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El otro Madrid ante el proceso soberanista catalán
Algunos ciudadanos de la capital de España intentan romper con los tópicos que la sitúan como una ciudad intolerante y catalanofóbica
El número de septiembre de La Marea apuesta por analizar el proceso que vive Cataluña sin caer en la guerra de trincheras desde la cual suele abordarse
MADRID // Suenan los primeros acordes de una dolçaina y una voz en catalán. Es Obrint Pas, pero podria ser Manel, La Gossa Sorda o Els Amics de Les Arts, cualquiera de los grupos en catalán que pueden escucharse en el barrio de Lavapiés, en el centro de Madrid, a escasos metros de la castiza plaza Mayor.
Y es que hay un Madrid oculto que ama a Catalunya y que vive el proceso soberanista de una forma compleja. «Tienen todo el derecho a decidir qué quieren hacer, pero a mi me gustaría que siguiesen con nosotros». Esta frase, en una perfecta dicción labrada a base de varias generaciones de castellanohablantes, la pronuncia Silvia en un bar de la capital de España. A su alrededor, carteles donde se anuncia que está prohibido fumar porros en varios idiomas, por supuesto también en catalán. En la librería Enclave, a pocos metros, ese mismo día se ha vendido un libro de Salvador Espriu en edición bilingüe, «algo que alegró mucho al comprador», asegura el responsable de la librería.
Los medios de comunicación catalanes se empeñan en poner el foco en el Madrid rancio, aquel de banderas preconstitucionales, brazo en alto e intolerancia. Lo que no sale a la luz es la ciudad que se ha construido a base de inmigración interior, barrios como el de Vallecas o el mismo Lavapiés.
Al otro lado de la calle Atocha también se encuentra el Centre Cultural Blanquerna. Esta institución, oficialmente la representación del gobierno catalán en la capital de España, es el lugar donde se centraliza (junto al Cercle Catalán) la cultura catalana. Desde 1993 se realizan cursos de catalán. En los últimos años el número de alumnos han aumentado y estos oscilan entre los 300 y 350. Se dan todos los niveles y el coste es de 45 ó 50 euros. La mayoría de los participantes son castellanohablantes y jóvenes. La tipología, explican desde Blanquerna,»es muy diversa», desde estudiantes interesados por los idiomas a los que lo hacen por motivos laborales, aunque predominan los que lo hacen por vínculos emocionales.
En Blanquerna también se hacen, desde hace diez años, los exámenes para los títulos oficiales, más de 1.500 ya lo han realizado. Pese a los ataques sufridos en los últimos años por la extrema derecha, Blanquerna es un lugar de encuentro y cultura que hace respirar catalanidad en el centro de Madrid.
Igual que hace el Cercle Català, en plena plaza de España. Allí se celebran los actos de la Diada (11 de septiembre), que incluyen exposiciones y bailes de sardanas ante la estatua de don Quijote y Sancho Panza. El resto del año hay actividades como presentaciones de libros, cursos de catalán y retransmisiones de los partidos del Barça.
Tot el camp és un clam
Y es que el fútbol es en la capital a partes iguales lugar de encuentro y disputa. Ser del Barça en Madrid es posible, pero en ciertas ocasiones puede llegar a ser un problema. En cambio, el presidente de la peña barcelonista de Madrid, Esteban García niega ningún hecho relevante. «Se puede ser del Barça en Madrid sin problemas», apunta.
Esteban es de Cuenca. Es el presidente de la peña barcelonista en Madrid y no ha observado ningún cambio en los últimos meses. «Quizás hay algo más de vacile, pero de forma sana, nos dicen que vamos a necesitar pasaporte para ver a nuestro equipo, pero sin mala intención», señala. Para él, el proceso ha llegado «a esta situación» por la «incompetencia» de los políticos para hablar. Además, reconoce las «legítimas» reivindicaciones del pueblo catalán, aunque no se imagina una liga española sin el Barça, ni una España sin Cataluña. «Yo creo en un modelo organizativo de estado federal», concluye.
El presidente de la peña aún recuerda el día del centenario, en el que en pleno barrio de las Letras colgó una bandera azulgrana y dejó todo el día sonando el himno del Barça. «La gente pasaba al lado, miraba, pero no pasaba nada».
Mientras tanto, y ajenos al mundo del fútbol, los bares de Lavapiés y Vallecas se empeñan día tras día en romper esa imagen de Madrid de derechas e intolerante que, en ocasiones, se vende fuera. Ellos continúan acogiendo a catalanes del mismo modo o más que antes. Como muestra un ejemplo, durante el juicio a los 19 jóvenes en la Audiencia Nacional por el cerco al Parlament catalán, una decena de locales de la ciudad les proporcionó comidas y alojamiento. «Ese es el Madrid que a mí me gusta», sonrie Xavi, quien lleva tres años allí y que, pese a ser independentista, espera que después del 9 de noviembre, su relación con sus «amigos españoles» siga siendo igual.
Vallecas… Y Carabanchel, amigos.