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La cuenta atrás del proceso soberanista
El número de septiembre de La Marea apuesta por analizar el proceso que vive Cataluña sin caer en la guerra de trincheras desde la cual suele abordarse
Dedicar el 25% de La Marea a un tema que en los últimos dos años se ha hecho omnipresente en los medios de comunicación es una apuesta arriesgada. Aun así, creemos que es nuestra responsabilidad analizar con el máximo rigor, y también con mucha calma, una realidad tremendamente compleja sobre la que suele escribirse desde alguna trinchera y con demasiados prejuicios a cuestas.
Los miembros de La Marea nos debemos a nuestros principios editoriales. Uno de ellos, aprobado en asamblea el 29 de junio de 2013, es el “derecho a la soberanía de los pueblos, entendido como derecho de éstos a ser reconocidos como tales, a definir sus propias formas de gobierno y modelo político y económico, así como a buscar sus propias formas de desarrollo cultural y humano”. Esta iniciativa mereció en su momento la atención de algunos tertulianos catalanes, que destacaron que no existe un solo Madrid ni una sola España, del mismo modo en que conviven en Cataluña distintas realidades. Aquí nuestro intento por entenderlas y explicarlas lo mejor posible.
En los próximos días iremos publicando los distintos bloques que integran el dossier del número de septiembre de La Marea, que aborda el proceso soberanista catalán desde diversos ángulos con el objetivo de ofrecer las máximas herramientas posibles al lector para comprenderlo. El dossier analiza los temas siguientes:
1- ¿Qué causas explican el auge del independentismo?
2- ¿Cuándo arranca el proceso a favor del derecho a decidir?
3- ¿Quién integra el movimiento independentista?
4- ¿Qué papel juega la lengua catalana?
5- ¿Se han adaptado los partidos al nuevo escenario?
6- ¿Cómo imaginan el Estado catalán los independentistas?
7- ¿Qué quieren las élites económicas?
8- ¿Existe suficiente información para votar con criterio?
9- ¿Qué disputas está provocando el proceso?
10- ¿Qué escenarios se abren ahora?
Un proceso lleno de interrogantes
“¿Y qué dicen en Madrid de todo esto del procés?”, pregunta con curiosidad el periodista Josep Maria Escofet en pleno centro de Vilafranca del Penedès (Barcelona). Quienes residen fuera de Cataluña son sometidos a interrogatorios en toda regla cuando visitan su tierra. Sus paisanos quieren saber qué opina la gente de la calle en el resto del Estado, comprobar si su discurso coincide con el que los políticos transmiten a la prensa. Resulta algo desconcertante en la era digital, pero la incomunicación entre un lado y otro del Ebro aumenta por momentos. Al oír que no se habla demasiado de Cataluña en las conversaciones cotidianas, Escofet manifiesta su asombro: “Pues ya se lo encontrarán”.
En su entorno ocurre todo lo contrario. Los balcones de su ciudad lucen cada vez más estelades. Las banderas independentistas también adornan plazas en las que se leen carteles con el lema “Catalonia is not Spain”. La sensación general es la de que el proceso soberanista es imparable. El tema de la consulta copa espacios públicos y privados hasta tal punto que incluso muchos independentistas muestran su hartazgo por el monotema de los últimos dos años. Están deseando que llegue el 9 de noviembre, la fecha consensuada por la mayoría del Parlament para que la ciudadanía catalana exprese su opinión y diga, en primer lugar, si quiere convertirse en un Estado, y, en caso de que esta respuesta sea afirmativa, si desea que éste sea independiente.
«Que sea lo que tenga que ser, pero votemos ya para poder llevar una vida normal». Frases similares se escuchan con frecuencia estos días. Faltan pocas semanas, pero son muy importantes. El 18 de septiembre los escoceses celebrarán un referéndum de autodeterminación cuyo resultado estudiarán con atención los independentistas catalanes. Justo una semana antes, se celebrará un Onze de setembre que tiene el reto de repetir el éxito de las dos convocatorias anteriores. Los organizadores de la V –la movilización que dibujará en las calles la inicial de votar, victoria y voluntad– temen que la participación descienda a causa del choque emocional que buena parte de la ciudadanía ha sufrido al descubrir, a finales de julio, que el expresident Jordi Pujol defraudó a Hacienda durante más de 30 años, y que él y su familia están siendo investigados por su presunta implicación en varios casos de corrupción. El escándalo no ha destruido sólo la reputación del “molt honorable”, sino que también ha enterrado definitivamente el mito del oasis catalán y su supuesta forma distinta de gobernar. Especialistas en políticas públicas como Gemma Galdón ven muchas similitudes entre los casos Pujol y Gürtel.
Tras el primer golpe, los defensores de la secesión corrieron a decir que Pujol nunca fue independentista, por lo que su confesión no debería afectar al proceso soberanista, y que lo sucedido demuestra que es imprescindible una regeneración democrática y empezar de cero. En este sentido coinciden con un argumento esgrimido por sectores de la izquierda que tradicionalmente habían apostado por el federalismo y que, como también sucede en Escocia, ahora lo hacen por la independencia, al estar convencidos de que será más fácil cambiar el sistema impulsando un proceso constituyente y construyendo un nuevo Estado. Septiembre es también el mes en que el Parlament se pronunciará sobre la ley de consultas, preparada ad hoc para disponer de un marco legal bajo el cual preguntar a la ciudadanía. Ésta es la apuesta de los soberanistas para legalizar una consulta que el Gobierno español rechaza sin contemplaciones.
Mientras, los días corren y los tópicos se suceden. Choque de trenes, callejón sin salida, manos tendidas… Y ofertas de diálogo, siempre que no se hable sobre el único tema del que se quiere hablar. Teorías sobre lo que sucede en Cataluña sin pisarla, y al revés. Y muchas dudas. Rita Da Costa, traductora de origen portugués residente en Cataluña desde hace más de 20 años y madre de dos niños, plantea una que le preocupa en especial: «¿Qué sucederá con los jóvenes que están viviendo el proceso soberanista con ilusión, cómo se gestionará su frustración si no se celebra la consulta?» Una vecina suya, que prefiere mantenerse en el anonimato para no ofender a sus parientes aragoneses, muestra un enorme enfado con el Estado español por no dejar que «la gente se exprese libremente». Es algo que no le entra en la cabeza. Y ya no quiere que le entre. Para ella, es demasiado tarde.
Distinta es la posición de María, nombre ficticio de una votante de CiU que se siente incómoda cuando sus hijos corean «in, inde, independència«, un cántico que surge espontáneamente en multitud de actos públicos. Esta funcionaria no entiende «cómo las cosas se han podido hacer tan mal». En definitiva, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Y, sobre todo, ¿dónde estamos exactamente?
*Con información de Magda Bandera
Pues mira, yo con esta España, franquista, involucionista y corrupta y estos votantes que nos la han impuesto no tengo nada en común. No me identifico para nada. Ni me siento española ni quiero serlo.
Vivo en una especie de exilio interior.
Siendo menos mala que la española tampoco me gusta la derecha catalana.
Otra cosa son los nacionalismos de izquierdas, abiertos, solidarios, vamos, progresistas.
Si un país se sacude el yugo entonces es más fácil que pueda ayudar a sacudírselo a los que todavía lo llevan.
Deseo lo mejor para tí Catalunya que será lo mejor para todxs.