las medidas de protección para los profesionales sanitarios que trabajan en esos centros eran limitadas. Mi compañera me contaba que muchos de sus colegas se habían contagiado, y algunos habían muerto.
Me puse en contacto con compañeros expertos en Enfermedades Infecciosas y me recomendaron la lectura del artículo al que hacía alusión anteriormente. Remití esta información y toda la que pude recabar a mi compañera de Guinea, pero no volví a obtener respuesta. Ella, al igual que muchos otros profesionales sanitarios, se expuso a la enfermedad sin los equipos de protección necesarios, asumiendo un riesgo evidente. Es por ello que las declaraciones escuchadas estos días, culpando a una de estas profesionales de su propio contagio, resultan ignominiosas.
Ahora que el ébola ha llegado al llamado “primer mundo” es sencillo obtener todo tipo de información sobre la enfermedad. Los laboratorios están trabajando a marchas forzadas en la creación de vacunas y tratamientos. Pero la epidemia en África está fuera de control y los muertos se cuentan ya a miles. Y es inevitable preguntarse si habríamos llegado a esta situación si las grandes potencias occidentales que ahora muestran tanto interés lo hubieran hecho hace medio año. Lamentablemente, nunca lo sabremos.
Leire Zarain, médica