OTRAS NOTICIAS | Sociedad
Proceso soberanista (4): ¿Qué papel juega la lengua catalana?
El catalán ha ejercido de factor de cohesión entre la población. A pesar de los intentos para arrinconarlo, se ha mantenido a lo largo de los siglos gracias a su uso por parte de las clases populares
El número de septiembre de La Marea apuesta por analizar el proceso que vive Cataluña sin caer en la guerra de trincheras desde la cual suele abordarse. En los próximos días iremos publicando los distintos bloques que forman parte del dossier, que aborda el proceso soberanista catalán desde diversos ángulos con el objetivo de ofrecer las máximas herramientas posibles al lector para comprenderlo. [Versión ampliada]
BARCELONA // Más de diez millones de personas hablaban catalán en 2012, una cifra equiparable a las que se expresan en sueco o checo. Así lo atestiguó un informe sobre la situación de la lengua catalana encargado por Òmnium Cultural y la Plataforma per la Llengua. El último estudio de la Generalitat, publicado hace escasos meses, señala que un 94,3% de la población en Cataluña entiende el catalán, y un 80,4% sabe hablarlo. La lengua catalana ha ejercido un papel de cohesión social incorporando a las sucesivas oleadas de emigrantes del resto de España, que la han adoptado y, en muchos casos, la han transmitido a sus hijos. La protección y promoción del catalán ha sido una de las principales preocupaciones de la mayoría política catalana, y una de las reivindicaciones de peso del soberanismo. Desde Cataluña se recibe con indignación que, periódicamente, gobiernos del Estado traten de minimizar su uso, más recientemente con la Ley Wert y la intención del ministro de “españolizar a los alumnos catalanes”. Es precisamente la escuela el principal baluarte en defensa del catalán como elemento de cohesión, a través de la inmersión lingüística. La movilización ha llevado a que en muchos centros educativos se observen carteles como “la escuela, pública y en catalán”, y “para un país de todos, la escuela en catalán”. La posible adopción de una ‘tercera vía’ como alternativa a la independencia, incluiría sin duda el blindaje de la lengua propia de Cataluña.
El catalán ejerce hoy un papel central en la identidad y cultura catalanas. A pesar de las dificultades a las que ha tenido que hacer frente, principalmente debido a regulaciones centralistas que, en mayor o menor medida a lo largo de la historia, han tratado de subordinar el resto de lenguas del Estado español al castellano, la lengua catalana se ha mantenido viva durante siglos hasta llegar a la situación actual. Desde los Decretos de Nueva Planta promulgados por el rey Felipe V a principios del siglo XVIII, que obligaron a realizar la escolarización en lengua castellana, pasando por los momentos de mayor represión durante los primeros años de la dictadura franquista, en los que por primera vez se recriminó el uso del catalán en el ámbito privado, en distintos periodos se ha tratado de relegar la lengua catalana. Pero esta perduró, fundamentalmente, porque los catalanes nunca dejaron de usarla.
“Tradicionalmente siempre se ha dado una clave, la fidelidad al idioma, como si los catalanes tuviéramos una fe en conservar la lengua, y como si hubiera sido una especie de resistencia. Yo lo cuestiono bastante”, explica el lingüista Rudolf Ortega, autor de La dèria del català -La obsesión del catalán’- (RBA Libros, 2013). “El hecho es que hasta bastante entrado el siglo XX Cataluña no es plenamente bilingüe, y si la gente no sabe otra lengua no tiene otro idioma en el que hablar”, sostiene. A diferencia de la estrategia unificadora que se siguió en Francia, donde el resto de lenguas tienen hoy en día una presencia muy residual, España nunca puso los medios necesarios para que la población adoptase el castellano como lengua. A modo de ejemplo: la obligatoriedad de escolarizarse en castellano que impuso Felipe V sólo afectó al 10% de la población, la que en aquella época estudiaba. “Puedes machacar una lengua a base de leyes, persecución, prohibiciones, pero si no haces avanzar otra lengua, no conseguirás que la gente cambie”, señala Ortega.
Fue en mayor parte gracias a las clases populares que el catalán se mantuvo a lo largo de los años como lengua de uso común. “Se da la paradoja que siempre identificamos la recuperación del idioma con la lucha del catalanismo, la realización de los Juegos Florales, grandes personajes que en su momento hicieron apuestas como Valentí Almirall, Pompeu Fabra… Y es cierto; pero las clases bajas, el campesinado y la menestralía en los siglos XVII y XVIII; y la clase trabajadora en el siglo XIX y XX, son las que mantuvieron viva la lengua porque no tenían otra cosa”, afirma el lingüista.
De hecho, el papel de las élites catalanas en la conservación de la lengua arroja un balance más bien negativo. “Buena parte de alta la burguesía, después de la Guerra Civil, comenzó a hablar en castellano a sus hijos. La burguesía es la que muchas veces ha renunciado a la lengua”, asegura el filólogo Xavier Dilla. Un proceso que también se dio siglos atrás. “Las élites catalanas, desde el siglo XVI, se pasaron al castellano, primero la aristocracia y después la burguesía, no por una cuestión españolista sino clasista, porque el castellano era la lengua de moda, y con la que hacían negocios en América”, afirma Ortega. “la clase obrera catalana, al contrario, es la que mantenía los ateneos, las organizaciones culturales, etc”, coincide Dilla.
A diferencia de lo que sucedió con el vasco o con el gallego, que no cuentan con una comunidad de hablantes tan extensa, dos grandes factores contribuyeron a mantener la vigencia del catalán como lengua de uso. En primer lugar, el hecho de que durante la revolución industrial Barcelona se convirtiera en un gran polo de atracción, y aumentase su población con personas procedentes del campo catalán. En el polo opuesto, los gallegos emigraron, reduciendo la población que hablaba gallego en Galicia. Por otro lado, subraya Ortega, “el catalán consigue ordenarse, hacer un diccionario, una normativa ortográfica, dar un prestigio a la lengua, justo antes de la dictadura”. La Gramática Catalana de Pompeu Fabra aparece en 1918, la ortografía es de 1913, y el Diccionario, de 1932. Sin duda, la mayor aportación de las élites intelectuales catalanas a la lengua, derivada de la aparición en el siglo XIX del catalanismo, promovido por una burguesía que, afirma Ortega, entonces “se enriquece y necesita definir un espacio político propio”.
Con unas clases populares de habla catalana, la primera gran llegada a Cataluña de emigrantes del resto de España en los años veinte del siglo pasado, mayoritariamente de Murcia, realizó un proceso de inmersión lingüística de forma natural, casi por supervivencia. “Mi abuelo llegó de Murcia en aquella época y se instaló en las barracas de Montjuïc. Comenzó a trabajar de mozo en un taller de artes gráficas –relata Dilla-. A los quince días de comenzar a trabajar alguien le preguntó ‘si ja havia dinat’ (si ya había comido), y él entendió que si tenía dinero. Cuando se dio cuenta del error pensó que debía espabilarse y comenzar a entender el catalán. Mi abuelo nunca me habló en otra lengua que no fuese el catalán”. “Es un caso bastante claro de una época en la que todavía se podía integrar a la inmigración, a nivel lingüístico, de forma natural”, apunta el filólogo.
La escuela como baluarte
A finales de la dictadura y principios de la democracia, cuando Cataluña ya ha recibido la segunda gran oleada de emigrantes del resto de España, en su mayoría andaluces y extremeños, la lengua catalana vive sus momentos más delicados. “Es el momento más complicado, mucho más que la primera postguerra”, asegura Ortega. En 1975, el 58% de la población de Cataluña ya tiene el castellano como primera lengua, y no existen unas estructuras legales, comunicativas ni educativas para hacer llegar el catalán a todas esas personas. Es entonces –aunque no se consolidó hasta principios de los noventa-, que comienza a plantearse la necesidad de impulsar un sistema de ‘inmersión lingüística’ en las escuelas. Es decir, implantar el catalán como lengua vehicular en la enseñanza, que junto a la aparición de la televisión pública catalana serán a partir de entonces los pilares fundamentales para la conservación y promoción de la lengua.
“La historia de la inmersión es muy curiosa, porque con el tiempo se ha pensado que fue una estrategia del nacionalismo pujolista para adoctrinar, y curiosamente es un invento de la izquierda, del PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya). En aquél momento, Convergencia, y hay declaraciones de principios de los 80 que lo prueban, era un partido bastante clasista que no tenía ningún problema en hacer dos líneas educativas, una en catalán y otra en castellano”, explica Ortega. “El origen de la inmersión lingüística es más una medida de cohesión social que de cohesión nacional, que es lo que después se ha vendido de una forma más interesada”, añade. Los Movimientos de Renovación Pedagógica, que impulsaron modelos de educación alternativos y cooperativas de enseñanza en los años sesenta y setenta, ya consideraban que la escuela pública laica debía ser en catalán. “Lo que se quería era evitar que se crearan dos escuelas separadas, porque podía generar exclusiones”, señala Dilla. “Sirvió para hacer llegar el catalán a mucha gente, y que con el tiempo muchos de estos hijos de inmigrantes utilicen el catalán con sus propios hijos, que es lo que vemos ahora”, apunta Ortega.
Desde fuera de Cataluña, a menudo cuesta de entender el papel de la inmersión lingüística, y se expresa en el temor a que no logre garantizar un nivel suficiente de lengua castellana. La Evaluación General de Diagnóstico que el Ministerio de Educación realizó en 2011 a alumnos de 4º de primaria y 2º de ESO situó a los alumnos catalanes ligeramente por encima de la media española en conocimiento del castellano, por delante de comunidades que tienen el castellano como única lengua vehicular, auqnue por detrás de otras como Asturias, Madrid, y las dos Castillas. Otras medidas de protección del catalán, como la obligación de rotular o etiquetar los productos en los comercios “como mínimo” en este idioma, han generado más polémica. En 2011, la Generalitat impuso 226 sanciones a comercios o empresas por incumplir esa obligación (una sentencia del TC obligó a anular todas las multas anteriores a 2010), y ha sido uno de los argumentos más recurrentes de partidos como Ciutadans o el PP catalán en su confrontación al nacionalismo. “Creo que las sanciones no son efectivas. Siempre he estado en contra de sancionar. Para intentar extender la lengua se debe intentar trazar empatías, buscar complicidades”, defiende Ortega.
Cambio de escenario
En los últimos años, la llegada de inmigrantes de otras zonas del mundo ha hecho aumentar el número de castellano-hablantes en Cataluña. Según la última Encuesta de Usos Lingüísticos de la Generalitat, un 50,7% de los habitantes de Cataluña tiene el castellano como lengua de uso habitual (en 2008 era el 45,9%), por un 36,3% que usa el catalán (35,6% en el anterior estudio). “Nunca habíamos tenido tantos hablantes en catalán en términos absolutos, pero tampoco tan pocos en términos relativos. Creo que estamos en un momento difícil porque la última inmigración nos ha cambiado un poco los esquemas. Nos estamos encontrando que algunos hablantes de ruso, árabe, etc. están abandonando su propia lengua y a los hijos les hablan en castellano. Es difícil saber hacia dónde vamos”, señala Ortega. Aunque curiosamente, asegura el lingüista, es más sencillo aprender catalán para un marroquí o una persona de la antigua Yugoslavia que para un latinoamericano: “Un serbio es un crack aprendiendo idiomas, porque sabe serbio-croata, normalmente sabe ruso, habitualmente cuando llega aquí ya sabe francés o inglés, si va a hacer clases de catalán es que ya sabe castellano, así que el catalán le es muy fácil, mucho más que, por ejemplo, un ecuatoriano que sólo conoce un idioma”.
Ante esta situación de incertidumbre, el soberanismo catalán reclama blindar sus competencias en materia lingüística y cultural. Las estructuras creadas para preservar el catalán –enseñanza, uso en la Administración pública y en la difusión cultural- son claves para la vitalidad del idioma-, y los intentos de trastocarlas –como la última ley Wert- son vistos como claros ataques. “Hay acciones políticas que sí que van a intentar limitar el uso del catalán, aunque aquí también tenemos la piel muy fina. A pesar de que con la democracia se han reducido mucho, evidentemente ha habido ataques a la lengua, porque el Estado español no tiene bien asumido ni la pluriculturalidad, ni la plurinacionalidad ni el plurilingüismo en España, y el hecho de no asumir esto genera tensiones por los dos lados -sostiene Dilla-. Hay gente que se extraña de que dos catalanes en Tenerife hablen entre ellos en catalán, y piensan que lo haces por molestar, en parte por esta ignorancia sobre esta variedad lingüística, cuando es una cuestión de normalidad”.
“España debería haber hecho, o debería hacer, el ejercicio de entender que la diversidad lingüística es buena, es una riqueza, es un factor para enriquecer e incorporar. Debería ser normal que un músico cantando en gallego o en catalán representase a España en Eurovisión”, defiende Ortega. “Creo que sería muy útil que en las escuelas del resto de España se diese información sobre estas lenguas. Conocerlas como una riqueza que es de todos”, concluye Dilla. Sin embargo, estos idiomas brillan por su ausencia en los medios de comunicación públicos, y el hecho de que grupos musicales como Manel alcanzaran el número 1 en ventas en 2011 –hito sólo logrado por músicos de la talla de Joan Manuel Serrat y Lluís Llach– supone toda una rareza.
La independencia, ¿un paso atrás?
Y aunque buena parte del independentismo considera que la secesión sería una gran noticia para la lengua catalana, tanto Ortega como Dilla difieren, principalmente por cómo quedaría la lengua en el resto de territorios de habla catalana. “Si Cataluña se independiza deja un poco desamparado al resto. Teniendo en cuenta los equilibrios políticos que hay, la situación sería mala. En la Franja, el catalán ha dejado de ser oficial, y además ahora se llama Lapao; en Valencia han promovido la institución de una Academia alternativa, en Baleares están haciendo lo posible para arrinconarlo en la enseñanza…”, enumera Ortega. Este fue uno de los argumentos esgrimidos por el músico Raimon, símbolo del catalanismo y valenciano de nacimiento, para justificar su negativa a la independencia, y por lo que fue víctima de duras críticas.
En el hipotético caso de que se consumase la secesión, el castellano compartiría espacio con el catalán como lengua cooficial del nuevo Estado. Al menos si nos atenemos a lo expresado por el propio Artur Mas, “el castellano es también patrimonio de Cataluña”; o por el presidente de ERC Oriol Junqueras, que en una columna en El Periódico titulada El castellano y la República catalana, afirmaba: “En la Catalunya independiente el catalán será la lengua propia y oficial del país, la lengua común de todos. Pero el castellano también será oficial. Evidentemente, por si alguien tenía alguna duda”.
Supongo que el catalán siempre se podrá proteger más de lo que está. Lo que sí sé es que me fui a Catalunya en el 2008 y me tuve que ir de allí porque en mi sector y el de mi pareja el catalán es lengua exclusiva (mundo de la cultura y de servicios). Yo lo hablo perfectamente pero nunca he podido acceder al mercado laboral porque exigen catalán nivel materno en estos dos sectores. Y es normal si soy una empresa catalana y voy a contratar a alguien prefiero al local que habla los dos idiomas a nivel bilingüe que a uno que solo lo habla porque lo aprendió después.
El caso de mi familia es un ejemplo de lo que comenta el artículo sobre el mantenimiento del catalán por parte de las clases populares.
Mis abuelos y bisabuelos – payeses del interior de Catalunya – hablaban catalán y no sabian castellano. No era una cuestón ideológica, era una cuestión de naturalidad social, ya que su única lengua era ésta.
Mi padre, que con 18 años emigró a Barcelona para trabajar, tiene como lengua principal el catalán, pero en el taller dónde trabajaba aprendió a entender el castellano y acabó chapurreándolo un poquito.
Yo, trabajador del sector servicios, soy catalanohablante de nacimiento y castellanohablante de vecindad. Es lo que pasó con muchos hijos de catalanes que fuimos a parar a barrios de immigración.
Este comentario pretende mostrar que no hablamos de ideologías, sino de clases o entornos sociales. Y que, creo yo, ese es el sentido del mantenimiento del catalán por parte del campesinado y los obreros.
¿Entonces quires decir que el que no fuera payés no hablaba catalán?
En las comarcas rurales siempre se habló la lengua
propia, pero eso tambien sucedía en Valencia, en Galicia o en Asturias o Aragón, aunque en estas sus respectivas lenguas no sean idiomas cooficiales.
Tampoco creo que todos los emigrantes que fueran a Cataluña aprendieran el idioma catalán, como el murciano que comenta el articulo, de hecho pienso que fueron una minoría.
En estos análisis sociolingüisticos sobre el uso y desarrollo del catalán falta la cuantificación y la evaluación en general de lo que la Constitución de 1978 y el Estatut han aportado a la defensa del catalán: las sombras, pero también las luces de la democracia española y su concreción en Catalunya. No realizar con seriedad estas evaluaciones contribuye a mantener las falacia del soberanismo populista de la actual.»movida catalana» y del españolismo conservador que gobierna ahora en Madrid
No creo que fueran las clases obreras las que mantuvieran el catalán a lo largo del tiempo. De hecho antes de la guerra civil las izquierdas no eran especialmente reivindicativas en esta cuestión, y me atrevería a decir que tanto socialistas como comunistas o anarquistas usaban mas el castellano, incluso estos últimos en su afan internacionalista aprendían esperanto, ya que consideraban esa su lengua, la lengua de los obreros del mundo. Por tanto era en esa época la burguesía catalana la que mas cuidó su lengua, la burguesía catalana siempre se expresó en catalán desde el s.XIX, incluso ni durante el franquismo renunciaron a su lengua.
Caso diferente es el gallego o el euskera, que siempre habían sido vistos con recelo en las clases mas altas, el euskera prácticamente desaparecido y apenas hablado antes de que Sabino Arana lo rescatara del olvido. Eso jamás sucedió con el catalán porque para las clases altas también era su
idioma y nunca le dieron la espalda, es mas construyeron su nacionalismo en torno a él y como máxima representación de su singularidad.
Mira la mayoría de carteles de la guerra civil elaborados por movimientos de iquierdas y revolucionarios en Catalunya y verás que estaban escritos en catalán.
Probablemente hubo elementos tanto de la burguesía como de las clases populares que mantuvieron el catalán vivo, no necesariamente por cuestiones políticas sino porque era su lengua de uso.
En mi ámbito laboral trabajo con persons mayores catalanas y es frecuente que que gente de origen de otras regiones del estado que llegaron a Catalunya a muy temprana edad utilicen el catalán como su lengua de uso habitual y piensen en catalán (sería su L1, aunque no fuera su lengua materna).
En este sentido, en general me parece muy válido el análisis hecho por Brais.
Y esto no es necesariamente un argumento a favor de la independencia. De hecho, como valenciano residente en Catalunya, entiendo las precauciones de Raimon hacia el proceso independentista en Catalunya, por cómo podría afectar al uso del catalán en el País Valenciano.
Efectivamente, como muy bien dices, había elementos tanto de la burguesía como de las clases mas populares las que mantenían el catalán. Y eso es importante, porque significa que el catalán era lalengua de todos
Y se usaba de manera natural, ajena a cuestiones políticas. Y no hay nada mas absurdo e irresponsable que utilizar un idioma como arma arrojadiza o como campo de batalla de la lucha política, es ridículo. Yo no soy valenciano, pero vivo en la Comunidad Valenciana y entiendo lo que dices.
En cualquier caso, yo me refería a que la revalorización de la lengua catalana y su reivindicación como máximo elemento de la identidad histórica catalana ya se hizo en los tiempos de La Renaixença, y lo fue por élites literarias, académicas y de eruditos ociosos, no por clases obreras.