Opinión | OTRAS NOTICIAS
Montoros, Pujols y viceversa
Montoro, "el padre de una amnistía fiscal que ha permitido a los Pujol y a los Bárcenas de lo largo y ancho del país blanquear sus negros millones, da lecciones de moralidad fiscal", apunta el autor
Cristóbal Montoro aparece en el Parlamento para explicarnos que lo de Pujol es una vergüenza y de paso relacionar esa vergüenza con la independencia de Cataluña. El padre de una amnistía fiscal que ha permitido a los Pujol y a los Bárcenas de lo largo y ancho del país, desde Huelva hasta Barcelona pasando por Suiza, blanquear sus negros millones, da lecciones de moralidad fiscal a la hora del telediario.
Uno mide lo que miden sus enemigos. El ministro Montoro tiene desde hace tiempo en sus manos la Lista Falciani en la que aparecen nombres de poderosos evasores fiscales españoles. Sin embargo, hasta ahora ha preferido ejercer de sheriff chusquero lanzando sospechas sobre actores o periodistas a los que ni siquiera se atreve a poner nombre. Pero el muy pequeño ministro, acostumbrado a cazar peces y defender tiburones, esta vez ha decidido que había que retorcerle el arpón a un tiburón cazado. Y es que este tiburón comía, sin compartirlos, peces del otro lado de la pecera.
Las nacionalidades están para usarlas según las circunstancias. “Corrupción, haberla hayla”, decía un de repente gallego Pujol ante las cámaras de Salvados en 2012 al ser preguntado por el tema. El honorable, a pesar de llevar 30 años de fraudes y mordidas a sus espaldas, había interiorizado su honorabilidad. Se la había creído. Corrupción son las comisiones que cobran los otros. “A mí nunca me han tentado. Los que tientan ya saben que hay gente a la que no se nos puede tentar”, decía mirando al entrevistador con un gesto de impostada hombría grabado en su cara que recuerda mucho al que suele usar el sheriff chusquero cuando anuncia que tiene acorralados a pececillos a los que no nombra.
Ser nacionalista de uno u otro lado tiene la ventaja de que percibes que te roban sólo los de enfrente, sufriendo así menos trauma el hemisferio del cerebro que hace que nos excitemos con las banderas. Una vez destapado el caso Pujol, había dos opciones. Preguntarnos cómo son posibles 30 años de poder corrupto sin enterarnos y tomar medidas para que no se repita, o agitar una bandera. Y como del nacionalismo, al igual que del cerdo, se aprovecha todo, hemos elegido agitar banderas.