Los socios/as escriben
Estampas de mi Diada
El autor ofrece una visión de la Diada alternativa a la que publican los medios de comunicación
«En la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual…» Este estribillo de una canción de Brassens adaptada al castellano por Paco Ibáñez me resuena mentalmente como un Ohrwurm en las fiestas patrióticas, sean 11-S o 12-0. La verdad es que debo de tener atrofiada alguna área cerebral porque hace tiempo que las banderitas del territorio en que resido, independientemente de dónde decidan poner las fronteras, me producen cierto repelús. A menudo comento a los usuarios de mis servicios (psicológicos) que a partir de los 25 años empezamos a perder capacidades cognitivas. Como ya hace 11 años que pasé esa fatídica barrera cronológica, quizá mi camino hacia la demencia haya comenzado por la pérdida funcional de las áreas cerebrales de la identidad nacional. De hecho, en mi juventud valenciana, recuerdo haber pasado por la emoción ante diferentes banderas, a veces con 2 barras rojas y otras, con 4. Por rachas, el morado o el azul se incluían en la combinación. Y es que la fidelidad a los símbolos no es mi fuerte.
Ahora, estoy en el tren que me lleva de vacaciones, mientras en Barcelona, se estará acabando de formar, llega a su máximo esplendor y se comienza a disolver o a transformar (¿quién sabe qué pasará con tanta energía?) la gigantesca V humana. Envuelto en un ambiente sonoro que mezcla árabe (supongo que en dialecto marroquí), catalán de Lleida (me encanta por su similitud con el dialecto catalano-occidental de mi Valencia de origen), castellano argentino (¿o uruguayo?), alguna lengua africana que no identifico, palmeos y reggaeton, aprovecho el tren para comentar algunas imágenes que he visto en el paseo conyugal de esta mañana por mi barrio de Barcelona.
Al poco de salir de casa me he encontrado con una de mis estampas favoritas de sincretismo: la Estelada Blaugrana. Experimentar al mismo tiempo el independentismo y el sentimiento culé supongo que puede llegar a producir una apoteosis religiosa que reconozco que se escapa a mis limitadas capacidades. Como, afortunadamente, la pureza identitaria no existe en mi Barcelona, tenemos debajo de la banderita un rótulo que sintetiza léxico árabe, inglés, griego y latino con tecnología asiática.
Y es que los orígenes, lenguas, culturas y apetencias de este Nou País son heterogéneos y por tanto el sincretismo místico que encontramos también lo es. Si a algunos les pone la independencia y el Barça, otros parece que lubrican mejor su independentismo con aceite de moto. Por la estética del 93 he llegado a la conclusión, con la ayuda de mi flamante Fairphone, de que a éstos les pone Marc Márquez. Deduzco que los iconos nacionales catalanes se van ampliando y ya trascienden la Moreneta y el Barça.
Si además del día libre, algo he de agradecer a la fecha de hoy es que, por un día, áreas significativas de Barcelona no sean un parque temático para guiris. Las calles de la ciudad son hoy, sin duda, una gran fiesta de la ilusión independentista, llegada de todos los rincones de Catalunya. Era realmente sorprendente escuchar el catalán como lengua predominante en el mirador frente el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Y he de decir que muy probablemente la convocatoria independentista de hoy sea un gran éxito. Me sorprende ver vacías para lo normal en un día festivo y caluroso de septiembre las playas por donde pasa el tren.
Espero que el Nou País que mucha gente voluntaria va construyendo sea más limpio que el que tenemos ahora. Y tengo la sensación de que hay mucho que limpiar por estas tierras, desde en las aceras hasta en las cuentas bancarias de paraísos fiscales, ya que parece que algunos independentistas, de nuevo cuño o no, tienen conductas poco ejemplares.
La última estampa, apoteósica, ha sido en la misma estación de Sants, en el andén junto al que estaba a punto de estacionar un TALGO que iba para Murcia. Un grupo de personas con banderas rojigualdas, de dos barras rojas, iban cantando: Yo soy español, español y catalán a ritmo de Kalinka. Que no se asusten los nacionalistas españoles, por muy castizo que fueran el tren y el destino, estas personas no formaban parte del primer grupo de exiliados víctimas de la pronta independencia ni se les expulsaba porque se negaran a hablar en catalán. Iban, supongo, al encuentro que organizaban en Tarragona los anti-independentistas (PP, Cs, PxC y gente del PSC, supongo que entre otros). Sin duda, la sociedad catalana es muy heterogénea.