Cultura | OTRAS NOTICIAS

Irene Escolar: “Me hiere que haya tanta gente que desprecie la cultura”

En los dos últimos años, esta actriz ha tenido una actividad frenética. En teatro ha participado en La Chunga, Capitalismo, hazles reír y El cojo de Inishmaan

MADRID// “Perdonad, he salido con tiempo de casa, pero he cogido el autobús que no era y hemos dado la vuelta a Madrid”, se excusa Irene Escolar (Madrid, 1988). Llega a la entrevista con 15 minutos de retraso, corriendo y muy agobiada por no haber sido puntual. “Nunca llego tarde, me da mucha rabia hacer esperar a los demás”, explica. De su actitud se desprende un enorme sentido de la responsabilidad que esta actriz también traslada al trabajo. “Pongo demasiada pasión, demasiada energía en lo que hago y eso es algo que debería controlar”, cuenta.

En los dos últimos años ha tenido una actividad frenética. En teatro ha participado en La Chunga, Capitalismo, hazles reír y El cojo de Inishmaan. Ha estrenado Presentimientos (Santiago Tabernero) y Gente en sitios (Juan Cavestany), ha rodado Las ovejas nunca pierden el tren (Álvaro Fernández Armero), ha dado vida a Juana la Loca para la tercera temporada de la serie de TVE Isabel y actualmente está en pleno proceso de ensayos de Un otoño sin Berlín, la primera película de Lara Izaguirre.

Encadenar tantos proyectos seguidos, ¿interfiere en el trabajo de creación del personaje?

Mira, el año pasado estaba rodando por las mañanas Isabel y por las tardes ensayaba ‘El cojo’ y luego hacía las funciones. Fue una prueba de fuego para saber si era capaz de interpretar personajes tan distintos, uno en el siglo XV y otro en 1930, y con tonos muy deferentes. Además, nunca había tenido que hacer en el mismo día dos personajes. Al margen del cansancio físico y mental, porque no tenía ningún día de descanso, descubrí que me ayudaba mucho porque, al tener tan poco que ver entre sí, los aislaba. En general, creo que es mejor hacer las cosas con calma porque sale mejor, pero si tienes que hacer dos papeles distintos, al final descubres que tienes capacidad para ello. Me hubiera gustado disfrutar de cada uno un poco más, pero me ayudó a madurar y a descubrir que tengo más fuerza de lo que pensaba.

¿Cómo es el proceso desde que recibe el texto hasta que ya tiene el personaje construido?

Para mí no hay personajes, hay una persona escrita por un dramaturgo o por un guionista a la que tú tienes que darle vida. Normalmente, determina tu trabajo cómo está escrito. Por mucho que quieras hacer, si el texto no está bien escrito, no se puede crear nada que sea bueno, al menos esa es mi experiencia. Por eso me gusta elegir muy bien lo que hago. Lo primero es aprender muy bien el texto para saber de dónde viene el personaje, qué quiere del otro en cada escena, las circunstancias dadas. Este es el trabajo invisible, el que cada uno hace en su casa. Y luego está el proceso de ensayos que, para mí, es fundamental porque es donde va saliendo el personaje.

A medida que te pones unos zapatos, un traje, que puedes trabajar con tus compañeros, probar cosas… Es cuando se va creando el personaje. Sin ese proceso a mí me cuesta mucho más, supongo que porque estoy acostumbrada al teatro. En cine cada vez me voy encontrando con más directores a los que les gusta ensayar, pero en mis comienzos no era así y lo tenía que hacer sola. Pero a mí me gusta trabajar con mis compañeros y con un director que te marque de qué se está hablando y qué quiere que contemos porque, al final, nosotros somos sus herramientas.

Entonces, ¿el mecanismo de trabajo es diferente en función de si es una obra de teatro o una película de cine?

Sí, mira, la única vez que no… En la película en la que estoy trabajando, Un otoño sin Berlín, estamos haciendo un proceso de ensayos fantástico. Tamar Novas, que es el otro actor protagonista, y yo quedamos con la directora (Lara Izaguirre), que está muy entusiasmada y muy volcada en la historia que quiere contar, e improvisamos, hablamos, desgranamos el texto, vemos cómo vamos a contarlo… Es un proceso muy teatral. Y luego, este trabajo que estamos haciendo juntos, se ve reflejado en el rodaje. Incluso ahora nos vamos a ir a Amorebieta (Vizcaya) y vamos a poder estar en las localizaciones. Esto no suele hacerse porque es muy complicado y muy caro. Pero aquí sí, vamos a poder estar durante algún tiempo en lugares que son muy cercanos para los personajes. Y es mucho más fácil que sea real si podemos crear esos vínculos durante los ensayos. No digo que sea indispensable, pero sí facilita muchísimo el trabajo del actor.

¿Hay algún perfil de personaje que le gustaría interpretar?

Ahora mismo me gustaría muchísimo hacer Lorca. Acabo de estudiarlo con Lluis Pasqual en Venecia y estoy absolutamente emocionada. Lluis sabe tantísimo de él, lo vive con tanta vehemencia… He vuelto con muchas ganas de hacer ese teatro bajo la arena que Lorca tanto defendía. Hay algo en él muy especial, muy cercano, muy humano, muy emotivo y a la vez muy elevado, maneja muy bien la poesía, la metáfora… Es un poco hacer ese teatro bajo la arena del que Lorca hablaba en El Público, el que se hace «para que se sepa la verdad de las sepulturas». Es algo cada vez más complicado de hacer, pero me gustaría mucho probarlo.

Además de trabajar y de haber estudiado con Cristina Rota…

(Interrumpe) Bueno, era muy pequeña. Entré a los 11 años y salí a los 14. Fue un lugar en el que, siendo muy joven, aprendí mucho. Cuanto más joven eres, más se te quedan las cosas. Me dio mucha libertad, aprendí a improvisar, me nutrí de gente mucho mayor que yo y de un ambiente muy especial. Pero luego sí que me he formado fuera, he hecho muchos talleres…

Ahí quería llegar. Además del trabajo, está permanentemente formándose, cosa que no es demasiado habitual entre los actores profesionales. ¿Qué busca cuando acude a estos talleres?

Lo que busco fuera, en concreto en La Biennale di Venezia, donde he ido ya cuatro años, es encontrarme con gente con la que seguramente no tenga posibilidad de coincidir profesionalmente. Es muy difícil trabajar con Declan Donnellan, prácticamente imposible con Thomas Ostermeier, que es el director de la Schaubühne… Trabajan a unos niveles tan altos, y de forma tan diferente a lo que se puede hacer aquí, que si no vas a buscarlo fuera es muy difícil que puedas estar en contacto con ellos. Por otro lado es gente a la que admiro muchísimo y quiero ver cómo trabajan, aprender de ellos, incorporarlo y poder traerlo aquí y aplicarlo en mi día a día. Es una grandísima oportunidad que me ha dado Alex Rigola (director de la Biennale), con el que he trabajado dos veces. Gracias a él se me han abierto las puertas para poder ir a estos talleres. Cada vez que vuelvo de allí, lo hago con más ganas y más ilusión en un momento en el que es muy fácil desilusionarse.

Stanislavsky decía que para que un actor pueda cumplir con la misión social del teatro es fundamental que esté formado, no solo en interpretación, sino en Historia, en Política…

En la vida, claro.

¿Y lo cumple?

Lo intento. Estudio Filología Inglesa, tengo amigos que se dedican a cosas muy distintas a mi profesión y me encanta nutrirme de todo lo que no tiene que ver con esto y que a la vez sí que tiene que ver. Al fin y al cabo el teatro es la vida y nosotros intentamos recrearla en un escenario. Creo que el conocimiento de lo que ocurre a tu alrededor es fundamental para poder empatizar, para poder retratarlo, para investigar sobre ello. Una de las cosas que más me gustan es interpretar a personajes como Juana la Loca y nutrirme de todo lo que pasaba en aquella época. Esta profesión te ofrece mucho eso. De pronto, se te abre la posibilidad de descubrir un montón de cosas sobre temas a los que no te habías podido dedicar pero que te llamaban mucho la atención.

Además, Isabel es una serie que está muy bien hecha.

Sí, históricamente es muy rigurosa, los guionistas son estupendos… Es un gran equipo. Y, para este papel, tuve la posibilidad de hablar con dos de los mayores estudiosos de Juana la Loca. Una estadounidense que se llama Bethany Aram, que lleva diez años estudiando a este personaje y que, para mí, expone una de las teorías más interesantes sobre Juana porque centra en la figura fundamental que fue en Europa. A través de ella se marcó la descendencia; cómo luchó por preservar esa herencia a pesar de lo mucho que la maltrató su hijo, al igual que la mayoría de los hombres de su familia, y cómo se entendía entonces la vida, la religión… Hace un análisis muy interesante y muy moderno. Y si no llega a ser por la serie, seguramente nunca habría tenido oportunidad de hablar ni con ella, ni con Miguel Ángel Zalama, que escribió un libro sobre Juana muy interesante… Son cosas que te curten, te enriquecen.

Entonces para saber de teatro hay leer mucho, ir mucho al teatro y viajar para ver cómo se trabaja en otros sitios. Pero la gente normal no puede hacer eso.

No creo que sea tan complicado, con que hubiera clases de Arte Dramático en los colegios, valdría. No ya para que luego sean actores, sino porque los ayudaría mucho a relacionarse en la vida. El teatro te ayuda a abrirte, a reírte de ti mismo, a perder inseguridades. Incluirlo en el colegio ayudaría a conectar el teatro con la gente joven, a normalizarlo. Recuerdo haber ido a un Otello en Londres y ver al público recitando el texto porque lo aman, lo conocen, lo disfrutan; están muy involucrados. Pero para eso se necesita apoyo del Estado, que se cree un consenso, que se dejen las ideologías aparte y esa necesidad de inquina y de descalificar todo lo que tiene que ver con la Cultura, porque, además de ser muy ignorante, no es real.

Y mientras se llega a eso, ¿qué se puede hacer?

Creo que había que facilitárselo un poco a la gente. En Berlín, por ejemplo, las entradas para los jóvenes y para los parados son mucho más baratas. Mucho más. Estamos en un momento complicado y para la gente joven es muy difícil, lo veo en mis amigas y en mí, porque por más que se piense que los actores ganamos mucho dinero, es mentira. Mira, el otro día me hicieron una entrevista para SModa y hay algunos comentarios que son terroríficos y que revelan muy poco conocimiento. No saben de qué estoy hablando, no saben qué es una subvención, ni el teatro publico, ni el cine… La Cultura es para todos. España es el único país de Europa que tiene este IVA, es absurdo, ridículo. Y va en detrimento de las personas que sí quieren ir al teatro o al cine pero que les cuesta mucho. ¿Y por qué esto la gente no lo entiende? ¿Por qué no lo quieren ver? ¿Por qué es todo tan dañino?

Hay un sector de la derecha que desprecia a los actores, pero entre algunos círculos de izquierdas lo llamativo es que lo que desprecian es el teatro en sí. Algunos porque lo ignoran, no lo incluyen en su día a día, y otros porque consideran elitista, no sé si económica o intelectualmente, ir a ver una obra al María Guerrero, al Español o a La Abadía.

Es un debate complicadísimo. Necesitaría que me explicaran por qué lo creen así, qué han visto… La gente habla muchas veces sin haber visto demasiado teatro. Es algo que me entristece mucho. Para los que nos dedicamos a la Cultura, es una forma de vida y además muy generosa porque lo hacemos para los demás. Que haya tanta gente que lo desprecie a mí me hiere mucho. Cuando leía estos comentarios que te decía antes pensaba que si ellos supieran lo difícil que es, el trabajo que hay detrás, que hay un 90% de paro, que, por más que insistan, apenas se puede vivir de esta profesión…

Se gana muy poco dinero haciendo teatro, muy poco, treinta euros por ensayo. Treinta euros, que de verdad que no es nada. Luego habrá una minoría que gane mucho dinero, cosa que me parece muy bien y será porque se lo merece, pero en general es una profesión que siempre ha sido muy precaria. Vengo de una familia que lleva toda la vida dedicándose al teatro en condiciones muy complicadas. Y escuchas o lees estos comentarios y te preguntas de dónde viene tanta ignorancia y esa actitud tan injusta.

Luego también está lo que se genera alrededor de los actores, a los que quieren convertir en productos de marketing, que es algo contra lo que también hay que luchar, ¿no? No dejarse atrapar por esa mercantilización cosa que en su caso, de momento, está logrando.

Creo que tiene que ver con la educación y la sensibilidad de cada uno pero, sobre todo, con saber lo que a uno le hace feliz. Yo me siento terriblemente incómoda, no me gusta esa parte superficial. Para mí, mi trabajo es una cosa muy seria, en la que vuelco muchísimo, quizá demasiada energía o demasiada pasión, algo que también tengo que controlar porque es un poco desmesurado. Pero no puedo banalizarlo. Me encantaría, aunque fuera un poco, pero no sé hacerlo. Y luego vivimos en una sociedad en la que está todo como un poco desencajado. No se sabe quién es actor y quién es famoso, se mezclan cuestiones que no tienen nada que ver con la interpretación… Por eso es tan importante para mí ir a Venecia o hacer teatro, porque te coloca en un lugar muy sensato, muy terrenal, muy real. Te conecta con la gente normal, con tus compañeros, con lo concreto y lo pequeño.

 

 

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
  1. Es una pena que diga que el proceso de ensayos no se puede hacer en una película porque es muy caro… No entiendo cómo hay directores que siguen sin ensayar. Así salen luego los personajes planos que vemos. Hay que cambiar la tendencia. No puede ser que en series existan entrenadores de actores y en cine sigamos así.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.